Vidas separadas

La nueva casa de Alba era realmente lejos de su anterior casa y de Marco. La niña se sentía exageradamente triste. Ahora sería muy difícil ver a Marco, sus padres trabajan mucho como para llevar a Alba a visitar a su amigo y el padre de Marco trabaja mucho y su madre, quien casi siempre está en casa, no sabe conducir, y Marco tampoco le pediría ningún favor por el temor que le tenía.

Apenas llegó a su nuevo hogar Alba planeaba llamar a Marco, pero el teléfono no funcionaba. La línea estaba inactiva y sus padres tenían que ir a la compañía de teléfonos para solucionar. Al cabo de tres días, por fin el teléfono funcionó, Alba buscó el número de Marco, pero no lo hallaba, buscó desesperadamente y no pudo encontrarlo. Su libreta definitivamente no estaba en donde ella pensó haberla guardado. Alba no se dio cuenta, pero al subir al auto para irse aquel día, su libreta se resbalo de su bolsillo. Marco la recogió, pero ya era muy tarde para devolvérsela

Marco guardó aquella libreta con mucho cuidado y tristeza, ya Alba no podría llamarlo y él no sabía a donde ella se había ido. Alba se lamentó amargamente la perdida de aquella libreta y al cabo de una ardua búsqueda de días, se dio por vencida.

Alba se sentía realmente frustrada, al igual que Marco. Sin embargo, no pudieron hacer mucho al respecto. Aunque las primeras semanas fueron difíciles, pensaban constantemente en el otro y no querían encontrar la manera de comunicarse, con el tiempo ambos continuaron sus vidas con tranquilidad y poco a poco se fueron olvidando uno del otro.

Alba se dedicó mucho al colegio, le gustaba estudiar y era una excelente estudiante. Era bastante tímida, como ha sido desde su infancia, durante su adolescencia no tuvo muchos amigos o amigas. Ella tenía dos amigas muy importantes y cercanas, que eran Lía y Marcela. Las tres fueron muy buenas amigas desde que tuvieron catorce años. Las niñas pasaban muy bien juntas y alegres. Les gustaba ir al cine, era de sus actividades favoritas.

Cuando Lía cumplió quince años, hizo una gran fiesta, sus padres eran personas de costumbres muy tradicionales y organizaron la fiesta con todos los símbolos tradicionales. Alba estaba realmente emocionada de ir, era su primera fiesta de quince años. Usó un vestido morado que le encantaba, su madre le hizo un maquillaje leve, pero con gracia y se sintió realmente linda aquella noche. Una sensación un tanto nueva para ella.

Esa noche fue muy divertida, aunque con eventos nuevos. Un muchacho, Carlos, pidió el micrófono durante la comida y declaró su amor a Lía. Ella totalmente avergonzada, se acercó y lo abrazó con timidez, ya que no hubiera querido que sus padres se enteraran de eso. A Lía le gustaba mucho Carlos, por lo que fue una situación buena, aunque vergonzosa. Alba se sintió contenta por su amiga y pensó, “Por fin dejará de suspirar por él durante el recreo”. Los días pasaban y Lía se iba alejando poco a poco de Alba y Marcela. Pasaba casi todo su tiempo con Carlos.

—     Lía es una ingrata, hemos sido sus amigas mucho más tiempo que Carlos, su noviecito — Dijo un día Marcela durante el recreo mientras miraba a Lía juguetear con Carlos a unos cuantos metros.

—     Esta enamorada, Marce, es normal — Dijo Alba.

—     ¿Tú como sabes que eso es normal? No has estado enamorada.

—     Bueno… no, pero es lo que he oído.

—     Ya ves, me parece injusto, debería darnos por lo menos un día a la semana, pero en algún momento nos va a necesitar.

—     Si, bueno, pero ya regresará, hay que darle tiempo.

Ambas se volvieron aún más cercanas con la ausencia de Lía, salían juntas todo el tiempo, intercambiaban ropa e iban a fiestas juntas, aunque para Alba estar en fiestas era un poco extraño, por su timidez. El tiempo pasó y las chicas cumplieron diez y seis años, Alba no celebraba sus cumpleaños desde su cumpleaños número trece.

Los diez y seis años de Alba fueron confusos y llenos de cosas nuevas. Marcela comenzó a salir mucho más y aunque Alba no salía tanto, en algunas ocasiones la acompañaba. Marcela había comenzado a ampliar su circulo de amistades y Alba se había quedado un tanto desplazada.

Una tarde de viernes Marcela invitó a Alba a una pequeña reunión en casa de una amiga llamada Michelle. Alba accedió a ir. Había varios chicos y chicas en la casa de Michelle, eran siete personas. Tenían varias cervezas y tabacos. A Alba eso la ponía bastante nerviosa.

 —     Alba, toma esto — le dijo Marcela mientras le extendía un cigarro de marihuana.

—     Nunca lo he hecho — Dijo Alba con nervios.

—     Entonces que sea tu primera vez.

—     No estoy muy segura, no es correcto.

—     Alba no seas aburrida, si no te gusta solo no lo vuelvas a hacer y ya.

—     Bueno, pero te quedas cerca de mi ¿SÍ?

—     Si, yo estoy contigo.

Alba tomo el cigarro y lo puso en sus labios con generosidad. “Solo absorbe con fuerza” le dijo Marcela y así lo hizo Alba.

Sintió un fuerte ardor en su garganta, pensó que se ahogaba, tosió con fuerza y casi no podía respirar, Marcela golpeo con delicadeza su espalda, “Estás bien, eso es normal” le dijo. Alba por fin recuperó el aliento y pudo respirar con normalidad. En pocos minutos comenzó a sentir una sensación extraña, como si se encontrara dentro de un sueño, los jóvenes a su alrededor parecían algo borrosos y las voces lejanas. Frotó sus ojos, pero todo seguía igual, aunque se sintió algo asustada al mismo tiempo sentía su cuerpo liviano y relajado. “Esto es muy raro, pero no está tan mal” pensó. Marcela la abrazó con fuerza y le dijo “Tranquila amiga, todo está bien”. Unos minutos después ambas salieron de la casa para regresar a sus hogares. Eran casi las siete de la noche y tenían que tomar autobús para llegar a sus casas. . Era entonces donde se tenían que separar. Alba tomó su autobús y fue a casa, la sensación que tenía se fue desvaneciendo poco a poco. 

Mientras Alba tenía esa primera experiencia, Marco vivía casi lo mismo, pero con mucha más intensidad. Marco tenía muchos amigos, ya a sus quince años usaba todo tipo de drogas con frecuencia, era muy sociable y tenía amigos en todas partes, dentro del colegio y afuera también. Marco disfrutaba de salir mucho e intentaba pasar el menos tiempo posible en casa. Sus padres aún tenían la misma dinámica que habían tenido por años y es por eso por lo que Marco había encontrado aquellas escapatorias. Uno de sus amigos cercanos, David, le enseño el mundo del boxeo y lo invitó a entrenar con él, Marco encontró finalmente una actividad que realmente le gustaba en el boxeo. A pesar de que él era algo problemático, también estaba lleno de amor para dar, entre sus trece y quince años había tenido cuatro parejas, pero le costaba mucho mantener relaciones estables, sobre todo cuando eran en una edad de tanto descubrimiento y desenfreno. Marco buscaba siempre divertirse y distraerse del mundo. Tenía un deseo enorme de alejarse de casa, de estar en algún lugar muy apartado de todo, de no ir más al colegio, de no tener ninguna responsabilidad, de sentirse totalmente libre. Ese era uno de los problemas que lo había acompañado desde que era muy pequeño, el deseo ferviente de libertad que nunca había podido sentir del todo.

Marco era muy cercano a su abuelo, eran casi como mejores amigos, pero su abuelo vivía algo lejos y no se podían ver todo el tiempo. Ellos tenían una relación realmente envidiable. El abuelo de Marco, Joaquín, era un hombre muy amable y generoso, siempre muy cariñoso con su familia. Joaquín le tenía un cariño especial a Marco ya que se sentía reflejado en él. Cada vez que veía a su nieto pensaba en sí mismo, como un muchacho acelerado, divertido, con ganas de que la vida le de más, con deseos de volar lejos. Aunque Joaquín no logró hacer todo lo que le hubiera gustado, deseaba que Marco si lo pudiera hacer. Es por eso que lo apoyaba en todo lo posible. Aunque Joaquín era un chico con poco apego emocional a su familia, si tenía un especial lazo con su abuelo. 

Cuando Marco cumplió diez y siete años, sus amigos le organizaron una fiesta, una fiesta grande y llena de comida, alcohol y drogas. Hubo muchos invitados, como veinte y cinco personas, una cantidad bastante grande para ser una fiesta dentro de una casa. La noche fue intensa para todos, especialmente para Marco, había perdido la cuenta de las sustancias que había ingerido, pero no veía nada con claridad, apenas podía pararse y sus ojos estaban inyectados en sangre. 

—     ¿Estás bien? — Dijo una muchacha que se acercó a Marco viéndolo desorientado.

—     Si…estoy bien, ¿Quién eres? — Dijo él mientras intentaba divisar mejor el rostro de la muchacha.

—     Soy Gabriela, amiga de David — David era uno de los mejores amigos de Marco.

—     Hola Gabriela, lamento que me veas así. Es mi cumpleaños ¿sabes?

—     Lo sé, me alegro de que estés pasando bien.

—     Gracias — Marco se quedó en silencio mientras intentaba incorporarse.

—     Tranquilo, tengo algo que te hará sentir mejor — Dijo ella mientras desenvolvía un papel y lo extendía hacia Marco. Él pudo divisar un polvo blanco, puesto para ser consumido inmediatamente, se acercó con rapidez y lo inhaló por su fosa izquierda.

—     Gracias, no sabes cuanto necesitaba esto — Dijo Marco mientras se comenzaba a sentir mucho más activo y menos mareado y desequilibrado — Eres muy linda, no te había visto antes.

—     Gracias, tú no estás nada mal.

Ambos conversaron trivialidades por unos largos minutos hasta que finalmente y casi sin darse cuenta en que momento ocurrió, se besaron. Un beso apasionado pero extraño para Marco ya que no podía sentir mucho a nivel físico, su cuerpo estaba amortiguado, dese la cabeza hasta la punta de los pies. Después de eso, las cosas para Marco se pusieron borrosas, lo siguiente que recuerda fue haber despertado en una habitación extraña, con Gabriela dormida, semi desnuda a su lado. Marco no quiso preguntar nada, ni despertarla, solo salió con rapidez de aquel lugar. Se sentía nervioso y apurado corrió buscando autobuses y fue a casa.

Al llegar se llevó una triste sorpresa, la tarde anterior su abuelo había fallecido a causa de un infarto, él no pudo despedirse. Marco sintió una culpa enorme y pesada sobre sus hombros, el dolor que eso le causo fue realmente intenso. Fue entonces cuando Marco decidió tomar otro rumbo en su vida, se alejo de las drogas y del alcohol, casi de un día para otro. Sus días ahora eran bastante más tranquilos y así logró finalmente graduarse del colegio. Su vida había tomado un rumbo mucho más tranquilo y pacífico.

Cierto día, Marco, buscaba una libreta en el escritorio de su padre, no la encontraba y comenzó a buscar más y más a fondo, y aunque no encontró lo que buscaba, encontró algo diferente y extraño. Una fotografía de su padre con un muchacho de unos quince años. La fotografía era antigua, quizás de unos quince años atrás, porque se veía bastante joven. En la parte posterior de la fotografía alguien había escrito: "Gracias por este día, eres el mejor papá".

Marco se sintió muy confundido, aquel muchacho de la fotografía llamaba papá, a su padre, pero Marco no tenía ningún hermano, hasta ese día. Espero con ansias a su padre hasta que finalmente muy entrada la noche llegó.

—    Papá, ¿quién es este muchacho? — Le dijo Marco directamente y sin rodeos mientras le mostraba la fotografía. Su padre se quedó en silencio por un momento. Aquello lo tomo por sorpresa absoluta.

—    Hijo, es algo que nunca he sabido como decirte — Dijo finalmente titubeando.

—    Era mejor que me lo dijeras a que lo descubra.

—    Lo sé y lo siento mucho, he sido un cobarde por años.

—    Pues ahora que lo sé, tienes que contarme todo.

—    Fue mucho antes de conocer a tu madre. Estuve con una mujer que unos amigos me presentaron. Yo era muy joven, la verdad no fuimos novios, fue como algo fugaz, ella no era de la ciudad y al cabo de unos días se marchó sin decir nada. No volví a saber de ella hasta que cierto se presentó en mi trabajo con un niño de unos diez años. Tu tenías un año en es entonces, me dijo que aquel niño era mi hijo y que nunca supo como contactarme hasta ese día.

—    No puede ser, y ¿Qué pasó con él?

—    Pues, él está bien, no tenemos mucho contacto porque a tu madre le molesta eso y yo no quiero conflictos con ella. Le solía enviar dinero, pero ahora él es un hombre adulto y profesional.

—    Bueno, es mucha información para procesar, papá. ¿Qué decía mamá sobre esto?

—    Ella quería ocultarlo, no le gustaba nada de la situación, a pesar de que fue mucho tiempo antes de conocerla. Es por ella que intenté mantenerlo en secreto.

La conversación no duró tanto, Marco supo que su hermano se llamaba Felipe y se dispuso a buscarlo. Su madre estuvo realmente molesta con la situación, pero no pudo hacer nada al respecto. Con la tecnología y las redes sociales encontrar a Felipe fue muy fácil. Marco le envió un mensaje y al poco tiempo acordaron una cita para verse. Él era un hombre de 31 años, dentista exitoso y bastante agradable persona. Marco y Felipe se volvieron amigos rápidamente y les sorprendió lo similares que eran en muchos aspectos, tanto físicos como en pensamientos y gustos.

Desde entonces mantenían contacto constante, aunque no se veían mucho, hablaban casi a diario.

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