Amor sin cadenas
Amor sin cadenas
Por: maria elisa imbacuán vizuete
Amigos de barrio

Alba era una niña muy tranquila y silenciosa, vivía en un barrio pacífico con sus padres, Ramiro y Perla. Había vivido en la misma casa desde que nació. Cuando Perla quedó embarazada, Ramiro se encontraba terminando su carrera de medicina, el embarazo coincidió con su graduación, por lo que recibieron a Alba en medio de la celebración de la graduación de su padre. Perla dejó sus estudios en idiomas, y cinco años después del nacimiento de su hija los retomo, sin embargo, ese regreso a la universidad fue muy difícil para ella. A veces Perla se arrepentía de haber tenido a Alba, lo pensaba con culpa, se sentía avergonzada con ella misma por tener pensamientos así, porque amaba a su hija, pero la realidad es que ella siempre soñó con viajar por el mundo y nunca se había proyectado como una mujer casada y con una hija y nada resultó como ella esperaba. Aunque no era infeliz, ni le iba mal en su vida de madre y esposa, muchas veces su mente divagaba en las cosas que hubiera hecho si nunca se hubiera unido con Ramiro y no hubiera nacido Alba. A veces se veía a si misma en una cafetería en Italia, sin ninguna preocupación, sin nada en que pensar más que en ella misma. A pesar de que cada día dejaba un momento a su mente volar, casi de inmediato intentaba regresar a la realidad.

El matrimonio de Perla y Ramiro fue bastante planificado, tenían una relación de tres años cuando decidieron casarse y cuatro meses antes de la boda Alba se enteró de su embarazo. La boda fue adelantada e hicieron todo para que sea en el menor tiempo posible. Fue una fiesta memorable ya que los padres de ambos invirtieron mucho de su dinero para la celebración. La vida que llevaron desde entonces fue bastante tranquila, incluso después del nacimiento de Alba, ya que era una niña muy tranquila, lo fue desde que nació, lloraba poco, parecía entender todo con claridad y fue siempre muy educada. Nunca les causo problemas a sus padres en ningún sentido. Ellos decidieron no tener más hijos ya que ambos eran personas muy ocupadas. Ramiro trabaja en el hospital de niños más famoso de la ciudad, mientras que Perla se esforzaba mucho por graduarse de la universidad, apenas pudo graduarse comenzó a dar clases de inglés en una universidad de su ciudad y el tiempo que le dedicaban a Alba era muy poco. Alba vivió la mayor parte de su infancia con su niñera. Una mujer adulta, de unos cincuenta años, bastante robusta, de piel morena, Alicia. Ella fue contratada para el cuidado de Alba desde que la niña tenía cinco años y desde entonces estuvo junto a ella hasta que cumplió los diez y seis años. Que fue cuando Alicia se jubiló.

El cariño que tenía Alba por su niñera era muy profundo y sincero. Incluso, a veces, la niña pensaba que ese amor que sentía era mas grande que el que sentía hacia sus padres, pero nunca lo dijo, sentía que era una niña mala, por sentir eso. Ramiro y Perla intentaban cubrir su ausencia en la vida de su hija con regalos caros y cursos de diferentes cosas, aunque a Alba le costaba mucho adaptarse a los cursos y sentir un gusto real hacia alguna de las actividades que realizaba, había probado con danza, atletismo, ajedrez y origami, ninguno le gustó y terminó dejando los cursos en menos de un mes. Cuando cumplió doce años, su madre la inscribió en un taller de pintura, y fue la primera vez que Alba sentía un verdadero gusto y pasión por una actividad. Le fascinaba poder pintar con distintos materiales y plasmar todo lo que venía a su mente, su maestra sorprendida de su habilidad, les menciono a los padres de Alba que la niña tenía un talento innato y les recomendó que la mantengan en el taller para que pueda seguir aprendiendo. Al ver la felicidad de Alba, sus padres la mantuvieron en el taller.

Las clases de pintura de Alba eran cerca de su casa, podía ir caminando sin problema y tardaba alrededor de quince minutos en llegar. Todos los días, a las tres de la tarde, Alicia la acompañaba hasta el lugar y luego la recogía a las cinco. Una tarde, bastante fría, Alicia dejó a la niña en el taller y se marchó a casa. Unos minutos después de haber llegado a casa, Alicia recibió una llamada, era su hermana.

—     Alicia… — Dijo su hermana con la voz entrecortada y lejana.

—     Hola, ¿estás bien? — Dijo Alicia con extrañeza, ya que su familia nunca la llamaba durante sus horas laborales.

—     Ha ocurrido algo…necesito que vengas pronto — Dijo la mujer en el otro extremo de la línea con desesperación.

—     No puedo ir ahora, estoy trabajando. ¿Qué ha ocurrido?

—     Es Antonio… se mató— Un silencio largo y profundo invadió la comunicación — ¡Alicia, tu hijo se mató!

Alicia pensó que era una broma, no pensó que fuese en serio. No podía ser posible que, su pequeño, su niño, Toñito, su hijo de quince años se haya quitado la vida. Alicia cerró la llamada sin decir nada, se quedó en completo silencio, comenzó a escuchar en su cabeza la voz de su hijo y recordó con claridad todas aquellas veces que él le dijo: “Mamá, no sirvo para nada”, “mamá, me quiero morir”, “Mamá, es muy difícil estar vivo”. Alicia escucho aquella dulce voz retumbando en su cabeza y de inmediato, salió de la casa de Alba, tomo un autobús y fue hacia su hogar. No pensaba en nada y su cuerpo casi parecía actuar de manera automática. Alicia se fue y nadie fue a recoger a Alba aquella tarde.

Alba espero a Alicia por largos minutos afuera del taller. Pasado un rato, la niña decidió irse a casa, tenía miedo y bastantes nervios ya que nunca había regresado sola, al menos su casa era bastante cerca y conocía perfectamente el camino. Comenzó a caminar, temerosa, ya que nunca había estado sola fuera de casa. Siempre estaba Alicia.

Caminó despacio, mirando a todas partes. Avanzó un par de cuadras y luego llego al parque, el parque que debía atravesar para poder llegar a casa. Era un parque pequeño y era el último tramo que le faltaba. Dentro del parque había algunos niños jugando, eso le dio algo de tranquilidad a Alba. Pasó cerca de los niños, parecían de la misma edad que ella, mientras pasaba por allí, uno de los niños se acercó a ella.

—     Hola, ¿Cómo te llamas? — Dijo el niño espontáneamente. Alba se sintió algo nerviosa de aquel acercamiento tan repentino.

—     Soy…Alba — Dijo nerviosa.

—     Yo soy Marco. ¿Quieres quedarte a jugar?

Marco se mostró muy amable, parecía tener su misma edad, eso le dio confianza a Alba. Decidió quedarse un momento en el parque y acercarse a jugar con Marco y los otros niños. Los niños estaban jugando con pistolas de juguete, corrían y reían mucho. Alba, muy pocas veces había jugado de esa manera, aunque fue raro para ella, se logró integrar, fue una tarde muy alegre y emocionante. Ya casi comenzaba a anochecer, eso puso nerviosa a Alba, dejó de jugar abruptamente y comenzó a alejarse mientras decía, “Debo irme, adiós a todos”. Marco dejó a sus amigos y corrió tras Alba.

—     ¿Por qué te vas? — Le dijo mientras trataba de alcanzarla.

—     Ya es tarde, debo volver a casa — Dijo apresurada.

—     Te acompaño, vives cerca, te he visto.

Marco y Alba fueron juntos hasta la casa de la niña. Alba le agradeció y para despedirse se chocaron las manos. Alba se sentía muy contenta, estaba alegre y tranquila, Marco le agradó mucho, tenía un nuevo amigo y eso la emocionaba. Marco se alejo y Alba vio como entraba en una casa cercana a la suya, a unos metros de distancia.

Después de que Marco entro a su casa, Alba golpeó la puerta y nadie abrió. No sabía lo que ocurría, gritó varias veces el nombre de Alicia y nadie respondió. Ella se sintió muy asustada, no sabía que hacer, se sentó en la entrada a su casa y lloró, tenía miedo y se sentía confundida. Una hora más tarde, llegó Perla. Ella se llevó una sorpresa al ver a su hija en la entrada de la casa llorando con desesperación. La abrazó y le preguntó que había ocurrido.

—     No lo sé mamá, Alicia se fue.

—     ¿A dónde?

—     No lo sé, no la he visto desde que me dejó en el taller.

Ambas entraron a la casa, confundidas y asustadas, se abrazaron un momento. Perla llamó al teléfono de Alicia, pero ella no contestó. Perla se sentía un tanto molesta, no sabía que pudo haber pasado para que Alicia dejara a su hija pequeña de esa manera, pensó en todo lo que pudo haberle pasado mientras estaba sola regresando a casa, se sintió perturbada por sus pensamientos. Llamó a Ramiro a contarle lo sucedido, él, aunque sorprendido tampoco pudo prestar mucha atención debido a lo ocupado que estaba en el hospital, hablaron un par de segundos y luego Ramiro tuvo que cortar la llamada con urgencia porque tenía varios pacientes por atender. Aquella noche, no supieron nada de Alicia, durmieron juntas ya que Ramiro trabajaba toda la noche. Se abrazaron y durmieron temerosas y llenas de incertidumbre, Alba aún estaba algo nerviosa, pero se sentía reconfortada de dormir junto a su madre, algo que no hacía con frecuencia pero que le daba mucha paz.

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