Capítulo 2: El comienzo de la tragedia

Alessandro entro a la hacienda acompañado de Don fernando, aquel hombre parecían rondar ya los cincuenta años, tenía cabellos plateados decorando los costado de su cabeza y su rostro lucia unas cuantas arrugas al igual que una que otra verruga, pero aunque era fácil dejarse llevar por su edad, Alessandro dedujo que debía ser un hombre de temer.

Al pasar del vestíbulo hacia un pasillo, se encontraron con un par de sirvientas que lucían un uniforme pulcro, pero largo, quizás para no llamar la atención de los hombres armados que resguardaban el lugar. Las jóvenes detuvieron su andar y caminaron un par de pasos de reversa para pegarse al muro y ahí, inclinaron la mirada, sin atreverse a ver a Don Fernando o a su invitado.

Mientras caminaban, Alessandro miro de reojo todo a su alrededor, pinturas, retratos y demás decoraciones, no porque quisiera hacerlo, sino porque era mera rutina. Al entrar a un nuevo lugar, él analizaba con un vistazo una posible salida en caso de ser necesario escapar.

—¿Que le ha parecido el país?—cuestiono Don fernando mostrando una sonrisa, como todo buen mexicano estaba orgulloso de sus raíces, así como de su cultura y los paisajes que podía ofrecer el estado de michoacán.

—No he podido ver nada mas que lo que el trayecto hacia este lugar ofrece—expreso Alessandro un poco descontento por esa situación, pues le había agradado un poco la vista del pueblo y quería visitarlo antes de irse. En ese momento Don Fernando se detuvo para abrir las puertas del comedor.

Alessandro logro sorprenderse un poco y para demostrarlo alzo una ceja al ver un hermoso vitral que cubría una pared completa e iluminaba la habitación de diferentes tonalidades. Él había estado en diferentes lugares, algunos muy elegantes y otros no tanto, pero era la primera vez que veía algo similar, los europeos eran excéntricos, claro, pero con cosas antiguas, como si de verdad valiera la pena comprar una armadura del siglo XV, pero al parecer los mexicanos disfrutaban mas del arte actual y artesanal que antiguo.

—Hermoso ¿No lo cree?—pregunto Don Fernando orgulloso de su gusto para decorar su casa.

—Claro—dijo Alessandro sin darle mucha importancia, porque su código así se lo exigía. No debía compartir muchas palabras con su contratante que no fuesen mas allá del trabajo por el que estaban pagando su servicio.

Las relaciones personales solían causar problemas, por ello, las evitaba a toda costa. Don Fernando al ver su poco interés, supuso que él no era un hombre que apreciara el arte, por lo que no dijo nada mas y lo invito a sentarse cerca de él en el comedor. Alessandro acepto la invitación, esperando que en ese momento comenzara a hablarle sobre el trabajo, pero en vez de eso, lo que recibió fue una cátedra sobre la gastronomía mexicana. Probo un guiso que el mismo Don Fernando le informo que se llamaba Sopa Tarasca y una comida que aparentemente tenía la apariencia de ser carne con judías, pero alzo una ceja al descubrir que el platillo se llamaba olla podrida.

Aunque no disfruto mucho las explicaciones que su contratante le narraba, si disfruto un poco de la calidad de la comida, era algo que jamas había probado, pero pensó que era demasiado picante para su gusto.

Cuando terminaron de comer, Don Fernando se lo llevo de aquel lugar hacia su oficina privada. Alessandro continuo observando de reojo, para dibujar un mapa en su cabeza, si de algo se enorgullecía era de lo precavido y meticuloso que era para pensar en un plan de escape, en caso de necesitarlo. Su vida podía depender de ello.

La oficina, era espaciosa, tenía dos estantes de libros pegados a los muros, pero Alessandro dudo un poco que aquel hombre hubiese leído al menos uno de ellos. Parecían ser libros antiguos, con pastas gruesas, pero por el titulo en el lomo, intuyo que se trataba de libros escritos en español.

Sabia hablarlo, el español, pero aun le costaba pronunciar algunas palabras y no entendía el significado de otras ya que no había una traducción especifica a su idioma, pero sabia como comunicarse e incluso podía imitar algunos acentos para disimular el suyo. Si no fuera tan alto, delgado y de no tener los ojos verdes, podría pasar desapercibido como un mexicano mas, pero tal vez esas cualidades le traerían problemas, pero estaba dispuesto a enfrentarse a lo que sea con tal de distraer su mente y cumplir con su trabajo en tiempo y forma.

—Siéntate—le expreso Don fernando a su invitado. Alessandro miro la silla frente al escritorio y asintió—hablemos de negocios.

Alessandro confirmo lo que había sospechado antes, la sonrisa de aquel hombre se había ensombrecido de repente, mostrando, quizás, su verdadera personalidad. Esa que le había ayudado para ser el jefe de aquel grupo delictivo que se hacia llamar «La familia Michoacana»

—Supongo que necesito contarte un poco de historia para que entiendas algunos pormenores—explico Don fernando con la mirada seria, tomo un cigarro que guardaba en una caja metálica sobre su escritorio y saco un mechero de un cajón para encenderlo—¿Gustas uno?

—No—expreso Alessandro un tanto receloso, comenzaba a entender que los narcos no solo eran personas violentas como las noticias lo hacían parecer, eran hombres inteligentes que sabia exactamente lo que hacían.

—Bien, la historia de este cartel es larga, así que comenzare de unos diez años hasta lo que ves ahora. Este cartel ha sido una organización que por muchas ocasiones ha estado al punto de desaparecer, cada líder ha sido asesinado y traicionado por su propia gente, incluso llego un punto en donde se dividió y desde entonces ha sido una lucha constante para obtener el poder absoluto del territorio de michoacán. Con este contexto, creo que ya sabrás para donde me dirijo ¿No?

—¿Mi trabajo consiste en hacerme cargo de alguien de este grupo que mencionas?—cuestiono Alessandro. En su mente comenzó a idear algunas soluciones para aquel problema, pero necesitaba saber un poco mas para descartar todas las posibilidades hasta quedarse solo con una y ese seria el plan a seguir.

—Así es, antiguamente este grupo que se fracciono de nuestra organización se hacia llamar guerreros unidos y de ellos surgió otra llamada los tequileros. Hace un par de años nos encargamos de ellos, fue un año muy sangriento en el que incluso algunos civiles pagaron por inocentes, pero hace un año volvieron a surgir, no muy lejos de aquí, pero al parecer su lidera no es alguien a quien yo reconozca, pienso que se ocultaron todo este tiempo para reunir gente, armas y droga para comercializar y así tener el poder y las provisiones suficientes para enfrentarse a nosotros.

—¿Y lo lograron?—cuestiono Alessandro intuyendo que tal vez el que lo contrataran, era un ultimo movimiento desesperado. Quien pagaría tanto dinero para un simple asesinato que un par de sicarios podían lograr fácilmente a no ser de que aquel plan ya lo hubiesen utilizado y fallado.

—Hace un mes se adueñaron de una de nuestras rutas de comercio y hace una semana atacaron a un comando armado que intentaba recuperarla, mi hijo fue asesinado en ese ataque y su cuerpo fue desmembrado y puesto sobre el kiosco del pueblo para hacerme perder el juicio—explico Don Fernando soltando un suspiro

—Lo lamento—expreso Alessandro un poco mas interesado en el asunto, no había tenido un trabajo así desde hacia mucho tiempo—ahora, déjame ver, se trata de un grupo poderoso, bien organizado y armado, conocen sus rutas y por lo que veo también sus movimientos ¿Considero la idea de tener entre sus filas a un topo?

—También lo considere, así que fueron eliminados los posibles candidatos, pero aun así, esta mañana nos enteramos que una de nuestras bodegas quedo hechas cenizas—expuso Don Fernando confundido con sus propias palabras.

—Entiendo ahora que me ha explicado parte del problema, pero antes de darle una posible solución me gustaría saber porque pretende que realice el trabajo esta noche, ni siquiera sé a lo que estaré por enfrentar.

—Esta noche, habrá una boda en donde suponemos es la hacienda del hombre que se llama a si mismo " El jefe" creo que es el momento perfecto para atacar y asesinarlo. Cuando él ya no nos estorbe, nosotros podremos acabar con lo que quede de su cartel.

—¿Y que le hace creer que podre entrar?—cuestiono Alessandro para probar la confianza del cliente—por lo que me dice, parecen estar mas que organizados, incluso podría atreverme a decir que alguien los entreno.

—¿Como que alguien?—cuestiono Don Fernando sin entender a que se refería.

—Así como usted me contrato, hay muchos otros que ofrecen servicios como los míos—supuso—los grupos armados no renacen de las cenizas a menos que existan tres hombres que sean el pilar de todo ello.

—¿Porque esta tan seguro que serian tres?—cuestiono Don Fernando un tanto exceptico, pero si un asesino como él así lo intuía, no podía dudar de sus palabras.

—Si me lo permite, he visto organizaciones ser levantadas de la nada. Uno se hace pasar por el lider, todo el mundo lo respeta por el poder que parece tener, pero él solo es el porta voz de alguien mas poderoso, el que entrena a sus soldados, este se mantiene oculto y se hace pasar por la mano derecha del lider, con esto evita ser el blanco de algún intento de asesinato, pero éste personaje es quien realmente toma las decisiones.

—¿Y el ultimo?—quiso saber Don fernando.

—El ultimo no es muy importante, pero es quien se encarga de averiguar y recabar toda la información necesaria antes de tomar cualquier decisión.

—No creo que eso sea cierto, no es que no te crea, pero parecen movimientos que un soldado de pelicula aplicaría—expuso no muy convencido de lo que acaba de escuchar.

—Eso parece, pero mientras usted no crea sera mejor para ellos. Sera como robarle un dulce a un bebe, nunca lo vera venir, pero es tan solo una suposición sin fundamentos, para confirmar lo que digo hace falta investigación, por ello no suelo atacar con los ojos vendados, necesito información confiable, pero si ya ha tomado una decisión, no soy quien para hacerlo cambiar de opinión. Me apegare al plan inicial 

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