Nuevas etapas

A la mañana siguiente Perla, llamo insistentemente a Alicia, pero ella no respondió. Aunque Perla en un principio se sentía molesta con la ausencia de Alicia, luego comenzó a preocuparse porque parecía que algo le hubiera pasado. Alba se sentía triste de que Alicia, su primera amiga y cuidadora haya desaparecido de esa manera. No podía entender porque se fue y no le dijo nada.

Perla se sentía muy nerviosa, se comenzó a sentir como solía sentirse durante su adolescencia, cuando tenía ataques de pánico y ansiedad. Con los años había superado aquella situación, pero lo ocurrido con Alicia le había comenzado a poner a flote esas emociones de nuevo. Pidió que la reemplacen en su trabajo por un par de días y se quedó con Alba, la llevo a la escuela y al taller. Sin motivo especifico, quería estar cerca de su hija y alejarse lo menos posible. En esos días, una tarde, cuando regresaban del taller de pintura, se encontraron con Marco en el parque. Él se acercó con entusiasmo y saludo a Alba alegremente, ella respondió con timidez, pero estaba feliz de encontrarlo de nuevo. Ese día Marco le pidió que se quedara a jugar, ella quería hacerlo, pero su madre no estaba totalmente convencida.

—    Alba, ¿Conoces a este niño? — Preguntó su madre dudosa.

—    Si mamá, es mi amigo, lo conocí el otro día.

—    ¿Pero cuando? — Dijo su madre sorprendida.

—    Hace unos días, cuando Alicia se fue y volví sola.

Perla la miró con el ceño fruncido, no le gustó pensar que su hija habló con desconocidos estando sola. Sin embargo, notó lo alegre que estaba Alba al encontrarse con el niño.

—    Bueno… puedes jugar un momento, pero vuelves pronto a casa — Dijo Perla temerosa.

—    Si mamá, te prometo que sí.

Alba se acercó hacía los otros niños con los que se encontraba Marco, eran dos niños más. Los otros niños estuvieron un par de minutos y luego tuvieron que ir a casa. Marco y Alba se quedaron solos, el niño metió su mano en su bolsillo y saco un pequeño tuvo, como un esfero.

—    ¿Qué es eso? — Dijo Alba extrañada.

—    Es pirotecnia. Lo podemos encender para que lo veas.

—    No se si eso sea buena idea…

—    ¿Porqué no? Tengo fósforos.

—    Pero, no debemos usar fuego podemos quemarnos.

—    Solo hay que saber como usarlo, mira.

Marco encendió el tuvo y tres pequeños destellos salieron disparados hacia el cielo con rapidez. Aunque Alba se asusto en un principio, también se quedó sorprendida de lo bellos que se veían esos destellos. 

—     ¡Wow! Es increíble — Dijo Alba sin quitar la mirada del cielo.

—     ¡SI! Es muy divertido. Tengo más en casa, otro día los traeré para que los veas.

—     Si, me gustaría mucho — Dijo Alba mientras se sentaba en una banca del parque. Marco se sentó junto a ella.

—     ¿Hace cuanto vives aquí? — Preguntó Alba.

—     Hace un año, vine aquí con mis padres, antes vivíamos con mis abuelos.

—     Nunca te había visto.

—     Yo sí, te he visto cuando sales en la mañana y cuando llegas a veces también, yo salgo al colegio a la misma hora y llegó a la misma hora.

—     Creo que nunca he visto más allá de la puerta de mi casa — Dijo Alba riendo tímidamente.

—     ¿Cuántos años tienes? — Dijo Marco.

—     Tengo doce ¿y tú?

—     Somos casi iguales, yo tengo once.

—     Creo que ya debo volver a casa, ya casi comienza a anochecer — Dijo Alba poniéndose de pie.

—     Si, yo también debo volver, aunque no quiero.

—     ¿Por qué no?

—     No lo sé, mi mamá a veces está muy enojada conmigo y no me gusta que me grite — Alba no supo que decir, se quedó en silencio un momento y luego se despidió con rapidez.

Marco volvió a su casa con pasos lentos y pesados, realmente no quería volver. Su madre, Victoria, lo esperaba con la cena, como siempre, pero ella muy pocas veces estaba de buen ánimo. Victoria solía ser una mujer entusiasta y agradable, sin embargo, su tan característico carácter cambio hace tres años atrás, cuando su esposo José, fue infiel. Victoria adoraba a José, había sido si primer y único amor, soñaba con amarlo toda su vida y envejecer juntos. Cuando descubrió, por sus propios ojos, que José mantenía un amorío con otra mujer, su mundo se vino abajo.

Una tarde de viernes, Victoria iba a recoger a Marco a la escuela, cuando él tenía solamente ocho años. Manejo el automóvil hasta el lugar y recogió a su hijo, tuvo que hacer una parada extra por el supermercado y es entonces cuando los vio. Caminando por los pasillos, tomados de la mano, él con un vino en sus manos. Paralizada y aterrada por la escena, tiró sus compras al piso y de inmediato salió del lugar, José no la vio. Marco esperaba en el auto y vio a su madre entrar desesperadamente, no podía respirar, parecía que se estaba ahogando. La vista de Victoria se puso borrosa y sus manos y piernas le hormigueaban, todo su mundo se vino abajo. Oía la voz de su pequeño hijo gritando, “¿Mami estás bien?” ¿Mami que te paso?”. Todo eso ocurrió en un lapso de pocos segundos. Victoria volvió en sí, encendió el auto y condujo a casa con rapidez y en silencio, Marco nunca supo lo que había ocurrido aquel día.

Esa noche Victoria le dijo a José lo que había visto, él lo negó todo y ella no tenía pruebas, excepto las de su memoria. José, sintió el peso de la culpa sobre su espalda como una tonelada. Terminó aquella relación e intentó ser un esposo devoto y atento. Pero Victoria nunca, volvió a confiar en él. Ella jamás volvió a hablar del tema, se quedó en silencio, pero su memoria y sus pensamientos gritaban todo el tiempo. Ella nunca tuvo el valor de separarse de él, pero vivía en un constante martirio de dudas e inseguridad. Victoria contenía todas sus emociones, pero algo se rompió en su interior aquel día. Ya no sonreía, y su frustración y dolor los proyectaba sobre su hijo. Marco nunca comprendió el cambio de su madre, nunca entendió porque ella ahora no lo arropaba antes de ir a dormir, o porque dejó de traerle golosinas cuando iba a la tienda, Marco nunca supo porque su madre se encerraba en el baño a sollozar por horas y jamás pudo explicar porque ella parecía una especie de androide que actuaba solamente por medio de programación.

Marco había encontrado una escapatoria de eso, saliendo al parque con sus amigos de barrio, él siempre ha tenido una gran capacidad para socializar con otros y eso era una ventaja para él. Aunque aún no era consciente de sus acciones, realmente el niño buscaba llenar aquel extraño y confuso vacío que su madre había cavado en él. Sin embargo, para Marco, los niños del parque eran suficiente, se sentía tranquilo y se sentía parte de un grupo. Alba, su nueva amiga, le agradaba, Marco pensaba en ella como una niña muy alegre y eso le daba alegría también a él.

Mientras tanto, Alba llegó a casa, cuando entro por la puerta vio a su madre sentada en el comedor con llanto en sus ojos. Ese día su padre estaba en casa, él salía de la cocina con una taza de café que le dio a Perla.

—     ¿Qué ocurrió? — Dijo Alba acercándose a su madre.

—     Hija, pasó algo con Alicia — Dijo su padre.

—     ¿Qué ha pasado? — Respondió Alba con miedo evidente.

—     Mira nena, Alicia tenía un hijo, ¿Te acuerdas de él? — Dijo su padre.

—     Si papá, su hijo Antonio, ella siempre habla de él.

—     Bueno, hace unos días atrás él tuvo un problema, a veces, cuando las personas no reciben ayuda no saben como manejar sus problemas y se sienten muy tristes. Cuando se sienten muy tristes deciden quitarse la vida.

—     ¿Antonio murió?

—     Si nena, él murió ese día que Alicia no fue por ti al taller es por eso por lo que tuvo que irse tan pronto.

—     ¿Ella va a volver?

—     No lo sé, tenemos que esperar a que se sienta mejor.

Alba se quedó en silencio, estaba tratando de procesar la información que había recibido. Su padre le dio una taza de té y luego se fue a su habitación. Lo que había ocurrido era muy triste, era la primera vez que ella sabía de alguien que cometía suicidio. “Que triste, pobre Antonio, tal vez no tenía ningún amigo con quien hablar y su mamá estaba siempre conmigo y no con él” pensó Alba con tristeza.

Con el pasar de los días Alba casi olvido lo que ocurrido. Al cabo de un mes Alicia regresó. Alba estaba realmente feliz de verla de nuevo. Alicia no había cambiado, ella era igual de alegre y cariñosa como lo había sido siempre. Alba se sentía aliviada, aunque ella quería que Alicia le contara sobre lo que le pasó a Antonio, su madre le dijo que nunca hablara de eso con ella. Alba se guardó todas sus dudas y las dejó ser incógnitas en su vida para siempre.

Durante ese mes que transcurrió con la ausencia de Alicia, Alba se había vuelto una amiga muy cercana a Marco, casi todas las tardes jugaban en el parque, reían mucho, comían dulces, Marco solía tener pirotecnia y aunque Alba tenía temor de que les pasará algo, pero también disfrutaba de las luces. Corrían toda la tarde, jugaban a las atrapadas, a veces se recostaban el césped y buscaban formas en las nubes, o sobre alienígenas, también sobre dinosaurios y vampiros. Esta nueva amistad representaba algo muy bueno para los dos niños, ellos encontraban un refugio en su amistad y se sentían protegidos y contentos. Las cosas eran buenas para ambos niños a pesar de los complicados momentos que vivían en sus hogares.

—     ¿Crees que podremos ser amigos para siempre? — Le preguntó Alba un día a Marco.

—     ¡SI! Claro que sí, nunca nos separaremos, y seremos mejores amigos hasta que seamos viejos.

—     Eso sería genial, espero que así sea. Me gusta juzgar contigo.

—     Así será Alba y seguiremos jugando hasta después, cuando seamos adultos, y los demás adultos se reirán de nosotros por jugar tanto.

—     No quiero que se rían de nosotros — Dijo Alba en medio de una pequeña risa.

—     Cuando seamos grandes no nos importará. A los adultos no les importa lo que digan los otros. 

Alba fue esa tarde muy tranquila a casa, sabía ahora con certeza que su amigo estaría siempre en su vida y eso le daba mucha paz. Ella no imaginaba ahora su vida sin Marco. Se sentía acompañada, ya que en casa había mucha soledad y silencio. Al igual que en la casa de Marco, donde él se sentía totalmente fuera de lugar. En hora buena que se conocieron.

El tiempo pasaba, termino el año y Alba hizo un viaje con sus padres, su tristeza fue grande al saber que no podría dar un abrazo a Marco por año nuevo. Comenzó un año nuevo los meses pasaron, Marco cumplió 12 años, sus padres le organizaron un cumpleaños bastante simple donde invitaron a los niños del barrio y algunos de la escuela. Luego fue el cumpleaños de Alba, cumplió 13 años, sus padres invitaron a los niños del barrio y a Marco a comer pizza, una celebración simple pero que los llenó de buenos recuerdos. 

Su amistad seguía creciendo, paso un año entero, hasta que a Perla le ofrecieron un nuevo trabajo, con un mejor sueldo, casi el triple de lo que ganaba. Ella aceptó, sin embargo, su nuevo lugar de trabajo era muy lejos de su hogar, por lo que decidieron que se cambiarían de casa. Aquella noticia golpeó a Alba de una manera inmensurable.

—     No puedo irme de aquí, aquí vive mi amigo Marco y seremos amigos para siempre — Les dijo con angustia a sus padres.

—     Hija, tranquila, harás más amigos, no te preocupes de eso — Dijo su madre.

—     No quiero otros amigos mamá. Ya tengo uno, es Marco.

A pesar de los reclamos de Alba, sus padres no cambiaron de opinión. Marco y Alba se despidieron con dolor en sus corazones, Alba anotó el número de la casa de Marco en una libreta pequeña y prometió llamarlo constantemente. Se abrazaron con fuerza y Marco vio como Alba se alejaba en su auto junto al camión de mudanzas.

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