Capítulo 6 Crisis

Diego traía una bolsa de papel que desprendía el aroma más exquisito de pan recién horneado, Diego se rascó la nuca, pero una sonrisa adornaba su rostro.

   —No es un desayuno gourmet, pero huele bien, ella sonrió abochornada y él no dijo nada por lo que escuchó.

  Diego y Michael las siguieron en moto al departamento de Rebeka, Victoria bajó por el lado del copiloto y casi se cae, pero Michael estaba cerca y la sujetó, ella estaba muy mareada, pero de inmediato se incorporó y caminó sola.

   —De nada —dijo Michael a su espalda, muy molesto con la presunción de la modelo.

   —¿Qué quieres?, un monumento por haberme sostenido un segundo.

   —No un monumento, pero no estaría de más un gracias por salvarte la vida —le respondió Michael de mala gana.

   —Es verdad Vicky, no seas una perra —le dijo Rebeka recriminando a su amiga su mala actitud cuando ella siempre ha sido amable—, ellos nos ayudaron, nos dieron comida, nos han cuidado.

   —Pues yo no lo pedí —respondió Victoria con los ojos rojos y lágrimas contenidas—, bruja, solo quiero dormir, por favor —dijo ahora suplicando.

   —Sí, vamos, gracias por todo muchachos —dijo Rebeka sonriendo a Diego y a Michael, avergonzada por su amiga, Victoria caminó hacía la entrada del edificio—. Y perdonen a Vicky.

   —No importa princesita, Mickey y yo entendemos, eres tú quién debe prepararse, ahora conocerás a una Victoria poseída por la abstinencia.

   Victoria durmió algunas horas en las que Rebeka no pudo, a cada momento iba a revisar a su amiga, pero la pesadilla comenzó al caer la noche, Victoria temblaba, sudaba y estaba pálida.

   —¿Dime que hago? —preguntó Rebeka agustiada, Victoria no quería ir al médico y arriesgarse a que la vieran paparazzi alguien que la fotografiara en ese estado.

   —Lo que necesito no me lo querrás dar —Victoria arrugó los ojos en cuanto sintió un fuerte dolor debido a la abstinencia, Rebeka se acercó a ella y quitó el cabello de su cara, estaba muy fría.

   —Vicky, no creo que sea buena idea que consumas esas cosas justo ahora, casi mueres.

   —Pero solo un poco, bruja, solo para resistir, siento que mis huesos se parten y la cabeza me explota.

   Rebeka se levantó de la cama de su amiga, se sentía impotente ante la situación, caminó hacía la cocina de su departamento y tomó su teléfono celular en la barra, era tanto el sufrimiento de Victoria que ella estaba a punto de claudicar, tomó el teléfono de Victoria, allí podría conseguir a alguien que le llevara algo, en eso sonó el intercomunicador y Rebeka soltó ambos teléfonos como si quemaran, sacudió la cabeza y fue a atender.

—¿Quién es? —preguntó Rebeka nerviosa como si hubiera hecho lo que pensó y era quien traía drogas quien llegaba, un grito de dolor de Victoria sonó muy fuerte.

—Princesita, soy yo, Diego, traigo un amigo que puede ayudar con Victoria.

—Gracias a Dios, Diego, te abriré la puerta —Rebeka corrió y abrió la puerta de su departamento, después de dar acceso al edificio, esperando que saliera del ascensor.

   Diego venía con otro hombre, no tuvieron tiempo de grandes presentaciones ya que los lamentos de Victoria eran audibles.

   Todos fueron a la habitación de Victoria.

   —¿Me traen algo? —preguntó con esperanza y mucha ansiedad Victoria.

   —Hola Victoria, mi nombre es Fabricio, te ayudaré a pasar la crisis de la abstinencia.

   —¡No!…, quiero drogas, es mi decisión, no quiero dejarlas —Victoria gritaba poseída—, me duele demasiado, son unos miserables torturadores, Rebeka, Rebeka, no dejes que me hagan sufrir…

   Rebeka puso las manos en su boca, sorprendida de ver en ese estado a Victoria, Fabricio y Diego ni se inmutaban.

   —Puedes con esto Victoria, pero será tu decisión, tan pronto seas tú quien decida, debes pasar la crisis de abstinencia y es lo único que te obligaré a atravesar —dijo Fabricio en voz alta, mientras Victoria daba alaridos y negaba con la cabeza.

    Rebeka no resistió y salió de la habitación, llorando en voz baja, fue a la cocina, ella había planeado pasar el fin de semana con Luciano, pensó que estaría feliz en Capri y en cambió estaba aquí acompañando a Victoria en una pesadilla.

   —No se pondrá peor que ahora, es muy feo unos tres días —dijo Diego detrás de ella.

   Rebeka lo miró y agradeció que él hubiera venido, en realidad no sabía qué hacer con Victoria.

   —Gracias por venir —dijo Rebeka de todo corazón.

   Diego elevó los hombros.

   —Estoy en narcóticos anónimos, Fabricio es mi padrino, parte del programa es ayudar a otros.

   —Has dicho que esta situación puede durar tres días, ¿cómo haré para cuidarla el lunes?, debo trabajar.

   Diego sonrió.

   —Puedo ayudarte —a Rebeka se le iluminó el rostro—, pero a cambio de que aceptes a Roxana como gerente y se la presentes a Brenda.

   —Eso es chantaje, Diego.

   —Princesita, a ti todos los que te rodean te consienten, pero yo no.

   —Está bien, pero tendrás que ayudarme mañana también.

   —Tenemos un trato.

   Rebeka sonrió y negó con la cabeza, Diego consiguió salirse con la suya, pero le hacía un favor enorme, ella levantó la mano.

   —Dame tu mano para que como caballero no puedas retractarte.

   Diego se echó a reír.

   —Yo no soy un caballero, princesita, si quieres sellamos el acuerdo con un beso.

   —Yo tengo…

   Rebeka calló, ahora no servía la excusa de “tengo novio”.

   —Me parece buena idea que terminaras con el florista, es un imbécil.

   —Tú no lo conoces, no tienes por qué ofender.

   —Sé que es un imbécil, ¿qué clase de estupido podría descuidarse tanto?, si yo pudiera tenerte te haría el amor todos los días y cada momento disponible, no te dejaría sola en discotecas, iría contigo y te haría el amor en un baño después de bailar, para luego llevarte a tu departamento donde te bañaría y te haría el amor de nuevo.

   Rebeka se puso roja como un tomate y sentía calor, mucho calor.

   —No deberías decirme esas cosas.

   —¿Por qué no? —Diego se acercó a ella y la encerró entre sus brazos y la barra de la cocina—, quiero decirlo, es más quiero hacerlo —Diego acercó su rostro y lentamente le dio un beso tierno y se despegó de ella un centímetro en que ella lo miró a los ojos sin decir palabra, entonces él levantó una mano y la tomó por la nuca y acercó de nuevo su boca, Rebeka abrió sus labios sobre los de él y él introdujo su lengua buscando la de ella en un beso que se llenó de pasión en un instante, como Diego nadie había besado a Rebeka, esa pasión que él imprimía al beso al que ella reaccionaba de manera tan inmediata, Diego se pegó a ella y una mano de él fue a su trasero y la atrajo hacia su pelvis, ella gimió y puso las manos en sus mejillas, él dejó de besarla, por un momento pensó que ella lo empujaría, pero Rebeka solo respiraba agitada, así que él volvió a besarla de forma salvaje, sentía que la necesitaba, quería tenerla y ella agarrando con fuerza su cabello mientras respondía con su propia lengua solo lo volvía más loco—. Llevame a tu habitación Rebeka.

   Ella lo soltó y retiró su cara.

   —No podemos…, es decir Victoria está…

   —Fabricio la vigila, seremos rápidos, no se darán cuenta —Diego volvió a besarla y ya para Rebeka decir que se sentía tentada, era  quedarse corto.

   —No…, yo no soy mujer de rápiditos —dijo Rebeka haciendo comillas imaginarias con sus dedos—, te has confundido de nuevo.

   —Amor, solo ahora sería rápido, pero luego nos damos más de esto, ambos lo deseamos.

   Rebeka no se atrevía a decirle que ella era virgen y que estaba esperando que llegara el momento ideal con un hombre que la mereciera, ella siguió el consejo que él le dio hace años, pero le pareció ridículo mencionarlo, solo se quedó negando con la cabeza y Diego la soltó y se apartó de ella.

   —Princesita, no me importa tu florista, igual yo debo irme, puedes volver con él o no, yo igual estaré lejos.

   Rebeka enfureció, él solo quería de ella sexo, igual que todos, pues él no merecía nada de ella.

   —Pues no me da la gana de tener sexo, punto, iré a ver si puedo ayudar a Victoria en algo.

   Rebeka regresó a la habitación y Fabricio había puesto medicación a Victoria y ella cansada ahora dormía, se lo encontró saliendo, ambos caminaron a la pequeña terraza.

   —Gracias por venir, por cierto mi nombre es Rebeka Larsson.

   —Lo sé, Diego me ha hablado de ti, yo soy Fabricio Bianchi, soy amigo de Diego.

   —Diego me dijo que eres su padrino en el programa de narcóticos anónimos.

   —Bueno, no debía decírtelo yo, el programa es anónimo y no sabía si lo sabías.

   —Perdona mi indiscresión —Rebeka miró sus manos avergonzada—, no debí decirlo así, no fue mi intención violar tu anonimato, no le diré a nadie.

   Fabricio se echó a reír.

   —No te preocupes, no es un secreto, no hablamos de eso, pero no es un secreto propiamente, es imposible llevar una vida normal con esta enfermedad oculta, tarde o temprano debemos decir porque no bebemos alcohol en fiestas y porque rechazamos tratamientos con opiáceos si tenemos un accidente al llegar a un hospital.

   —Victoria se avergüenza —dijo Rebeka en voz baja.

   —Todos nos arrepentimos y nos avergonzamos de nuestros errores, es normal, ella aprenderá a vivir con esta enfermedad y eventualmente se convertirá en una mejor versión de sí misma, pero poco a poco, un día a la vez.

   —Muchas gracias por todo Fabricio.

   —¿Verdad que es una lindura esta chica? —dijo Diego desde la entrada a la terraza.

   —Así es, entiendo porque no la olvidaste en tantos años.

   Rebeka abrió los ojos como platos y Fabricio sonrió.

   —¿Le hablaste de mí? —preguntó incrédula Rebeka a Diego que se recostó en la baranda y miró a la ciudad con un silbido de apreciación a la Milán nocturna.

   —Hermosa vista, princesita.

   —Iré a ver a Victoria —dijo Fabricio dejándolos solos.

   —¿Realmente le hablaste a tu padrino de narcóticos anónimos acerca de mí?

   —Sí… —dijo Diego como si nada—, es una linda anécdota, la chica que se enamoró de mí y tuve que rechazar, es un ejemplo de mi fuerza de voluntad.

   —Eres un idiota Diego…

   Diego se echó a reír.

   —Vamos a hacer café para nosotros y preparar algo para Victoria.

   —Ordenaré algo ahora mismo —dijo Rebeka sacando su teléfono celular del bolsillo.

   —¿Qué?…, por favor princesa, vamos, tienes una cocina equipada.

   —Sí, pero no vino mi ama de llaves y no me dejó nada preparado.

   Diego reía a carcajadas caminando decidido a la cocina y Rebeka lo seguía.

   —Eres una princesita consentida, yo cocinaré, me sorprende que no te ayuden a vestir, yo pudiera ser tu sirviente que te quita la ropa…

  Fabricio y Diego se fueron en la madrugada, Rebeka no había dormido nada, pero no se quejó, Victoria se quedó despierta después de comer y Rebeka estaba preocupada por quedarse sola con ella, al menos no gritaba, pero sufría y Rebeka con ella, poniendo películas y conversando para distraerla, mientras le daba abundantes líquidos, Victoria no respondía, el sufrimiento la había transformado, finalmente al amanecer Victoria se durmió profundamente. Rebeka fue a la pequeña terraza, la mañana era fría, sentía miedo, ella jamás había pasado por una situación igual, quería a su madre, que llegara y como siempre se encargará de todo, tomó su teléfono celular, Luciano no la había llamado, sintiendo que fue impulsiva al no darle una oportunidad ya que él era un hombre muy trabajador y sintiéndose egoísta le mandó mensajes.

“Hola”

“Lamento como sucedieron las cosas”

“Me molestó que no tuvieras tiempo para mí”

   Rebeka esperó, pero él no estaba en línea, entró de nuevo a la casa, sintiéndose sola y desamparada, su teléfono sonó y ella atendió de inmediato.

   —Abre la puerta princesita, soy yo…

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