〘Tu Nombre〙

Todo le resultaba confuso en los últimos meses se sentía todo más raro, y no es que su vida le falte la rareza, en primera instancia y lo que cree que es la más extraña de las cosas es que siendo sus progenitores una pareja de humanos, simples y corrientes, haya nacido siendo una especie híbrida.

Había leído sobre eso en muchas novelas y libros de historia, que en la antigüedad habían tribus de humanos que podían cambiar de forma a animales, la mayoría siendo especímenes de caninos salvajes, esta particularidad siendo transmitida por completo cuando se reproducían con seres con ese mismo "don", en cambio sí procreaban con humanos comunes y corrientes, lo que se le agregaba a esos "cachorros" eran características animales de la parte cambiante, características que en la mayoría de especies no podían ser ocultadas de forma natural, a los denominados híbridos, con el pasar de los años se fueron haciendo mucho más frecuentes, los cachorros cambiantes fueron disminuyendo, ya que las características de los híbridos pueden irse transmitiendo de generación en generación y en muy raros casos suele saltarse una que otra.

Con eso en mente se puso a investigar su árbol familiar tras aprender a leer como buenamente pudo, a la temprana edad de 8 años ya sabía todo sobre su familia, incluso llego a investigar a los hijos ilegítimos de algunos familiares, primos tan lejanos que simplemente podrían ya no compartir ningún gen parentesco, pero nada, absolutamente nadie relacionado con su persona tenía ni el más mínimo gen de híbrido y menos de un cambia formas de oso pardo, de los cuales era raro encontrar en el mundo.

Eso no es todo lo que acompaña su vida, lo segundo más raro y absurdo era que podía ver a una persona, algo por lo que no debería de preocuparse en lo absoluto, todo el mundo ve a las demás personas siempre, a menos que seas ciego claro está, pero lo extraño era que esa persona siempre estaba ahí de compañía, pero nadie más podía verla, visito a varios brujos, chamanes, médiums por si era algún fantasma rondándola, psicólogos, hipnotistas y un largo etcétera de especialistas en cualquier campo de estudio, pero ninguna resulto de ayuda, nadie podía detectar nada, incluso le habían señalado que no tenía ningún tipo de enfermedad mental y los riesgos de padecer de estas era casi nulo por no decir que imposible por su gen animal, pero eso no lo podían decir con una seguridad absoluta.

Ese ente único ante sus ojos, mediante fue creciendo se fue definiendo mejor, resulto ser una mujer de aspecto joven, cabellos blancos como la nieve tan largos que llegaban al suelo cuando estaba de pie en la superficie, alta y con un cuerpo delgado y que lucía bellamente frágil, pero expendía un aire dominante siempre, a sus ojos les faltaban los iris y pupilas, siempre iba vestida con colores oscuros y una capa con capucha negra.

Con él tiempo empezó a simpatizar con ella, su única amiga en toda su vida, o la única que si se merecía ser llamada así, su nombre siempre era distinto, cada que lo preguntaba le daba otro nuevo, hasta pensó que dentro de estos nombres estaba oculto el verdadero, siempre le ayudaba en todo ya que al ser visible solo ante sus ojos podía hacer muchas cosas, y cuando por fin revelo lo que era una bruja, le conto su historia y cómo era posible que nadie más la viera, o por lo menos le conto una versión adornada y agraciada de lo sucedido.

Ese día se encontraba en su casa, más precisamente en la sala del segundo piso, la bruja estaba dormida, lo cual era raro ya que usualmente iba de arriba abajo buscando la forma de facilitarle las cosas, pero ese día, justo cuando acababa su periodo de celo, le tocaba su descanso, despierta durante tres meses seguidos, dormía un día completo, habían acordado así desde hace mucho ya, tanto para convertirse en costumbre y no tener que rogarle de que fuera y tomara ese descanso.

Estaba con una libreta donde tenía anotado todos y cada uno de los nombres que le había dado, algunos de cuentos de fantasía, otros de leyendas famosas, de guerreros históricos, algunos sin sentido, muchos nombres de hechizos cortos, etc., etc.; iban de acuerdo al orden en que los decía, en alguna otra libreta estaban ordenados según su extensión en letras, esas siendo las principales, había muchas más con clasificaciones fallidas; anoto el nuevo nombre que le había dado esa mañana.

Con tanto desempeño en el orden de los nombres Aidan se sentiría orgulloso de su persona.

~Aidan

Solo con pensar en él sus ojos verdes se cristalizaron, su corazón latía desbocado por su pecho, la cabeza empezó a divagar en los momentos que había compartido con el azabache de ojos rojizos, la respiración empezaba a descontrolársele y por el cuerpo le recorrió un escalofrió desde la coronilla de la cabeza hasta la punta de los dedos del pie.

El miedo comenzó a crecer en su interior, no quería recordar, no le hacía bien hacerlo, ni tampoco le resultaba algún beneficio el estar oyendo lo que en el pueblo de Edalturia hablaban de sí, todo en esos momentos y durante unas ¿semanas? Ya ni recordaba cuanto tiempo había pasado, ya no le importaba tanto esa variable, hace tiempo atrás le habían dado la espalda haciendo que su inseguridad creciera de sobre manera.

Para distraer su mente se puso a repasar esas libretas, en busca del nombre verdadero de la única constante en su vida.

Paso literalmente horas en su busca, sus pensamientos estaban enfocados a eso, y nada más, cuando dio con una pista más concreta que las que llevaba anteriormente se dispuso a comprobarla con las demás anotaciones, libreta por libreta, orden por orden, palabra por palabra, todo calzaba a la perfección solo faltaba la pieza clave, un nombre más, y tal era su confianza que podría jurar sobre su vida aquí atinaría con su predicción.

¡Oh pobre! nunca le enseñaron que jurar sobre la vida puede ser peligroso.

Cuando la bruja despertó de su sueño de descanso con las intenciones claras de volver a la rutina de siempre, ni ella con sus poderes pudo predecir lo que iba a pasar a continuación... ¿O tal vez sí?

— ¿Cuál es tu nombre? — pregunto inocentemente repasando en su cabeza una y otra vez lo que tenía que decir su contraria, una sola palabra con esa letra.

—Higinia— ¡bingo! Sonó en su cabeza y anoto en la libreta que llevaba en mano —ya deberías de parar con buscar mi nombre, ninguno de los que te he dado contienen alguna pista de mi verdadero nombre.

Letha— dijo en un susurro casi inaudible, pero guardando un deje de esperanza por si su deducción era acertada.

Mientas que la bruja esperaba algo en que ayudarle — ¿Cómo dijiste? —cuestiono la peliblanca, deseando haber oído mal por lo bajo que sonó.

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