CAPÍTULO 04

BRENDA

CAPÍTULO 4

Una hora había pasado desde que estamos aquí dentro y aún; absolutamente nadie venía a ayudarnos.

El señor Valente se veía desesperado y atosigado por el encierro, por supuesto lo entendía ya que yo estaba más o menos igual que él, aunque, disimulaba un poco las ganas que tenía de tirar a patadas esas grandes puertas de metal.

Comenzaba a hacer una calor de los mil infiernos.

Ambos tuvimos que desabotonarnos las camisas un poco para no ahogarnos, el aire se sentía espeso y tibio por nuestras respiraciones, a veces comenzaba a marearme pero recuperaba el sentido cuando mis ojos se posaban en el hombre que estaba a pocos metros de mi.

-Parece que no se siente bien, Señorita Ortega.

La voz gélida y gruesa del Vicepresidente hizo que mis ojos conectaran con los suyos. Mantuve la boca cerrada, porque era incapaz de abrirla teniendo mis labios tan resecos, simplemente negué bajando la cabeza.

Ocultaba mi rostro con los mechones húmedos y largos de mi cabello amarrado de lado. Sin levantar la mirada solté mi cabello y lo sujeté más alto envuelto en un moño desordenado, era como si mi cuello me diera las gracias al sentir un poco más de frescura aunque sea por un segundo.

-Señor... -musité llamando la atención del Vicepresidente.

-Dígame. -el señor Valente posó sus oscuros y demandantes ojos azules verdosos claros en mi.

-De casualidad... -no me importaba tener tanta vergüenza, ya que moría de sed y quizás, sólo quizás el señor Valente cargue con una botellita de agua. -¿Tiene usted un poco de agua para que me regale? -fui incapaz de volver a mirarlo cuando el señor Valente frunció su ceño.

-No, no tengo. -pude haber llorado en ese momento, y eso para probar de mis propias lágrimas por la horrible sed que tenía. -¿Está muy deshidratada? -asentí ante su pregunta, apreté un poco mis manos sobre mi regazo estirando las piernas.

-No se imagina... -sentí una ola de calor azotar aún más mi cuerpo.

Cómo pude me coloqué de pie sujetándome de las paredes del ascensor, acomodé mejor mi falda y con la mano como abanico me daba un poco de aire.

-Tenga, puede secarse. -me ofreció un pañuelo negro después de que se levantó del suelo, lo tomé agradeciéndole pero el Señor Valente se mantenía cerca.

Al pasar primero el pañuelo por mi cara, su indiscutible olor varonil y poderoso impregnó por mis fosas nasales, dejándome por un momento sumida en ese espectacular y adictivo aroma.

Por todos los cielos, ¿en qué acabo de pensar?

Evadí todos esos estúpidos pensamientos que también son absurdos y continué secando mi rostro hasta bajar al cuello. Por un momento escuché una respiración pesada, obligando a mis ojos tomar partida para encontrarme cara a cara con el Señor Valente.

-¿Señor? -murmuré un poco inaudible, ya que lo tenía más cerca de lo necesario y mi cuerpo comenzaba a reaccionar ante ello.

-Señorita Ortega, necesito pedirle algo. -sus palabras me aturdieron por un momento, aunque asentí. -También muero de sed... -en un segundo el Vicepresidente bajó sus ojos a mis pálidos y resecos labios, pero prosiguió diciendo: -Necesito...

-¿El pañuelo? -se lo extendí rápidamente. -O... ¿O quiere otra cosa? -caminé alejándome de él hasta el otro extremo del ascensor.

-Su celular. -se aclaró la garganta pasando una mano por su cabello. -El mío se apagó. -sacó su celular del bolsillo para mostrarlo y volvió a guardarlo.

-¿Mi celular? -no comprendía para que lo quería si aquí dentro no había señal. Pero me acerqué hasta mi bolso y lo saqué viendo la hora. -¡Oh Dios!, llevamos dos horas aquí. -suspiré pesadamente poniéndome de pie.

-Eso parece. -se acercó hasta el tablero de nuevo para comunicarse con el hombre del otro lado. -¿Aún no llegan los bomberos? -habló utilizando un tono no tan gentil, algo común en ese hombre.

-Acaban de llegar, Señor, no se preocupe que ya están trabajando para sacarlo de allí. También nos avisaron de que la energía la estabilizaran en unos minutos. -informó el hombre del otro lado.

Dicha noticia nos alegró a ambos, no podía dejar de agradecer a los cielos por tan maravillosa noticia, hasta el Señor Valente parecía más tranquilo y relajado que una sonrisa se desprendía de sus labios.

-Vale, esperaremos. -comunicó.

-Que bueno que todo se arregló. -junté mis manos aliviada.

-Así es, esto será algo de lo que nunca nos vamos a olvidar. -comentó el Vicepresidente para sí mismo.

Se percató de mi mirada a lo que sólo se limitó a sonreír de lado, esa acción hizo que un escalofrío recorriera por todo mi cuerpo calando hasta mis huesos convirtiéndome en una simple gelatina humana, necesitaba salir de aquí, y rápido.

Un par de minutos y ya se comenzaban a oír voces desde el otro lado del ascensor, pedían que indicaramos si estábamos bien, que cuantas personas habían, entre otras cosas. Uno de los rescastistas asomó su brazo por la ventana de escape que tenía el ascensor, ya que terminamos un poco más abajo de la entrada.

-¿Están bien? -nos preguntó el señor mirándonos a ambos.

-Por supuesto, por favor saque primero a la señorita. -indicó el Señor Valente, sorprendiéndome un poco por su petición.

Creí que como todo hombre arrogante y millonario pediría ser salvado antes que a los otros sólo por tener billones en su cuenta de banco y disque aporta más en la sociedad.

-Claro que sí, Señor. -respondió el bombero, después me observó.

-Tomaré mis cosas. -recogí todo lo que tenía en el suelo y elevé mis brazos para que el bombero me ayudara a subir.

El señor tomó mis brazos con cuidado pero no podía conmigo, eso me hizo sonrojar ya que no estoy gorda, y mucho menos peso tanto aunque lo comprendo, es él solo conmigo.

Después de pensar en rendirme, siento unas enormes, suaves y cálidas manos posarse en mis piernas. Giré la cabeza hacia atrás con el rostro enrojecido y contraído por ese atrevimiento.

-Voy a ayudarla a subir. -pronunció al ver mi cara, supongo que dedujo lo que se pasaba por mi mente.

-Vale Señor, a las cuentas de tres la subiremos. -la voz del bombero hizo que rompiéramos contacto visual.

-No se preocupe, esto no lo sabrá nadie. -murmuró contra mi oído antes de hacer impulso en sus brazos para levantar mi cuerpo.

-Muy bien, ya la tengo. -el señor me dejó sentada sobre el metal y hierro del ascensor. -¿Está bien?, tiene el rostro...

-Estoy bien, estoy bien. -lo que menos quería era que el Señor Valente escuchara que me he puesto como un tomate por su culpa.

Después de mis palabras, el bombero me sujetó una cuerda en la cadera e indicó que me subieran, ya arriba dos hombres me sacaron del agujero. Por fin podía sentir la libertad y el verdadero aire fresco, ya no tenía que respirar el mismo aire mezclado con el aroma corporal del Vicepresidente.

-¡Vicepresidente, ¿se encuentra bien?, por favor deje que los paramédicos lo chequeen. -varias personas lo rodeaban, después de sacarlo del agujero lo atosigaban múltiples personas de la empresa, funcionarios y paramédicos supuestamente preocupados por su estado físico.

En cambio yo, nada más me encontraba sentada en una silla de recepción esperando a que uno de los paramédicos me deje ir.

Revisaba mi celular unas cuantas veces esperando a que tuviera señal para llamar a mis padres, parece ser que el apagón afectó las líneas de comunicación, sin embargo, en la Corporación Valente's habían varios reporteros con cámaras y sus celulares para captar todo en escena y al momento, y por supuesto que el suceso del ascensor donde el Señor Valente, Vicepresidente de la Corporación Valente's estuvo atrapado.

Claro, preocúpense por el multimillonario, que la secretaria desdichada no importa.

-¡Brenda! -el chillido de Thania me sacó de mis pensamientos.

Inmediatamente me levanté y la recibí con un abrazo.

-Thania, ¿cómo es que estás aquí abajo? -pregunté intrigada ya que solamente utilizabamos el ascensor.

-No seas tontita, Brenda, existen las escaleras.

-¿Estás diciendo que bajaron ochenta pisos por las escaleras? -era sorprendente tan siquiera pensar en ello.

-Claro, pero no te preocupes que bajar es mucho más fácil que subir. -argumentó riendo, enrolló su brazo con el mío y comenzamos a caminar. -Estaba muy preocupada por ti y por el Señor Valente, pero que bueno que salieron ilesos de todo eso.

-Si... estuve un poco nerviosa por eso. -y por muchas cosas más que pasaron y que no logró pasar allí dentro. -¿No fuiste a ver si estaba bien el Señor Valente?

-Por supuesto, pero me dijo que te buscara, que tal vez tu necesitabas de mi ayuda. De todos modos te iba a buscar si él no ordenaba nada. -sonrió mostrando amabilidad y sinceridad.

Asentí sonriendo también, nos dirigíamos a una de las entradas del edificio hasta que Frederick se hizo visible en mi campo de visión a unos metros de nosotras, parecía estar buscando a alguien y preguntando cosas a las personas hasta que se percató de Thania y mi persona.

-Brenda, estaba muy preocupado por ti. -sus cejas se juntaron en un gesto de preocupación y terminó por envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo. -Que bueno que estas bien...

-Tranquilo, no pasó a mayores. He tenido un día muy largo. -alegué acomodando mis gafas en el puente de mi nariz, le sonreí con nerviosismo a Fred que aún me tenía entre sus brazos, me volvió a abrazar tan repentinamente que mi corazón empezó a latir desesperadamente y anhelando algo, pero, por un momento me paralicé al visualizar desde lo lejos un par de orber azulados verdosos claros que me hicieron ruborizar minutos atrás.

Siento que mi corazón se saldrá en un minuto con la idea de atravesar mi cuerpo para salir huyendo, lejos de mi jefe.

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