Capítulo 3

¡¿Qué?! De la impresión me caigo del sillón —estaba sentada sobre el brazo del mueble— y suelto el teléfono como si hubiese visto un fantasma.

—¿Estás bien, Grace?

—S-sí, Mark, gracias. Hermana, ¿podemos hablar un momento?

—Sí. claro. Vamos a la cocina.

Tomo mi celular y me levanto, siguiendo a mi hermana.

—¿Qué fue lo que pasó allá?

—Recibí un mensaje de un número desconocido.

—¿Y eso qué? A todos nos pasa de vez en cuando.

—¿Un mensaje como éste? No lo creo, Grace. —Le entrego el celular a mi hermana y su reacción es de risa—. ¿Por qué la risa? —No estoy entendiendo nada.

—Esperaba demoraran en llegarte estos mensajes, pero al parecer me equivoqué. —dice elevando los hombros como si no fuera la gran cosa.

—¿Mensajes? —Interrogo incrédula. 

—Pues sí, Grace. Le diste tu número al menos a cinco chicos.

—¿Qué? ¿Y por qué no lo evitaste? 

—Lo intenté cada vez que lo hacías, pero cuando veías que me acercaba solo me ponías mala cara como si fueras a comerme.

—Oh, mi Dios. ¿Qué voy a hacer ahora? —digo agarrando mi cabeza sin creerlo.

—Bueno, primero cálmate y luego ya pensaremos en algo si te siguen llegando estos mensajes.

—No es de mucha ayuda eso, pero creo que no me queda de otra.

—¿Cómo te llegó el mensaje, por texto o W******p?

W******p... ¿por qué?

—Perfecto. Porque así podrás verle la foto de perfil que tiene, y eso te puede dar algún recuerdo de anoche.

—¡Claro! Qué idiota. No lo había pensado. —Me fijo en la imagen de su rostro, pero de buenas a primera no logro reconocerlo.

—¿No lo recuerdas? —Niego con la cabeza—. Ojalá puedas a medida que sigue el día. 

—Lo mismo digo, es horrible no poder recordar prácticamente nada de lo que hice anoche. Gracias a Dios estabas allí para cuidarme.

—Sabes que así será siempre. —Nos damos un abrazo—. Por cierto, necesito de tu ayuda para algo importante.

—Ya me asustas. Qué necesitas.

—Eres la primera persona a la que se lo digo. Mark todavía no sabe nada.

—Anda ya, ¡dime!

—¡Estoy embarazada!

Me tapo la cara ya que no me lo creo. Hace tiempo buscaban otro hijo y no se había dado. Mi sobrina ya tiene cinco años y querían darle un hermanito o hermanita.

—¡Felicidades! —Congratulo a Caroline sin ser excesiva—. ¿Y cuánto tiempo tienes ya? 

—Dos meses. Hace dos semanas fui a médico para confirmar.

—Me alegro mucho por ustedes, hermana.

—Gracias. Te estoy pidiendo ayuda porque quiero darles la sorpresa a Mark y las niñas en grande, pero no se me ocurre cómo. 

—Bueno, en ese sentido viniste a la persona correcta. Sabes que gracias a mi ingenio se me ocurren muchas ideas.

—Lo sé, Grace. Amo y envidio tu genialidad.

—Bien. Entonces déjame pensar en algo lindo para todos y te lo hago saber. Ahora debo descifrar qué hago con lo que hice anoche.

—Eso estará difícil si no recuerdas prácticamente nada.

—Eso ya lo sé, no me lo recuerdes. No tengo la mínima idea sobre qué voy a hacer.

—Relájate, antes que cualquier otra cosa.

—Para ti es fácil decirlo.

—Sí, hermana. Pero créeme si te digo que traté de evitar que le dieras tu número a todos los chicos con los que bailaste.

—Te creo, Caroline. Sólo espero acordarme de algo pronto.

Mientras conversamos otro poco, al rato me llega otro mensaje.

«Hola, guapa. Fue un placer bailar contigo anoche.»

Apenas lo recibo se lo muestro a mi hermana. Nos damos cuenta que es otro chico el que escribe. Sólo espero que no empiecen a escribirme todos los chicos a los que les di mi número. ¡Por Dios, qué vergüenza, yo no soy así!

—Tranquila, Grace. 

—Pero ¿cómo quieres que me calme? 

—Ya pensaremos en algo, ya te dije.

—Esto es desesperante.

Nos vemos interrumpidas cuando entra Mark a la sala.

—Las chicas se quedaron dormidas. —Nos avisa—. ¿Qué cotillean tanto?

Tengo tanta vergüenza de decirlo, pero a lo mejor Mark, nos puede ayudar a reconocer a alguien.

—Mira, amor. —Caroline, le enseña mi celular—. Con las locuras de mi hermana de anoche, le dio su celular a varios chicos. Lo malo es que no se acuerda de ellos.

—Vamos a ver...

Veo a Mark analizando las fotos. 

—Tienes suerte. A estos dos los conozco. ¿A cuántos les diste tu celular?

—Según Caroline, a cinco.

—¡Vaya! Estás toda una rompecorazones.

—No seas idiota. —Lo golpeo—. No me agrada nada esto, además, te recuerdo que a mí me rompieron el corazón.

—Bueno, sí, pero por lo visto —señala mi celular—, es asunto totalmente olvidado.

—Ya que... —Digo resignada al hecho de que al parecer es verdad—. Y bien, ¿quiénes son?

—El primero —hace mención al del primer mensaje—, es Arthur. Es fisioterapeuta y trabaja en la universidad de Florida. Y el segundo, es Nick, trabaja en el restaurante de sus padres.

—Vaya, y ¿de dónde los conoces? 

—Fuimos compañeros en la FIU1.

—¡Vaya suerte la mía! —Hablo irónicamente. Mi hermana y su marido se ríen de mi desgracia—. No se rían de mí. Esto es horrible.

—Al menos ya los conoces al menos, en base a eso, ya puedes averiguar un poco más. —Explica mi cuñado.

—Supongo tienes razón. 

—Amor, a futuro, ¿alguno tiene posibilidad con la señorita?

—Pero ¿qué dices? Ya me quieres involucrar con alguno de ellos.

—Hermana, seamos realistas, ya es tiempo de que des vuelta la página y anoche ya diste el primer paso.

—A decir verdad, yo diría que sí, es cosa de tiempo nada más. No te diré con cuál, pero hay uno que tiene más posibilidades.

—¿Y todavía me quieres dejar con la incógnita? —exclamo exasperada por la situación.

—Déjanos algo, cuñada. Será divertido.

—Sí, claro, para ustedes lo será el reírse de mí. Será mejor vaya a ver a Mandy. 

Me levanto del sillón dejando a los tortolos solos por un rato. ¡No puedo creerlo! Apenas estoy comenzando con esto de mi "nueva vida" y ya me quieren involucrar con alguien, ¡es insólito! y además les divierte. 

Llego a la sala y veo como mi niña duerme plácidamente. Estoy segura que tuvo un gran día. Doy gracias a que tiene a los mejores tíos. Nos hacen olvidar todos nuestros problemas y logran que todos los momentos en familia valgan la pena.

Con cuidado la tomo en brazos para llevarla a la cama. Se mueve un poco y abre sus ojitos al darse cuenta que la estoy cargando, pero los vuelve a cerrar al ver que soy yo, quien la lleva. La dejo en la cama y la arropo lo suficiente porque sé que en la noche se tiende a mover un poco. Acaricio su pelo de forma suave para que vuelva a dormir y me quedo unos minutos con ella.

Mientras hago esto, no dejo de pensar en la conversación con los chicos y en lo sucedido anoche. ¿Podrá ser que pueda darme una nueva oportunidad? No quisiera equivocarme si tengo una nueva relación. Ya sufrí bastante por John y no quiero hacerlo de nuevo por nadie. Entre tantos pensamientos, lo único que tengo claro es que no volveré a sufrir ni llorar por ningún otro. A la primera falla, le diré adiós.

Sé que puedo darme una nueva chance, es solo el miedo a no ser capaz de ser feliz. Tengo muy claro que ante cualquier hombre que quiera aparecer en mi vida, mi pequeña princesa será siempre primero.

Agarro mi celular y veo las imágenes de los tipos que me enviaron mensajes. El primero Arthur, está solo y se ve en la cima de alguna montaña. Mark dijo que es fisioterapeuta, así que asumo le gusta estar al aire libre. A mí también me gusta eso. La libertad de sentirte libre, sin mayores preocupaciones. De hecho, muchas veces recurro a estos espacios al aire libre o la playa para inspirarme y poder escribir mis historias. De momento veo que algo tenemos en común.

El segundo, Nick, aparece con una mujer mayor. Asumo que podría ser su madre, mi cuñado mencionó que trabajaba en un restaurante con sus padres. Puede ser que éste sea de sus padres y él sea parte de los dueños o gerentes del lugar. Por otro lado, me agrada que tenga una foto de su mamá, eso significa que tienen una relación cercana si además trabajan juntos.

Será mejor no me cuestione más sobre esto y me desconecte un poco del tema. Le doy un beso a mi niña y la dejo dormir tranquila junto a su prima.

Cuando llego a la cocina para comer algo, veo que mi hermana está colgando el teléfono.

—Acabo de pedir una pizza. —Me explica.

—¡Qué bien! Muero de hambre. —Mi estómago ruge apenas termino de hablar. Caroline y Mark se ríen.

—Tranquila, tigresa. —bromea mi cuñado.

—Lo siento. —Me disculpo—. Comprenderás que las horas del día están cambiadas para mí hoy.

—Ya lo sabemos, Grace.

—¿Ya has pensado qué harás con tus nuevos galanes? —Consulta curioso el marido de mi hermana.

—Creo que les daré una oportunidad. Al menos una cita con ellos.

—Eso suena sensato. Sabes que no pierdes nada con intentarlo.

—Lo sé. Lo sé. Ya dejen de decirlo, por Dios. 

—Queremos verte y feliz, hermana.

—Eres una gran mujer, Grace. Te mereces los mejor.

—Ya, chicos. Ya lo decidí. —Aunque no lo digo muy convencida del todo—. Les responderé a estos chicos a ver qué pasa.

Nos sumergimos en una nueva conversación hasta que suena el timbre. 

—¡Ha llegado la pizza! ¡Yo abro! Caroline, trae mi cartera, por favor.

—Anda a abrir, ya te la llevo.

Me encamino hacia la puerta, entusiasmada de abrir y comer esta pizza. Apenas mi hermana me comenta que la ha encargado, se me abre el apetito.

Abro la puerta y...

—Hola, traje la piz... vaya... hola preciosa, no esperaba verte tan pronto...

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