Capítulo 0.2

Capítulo 0.2

Vanessa.

Llegó a su departamento con un humor de perros, azotó la puerta con fuerza descargando un poco de su rabia con el objeto inanimado que de nada tenía la culpa.

Las llaves del coche fueron a parar con un repiqueteo encima de la mesita de cristal del recibidor.

Suspirando se lanzó sobre el sofá de tres cuerpos masajeandose las sienes con los ojos cerrados.

—Wow....wow... es careto de parca, no es buena señal.

Sintió el lugar a su lado hundiéndose bajo el peso de Nina. La única amiga de la Universidad, que Katia no había podido arrebatar de su lado.

Morena de un metro setenta, brasileña, con gusto extraño por lo extravagante, el color rosa y más energía que una lata de Red Bull.

—Cuéntame. ¿Qué ha hecho esa perra pelirroja, para que te cargues el aura de un sicario?.

—No me la encontré.— bufo, abriendo los ojos para observar el rostro estupefacto de su amiga. — Me abrió la puerta su novio, un tío cachas de dos metros lleno de tatuajes y con un libido más alto que la autoestima de mi primita.

Nina soltó un chillido agudo capaz de dejarte sin tímpanos, muy típico de ella. Por suerte Vanessa se había acostumbrado a esos arrebatos.

—¡¿Qué?!, ¡Joder y me lo sueltas como si estuvieses hablando del clima!. ¡Cuéntame todo!.

Y así lo hizo, pasó a restarle con precisión los acontecimientos, esmerandose en describir tal cual la tensión sexual tan fuerte que nunca había experimentado en sus veinte años de existencia.

Terminó de hablar con un suspiro cargado de confusión.

—¡Joder!, que intenso, hasta ya me dio calor. No lo puedo creer Katia teniendo una relación formal, marquemos este día en el calendario, es un milagro señores.

—Sí lo sé. Aunque menudo novio, estoy segura que si se lo hubiese propuesto terminariamos follando en medio del pasillo, frente a las narices de Katia.

—Y se lo merecería.

—Nina...

—¿Qué?— preguntó con gesto inocente alzando las manos a la altura de su rostro. —Yo sólo digo. ¿Acaso tu no lo crees?.

Vanessa suspiro, al nerviosismo volviendo a su cuerpo. Hurgando en el bolsillo de su chamarra de cuero, extrajo una cajetilla de Marlboros mentolados encendiendo uno. No le había atizado un puñetazo al cabrón cuando expulsó el humo en su rostro, por el simple hecho de que ella también fumaba.

—Yo no soy como, Katia. Nunca lo seré, si bien se follo a cada chico que me interesaba no le voy a dar una rebanada de su propio pastel, no soy así.

—Lo sé, aunque...— la observó con una sonrisilla pícara.— Ese cerdo te hace mojar las bragas.

—¡Nina!.

—Admítelo, Jonson.

Vanessa la fulminó con la mirada, la sonrisa en su labios dejaba en evidencia que realmente no estaba enfadada.

—Nina Rossi, eres un jodido grano en el culo del tamaño de la Torre Eiffel cuando te lo propones. Pero sí, el bastardo egocéntrico me hace mojarme hasta el apellido.

Otro chillido por parte de su amiga inundó el recibidor, duró unos segundos antes que la expresión de su rostro se tornara sería.

—Tu tía llamó hace un rato, tendrán una cena está noche. — la observó fijamente. — Tu prima es la anfitriona, va a presentar a su pareja ante sus padres.

Los ojos de Vanessa se abrieron hasta casi salirse de sus cuencas.

—Me cagó en la suerte. Irás conmigo, ¿Verdad?. Mi mente solo soporta un egocéntrico, dos a la misma vez me volverán loca.

La sonrisa de Nina resplandeció.

—No me conoces de nada Vanessa Jonson, si piensas que me voy a perder la posibilidad de ver a ese tío cachas que te hizo temblar hasta el clítoris. Nos vemos a las seis.

Salió corriendo como una flecha hacia su cuarto, seguramente para pasarse horas escondiendo el atuendo más extravagante en su closet.

Vanessa dio una calada profunda al cigarrillo.

«Voy a necesitar a todos los Santos esta noche para no matar a nadie, Dios me ayude a no caer en la tentación.»

———

Se había vestido para matar, seducir y hacer que cualquier ser humano cayera redondito a sus pies.

Lo sabía y lo único que deseaba era ver la cara de las dos arpías que encontraria en la cena. Después de todo su tía se había encargado de vestirla en los eventos y reuniones importantes, atrabiandola con prendas horrorosas diez tallas más grandes. Intentando que nadie le diese una segunda mirada, sin darse cuenta que los ojazos azules, contrastando con el cabello negro y la piel blanquecina, eran suficiente arma de seduccion.

Todo el show para que Vanessa no le robara el protagonismo a su hermosa hija, eso en vez de molestarla le causaba satisfacción. Después de todo era lo suficientemente bella como para opacar la cabellera pelirroja y la anatomía de su prima.

Aunque no se pondría a comparar.

—Madre santa, Anna la va a liar parda cuando te vea.

A su lado Nina no paraba de mirarla. Vanessa se veía más radiante de lo normal, atrevida y sensual.

—Lo sé, ¿Por qué crees que me he vestido así?.

Señaló su atuendo con una mano, observando al frente. Faltaba poco para llegar a la mansión de los Jonson. A su lado Nina le regaló una mirada evaluadora, cargada de secretos.

La conocía mejor de lo que ella misma era capaz.

—Para impresionar a cierto cabronzote.

Sonrió, negando con la cabeza. Tenía razón, no solo lo había hecho para cabrear a su tía, quería que aquel hombre la admirara, de lejos.

Nunca lo admitiría en voz alta, después de todo estaba mal desear a la pareja del prójimo.

—Si tú lo dices.

El taxi frenó al andar frente a unos inmensos portones de hierro, Nina pago ajustándose el abrigo al cuerpo. Estaban a principios de abril, la primavera en pleno apogeo. Sin embargo, algunas noches corría una  lo suficientemente fría como para erizar la piel.

Vanessa observó a su alrededor, Madison Avenue se encontraba a reventar de ricachones teniendo una velada fuera, no era de extrañarse en un residencial tan lujoso como Upper East Side.

—Este lugar nunca deja de impresionarme, es como una mini ciudad de ricachones dentro de otra.

Vanessa tuvo que tironear de su brazo para poder llegar a la valla de hierro, tocó el botón del intercomunicador. Al instante la cámara apuntó directo a sus rostros, saludó en dirección al artefacto sabiendo que del otro lado se encontraba Robert, un viejo segurata que la vio crecer.

El portón emitió un pequeño click antes de comenzar a moverse, dándoles el paso.

Caminaron por el camino de grava rojiza directo a la mansión de granito que tenían enfrente. Vanessa pudo sentir el nerviosismo haciendo mella en su estómago, trepando lentamente por su garganta como un parásito letal.

Frente a ellas un coche de alta gama se encontraba aparcado, Vanessa sintió que el aire salía de sus pulmones de golpe, era amante de los autos y tenía en frente nada más y nada menos que un Ferrari Stradale valorado en 539576,25 dólares. 

Madre santa.

Se quedo envalesada observando la pintura negro mate, sabia con quien pegaba aquel coche, sin embargo, no lo pudo creer. Valía un maldito dineral.

—El dueño de este auto, ¿No querra adoptarme?.

Vanessa pasó saliva.

—Pues si lo logras, llevame contigo nena.

Continuaron hacia la casa, subiendo las escaleras de mármol donde la puerta fue abierta por Marie, la jefa de servicio y quien la crió desde pequeña. A ella y a cierto demonio pelirrojo que podía escuchar reírse en el comedor.

—Buenas noches mi niña. — La anciana le dio un beso en la mejilla, apretando su mano con amor. — Nina es un gusto volver a verte.

Su amiga le dio un beso en la mejilla. Marie las invitó a pasar con un gesto de mano, llevándose sus abrigos para dejarlos en el perchero. Cuando observo el vestido que abrazaba las curvas de Vanessa los orbes se le salieran de las cuencas.

—Hija, vas a parar el tránsito en todo Manhattan.

—Le he dicho lo mismo, soy totalmente hetero pero se me reinicia el cerebro cuando te veo.

Vanessa le dedicó una sonrisa cómplice a ambas, los ojos de la anciana encendiéndose con la inteligencia de la edad.

—Anna te va a montar un espectáculo, el yerno predilecto ha venido a hacer las debidas presentaciones y tú vestida así — mandó una plegaria al cielo. — Que te sea leve, niña. 

Rieron juntas hasta que el sonido de unos tacones se escuchó del otro lado. Conocia aquellas pisadas rítmicas, elegantes y estiradas como su tía. La mujer que vivía con un palo en el trasero las veinticuatro horas del día, cada día del año.

Marie agacho la cabeza retirándose del recibidor con la excusa de colgar los abrigos de las chicas.

—Ahí viene tronchatoro, y con un careto de parca que te cagas.

Ante el susurro de Nina, Vanessa se dio la vuelta enfrentando a su tía. Sus ojos mordaces analizando cada trozo de piel y de tela. Llevaba puesto un hermoso vestido escarlata, ajustado como un guante, revelando cada hermosa curva, escote corazón y un largo decente. Con finos tirantes que dejaban al descubierto las elegantes clavículas.

—¿Cómo te atreves a venir vestida así?.

No hubo saludos, ni sonrisas. Solo la reacción que ella esperaba obtener. Después de todo, si aquel coche era del demonio significaba un buen candidato para ambas vividoras.

—Hola tía, ¿Estoy bien y tú?Nina también se encuentra de maravilla, gracias por preguntar.

Los ojos de la arpía reina se encendieron, le dedicó una simple mirada a Nina como si fuera una mosca insignificante en su cara loza de porcelana.

—No te hagas la estupida. Sabes que se encuentra el novio de tu prima, y has venido vestida como una ramera.

Vanessa alzó una ceja, apretando su pequeña bolsa en su mano. Tuvo que agarrar a su mejor amiga para que no se lanzara encima de la víbora ponzoñosa que tenían enfrente.

—Déjame ver el vestido de tu hijita a ver que tan decente es, ya que te regodeas. — Dio un paso adelante, amenazadora. — La fama de comer sobras la tiene tu primogénita, querida. Estás mirando en la dirección equivocada.

Recompuso el gesto, dedicándole una sonrisa antes de caminar rumbo al salón. Donde el eco ahogado de las voces llegaba. Respiro un par de veces con Nina a su lado y entró.

—Buenas noches.

Saludaron ambas a la vez, llamando la atención de las tres personas allí presentes. Un coro de reacciones surcaron los rostros.

Su tío la miraba con admiracion, su prima como si quisiera hecharla a un bote de gasolina para luego tirar un fosforo y aquel demonio de esmoquin negro como si el mismisimo fuego estuviera en sus ojos, haciendo que la piel le ardiera donde aquellos orbes curiosos paseaban.

El deseo le desfiguró las facciones, haciendo de los ojos esmeralda un poso llameante.

Aquella lengua, que ya había visto con anterioridad, salió a juguetear con el carnoso labio rosado.

El hombre se paró de su asiento, tendiendo una mano en su dirección. Vanessa le ofreció la suya, al instante este la envolvió con una sonrisa juguetona se la llevó a los labios dejando un beso que le calentó la piel.

— Jack Lauder, un gusto conocerte al fin.

La respiración de Vanessa falló, tanto por el beso como por aquel nombre que resonó en su mente.

Jack Lauder, el maldito jefe de su tío, dueño del Buffet más prestigioso de todo Nueva York.

Que el diablo se la llevará, había tratado de Stripper al demonio más rico del país.

 ¡Lo había mandado a tomar por culo.!

Madre santa, que bueno que esta. 

Que Dios me ayude a no caer.

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