CAPÍTULO 01

BRENDA

CAPÍTULO 1

Actualidad...

—En serio ya me estoy cansando de que siempre llegas tarde para almorzar. —espetó con hastío mi mejor amiga, me acerco a ella para saludarla y disculparme pero se cruza de brazos y me voltea el rostro.

—Discúlpame Margo, pero mi jefe... —tomé asiento pero Margo levanta su mano en señal de que no continuara con mi explicación.

Se reincorpora colocando ambos codos sobre la mesa y levanta una ceja, por su expresión estoy segura de que me dirá algo que no será agradable.

—Tu jefe es un idiota. —masculló rodando los ojos y dejándose caer sobre el respaldar de la silla.

Suspiré con cansancio llevándome una mano a mi frente, ella tenía razón, mi jefe es un completo idiota, sin embargo, es quien firma mis cheques y cada que tengo algún problema familiar me permite irme del trabajo temprano.

—Señoritas, aquí tienen sus órdenes. Que lo disfruten. —musita un joven mesero dejando dos platos sobre la mesa, observo a Margo quien le agradece al mesero, después se fija en mi mirada y me sonríe pasivamente.

—Como vi que no llegarías a tiempo, me tomé la molestia de ordenar por ti. —toma su cubierto y con él enrolla un poco de pasta, antes de llevarse el bocado a la boca se detiene para mirarme. —¿No comerás? Espero que no te moleste pero te pedí lo mismo que siempre ordenas que venimos aquí. —rueda los ojos por mi plato tan simple.

—Claro que no me molesta. —coloco la servilleta sobre mis piernas, le agradezco y proseguimos en comer.

Al cabo de dos minutos mi celular suena y Margo suelta un quejido en protesta. Me disculpo con la mirada y atiendo la llamada.

Señorita Ortega. —oír la voz ronca y escalofriante del Vicepresidente provocó un pequeño escalofrío por mi espina dorsal y tragué en seco.

—¿Sí...? —musito por lo bajo pero de inmediato me arrepiento de ello así que aclaro mi garganta para agregar: —Dígame, Señor.

—Recuerde que tenemos una junta con los inversionistas en dos minutos y... —estoy segura de que está midiendo el tiempo. —Está un poco retrasada.

—Agh... Señor yo... —miro por el rabillo del ojo a Margo que toma de su bebida refrescante. —Estoy almorzando... —me arrepiento por haber dicho eso y muerdo mi labio.

Le tengo que informar, Señorita Ortega, que la hora del almuerzo terminó hace más de... —ruedo los ojos por su silencio absurdo. —tres minutos.

Me mantengo en silencio por unos segundos hasta que la voz de mi jefe lo interrumpe.

Así que deje lo que está haciendo y venga aquí inmediatamente, ¿entendió?

—Sí... Señor.

Y cortó la llamada sin nada más que decirme. Guardo mi teléfono y como es de costumbre me levanto para ir a las oficinas Valente's.

—¿Te irás? —pregunta volviendo a su postura ruda. Asentí ante su pregunta y recibo como respuesta un resoplido de su parte. Para ser una de las mejores abogadas de Nueva York en uno de los mejores Bufet de abogados, a veces Margo se comportaba como una niña mimada. —Ese tipo es un bastardo. —gruñó por lo bajo y la regaño con la mirada por expresarse así de mi jefe. —¿Qué? Sabes que es la verdad, ese tipo lo único que hace es esclavizarte, ni siquiera pudiste de terminar de comer. —dijo indignada mirando mi plato de papitas fritas y una hamburguesa de queso.

—En la oficina me prepararé algo, no te preocupes. —me acerco a ella y deposito un beso en su mejilla, ella aún se mantenía con la boca abierta frustrada.

Nunca le ha gustado que alguien le lleve la contraria o que no hagan lo que ella diga, por eso prefirió estudiar leyes y estar en ese mundo donde le encanta ver sufrir a sus oponentes y ser intimidados por una mujer como ella. Realmente me sentía tan orgullosa de mi mejor amiga, y en lo mucho que a crecido como abogada en ésta ciudad.

En cambio yo, sólo soy la secretaria de uno de los mejores Magnates que puede existir en todo el país, trabajar en la mejor corporación como lo es Corporación Valente's una empresa construida por una unión familiar envidiable, y por lazos muy fuertes entre amistades.

—Adiós Margo. —sacudo mi mano en el aire mientras me alejo de la mesa.

Margo hace el mismo gesto pero con un puchero en sus labios, al salir del restaurante comienzo a caminar hasta la esquina y después a iniciar un maratón para llegar antes de la junta con los inversionistas.

Maldigo al ver a tanta gente transitar la entrada del edificio en el cual debe de estar esperándome un jefe irritado y molesto por mi impuntualidad.

No sé cómo, pero logré entrar a empujones y codazos, claro, con ayuda de Turner, quien es el guardia de seguridad que es muy amigo mío, le agradezco con una sonrisa y volví a correr por el lovi y ver el desconcierto de las chicas que se encuentran en recepción.

—¡Está furioso! —dijo casi a gritos una rubia con ojos gatos, se llamaba Sharon. Me miró con preocupación y yo asentí aún corriendo.

Tomé el primer ascensor que iba casi a cerrar sus puertas pero alguien las detuvo, me introducí en él y mi respiración se había acelerado tanto que se me dificultaba normalizarlo. Alguien a mis espaldas posó su mano en ella y me miraba con suma preocupación.

—Bren, ¿estás bien? —escuché que me preguntaban pero aún no reconocía quien me hablaba.

—Yo... —intenté hablar, después dejé de respirar tan rápido para atrapar una bocanada de aire y soltarla cerrando los ojos. —Sí... estoy bien. —por fin lo dije, aunque no me sentía bien.

—No parece. —esta vez me digné a mirarle el rostro. Para mi sorpresa era Fred, mi amor platónico de la oficina.

Me congelé por unos instantes hasta que sentí mi corazón latir con mucha adrenalina, debía de ser por culpa del maratón que tuve en menos de dos minutos. Al recordar el tiempo mis nervios salen a flor de piel y empecé a tocar todos los botones del tablero del ascensor sin poder verlos bien.

—Calma Brenda, cálmate. —Frederick intentaba atrapar mis manos pero las esquivaba. —¡Descontrolarás todo! —insistió logrando tomarme de las manos y hacerme verlo a su rostro.

No podía describir la sensación tan grata que sentía al tenerlo tan cerca de mi cuerpo o de mis manos, sentía que podría flotar en algún momento, pero era algo imposible, sabía que Frederick nunca saldría con alguna compañera de trabajo y menos conmigo, que me considera como su "buena amiga" nada más.

—Estoy... calmada... —intenté darle a entender pero aún no me soltaba.

Aparté mis ojos de los suyos y me percato de que estábamos completamente solos en el ascensor, eso me hizo poner aún más incomoda y nerviosa, así que me alejé de su cuerpo y me apoyé en el cristal del espejo que tenía el ascensor, Frederick se mantenía en silencio observándome, a lo mejor creerá que soy una loca por comportarme de tal manera.

Oh por Dios, siento tanta vergüenza ahora mismo. Y todo por culpa de mi jefe.

El sonido del ascensor me saca de mis pensamientos, y sin decirle nada a Fred, salí como alma que se lleva el diablo directo a la oficina de mi jefe.

Cuando llego el escritorio de Thania estaba vacío, eso era algo malo, ya que me daba a entender de que la junta había comenzado, llevé mis manos a mi boca ahogando un quejido de frustración y miedo, dejo todas mis cosas sobre mi escritorio y tomé mi libreta para anotar cualquier cosa de la reunión.

Caminé hasta la sala de juntas y pude notar algunas miradas sobre mi, probablemente el jefe no tenía buena cara cuando se dirigía a la junta, y tal vez se haya desquitado con algunos cuántos ya que algunas de esas miradas son de desprecio, enojo y lástima hacia mí.

Rayos, ¿me van a despedir?

Permanecí en frente de la puerta de madera fina, sin ser capaz de tocar ya que escuchaba un poco de bullicio del otro lado y me pregunto qué estará pasando. Cuando pretendía retirarme, alguien me toca del hombro provocando que me asustara tanto y soltara un grito agudo.

Frederick me tapa la boca haciendo una mueca de dolor, quizás le lastimé los oídos, que delicado. Después me arrastra consigo hasta una esquina cerca de la sala de juntas y me pega a la pared arrinconándome con su cuerpo esbelto y más alto.

En este piso, se encontraban las oficinas del Vicepresidente y el Presidente de la compañía, contando con la sala de juntas y una que otra oficina de administración, o para eventos sumamente privados, también hay un cafetín privado para las secretarías y los jefes. Del resto, todos los empleados se encontraban en los pisos de abajo en sus asuntos, así como debería de estar Frederick.

—¿Qué estás haciendo aquí? —dije al momento de quitarme su mano de mis labios, él deja de mirar hacia la sala de juntas y me observa.

—Impedí que toda la furia del Vicepresidente recaiga en ti. —murmuró como si fuera lo más normal del mundo. Enarqué una ceja al tenerlo tan cerca, Fred entendió y se alejó disculpándose.

Como me gustaría poder acercarlo de nuevo y besar esos labios rosados que tiene, pero no debo hacerlo y también sé que no tengo las agallas como para hacer tal cosa.

—¿Supiste lo que dicen del Vicepresidente? —interroga mirándome con detenimiento, negué sin entender su pregunta. —Parece que lo quieren revocar de su puesto. —soltó con un tono monótono.

—¿Qué? —ahogué un grito gracias a Fred que volvió a tapar mi boca aunque esta vez estuvimos aún más cerca que la última vez.

Lo miré con los ojos bien abiertos a través de mis lentes de pasta, Fred hacia lo mismo sin decir ni una palabra más sobre el asunto, parecía que su respiración se aceleraba a medida que iba pasando el tiempo y eso me provocaba un horrible cosquilleo en el centro de mi estómago.

¿Acaso estaba experimentando la supuesta sensación de mariposas revoloteando en tu estómago? O posiblemente tenía ganas de vomitar por los nervios que tengo.

—¿Qué están haciendo par de niños?

De un salto Frederick me libera y yo vuelvo a respirar aire fresco, cuando levanto la mirada me encuentro con Thania a pocos metros de nosotros cruzada de brazos y la mandíbula un poco alzada.

—Frederick. —Thania dirige su mirada hacia Fred quien se pone firme de inmediato. —¿Qué haces aquí y no en tu lugar de trabajo? —interroga alzando una de sus perfectas cejas negras.

Thania podía verse como una chica dulce, simpática y agradable, pues lo era, pero cuando se trataba de trabajo o de la Corporación todo para ella era en serio y tenía que cumplirse las reglas en la oficina. Era la asistente principal del Vicepresidente y por ende también fue gracias a ella que obtuve éste trabajo hace más de tres años.

Ambas éramos jóvenes pero nos apasionaba lo que hacíamos y puesto que éramos secretarías del mismo jefe a veces podía existir la tensión entre las dos o una pequeña competencia laboral, pero vamos, ella es la mejor en lo que hace y nadie podría decir lo contrario.

—... Y por eso estoy aquí. —finaliza Fred de explicarle a Thania por su falta. Aunque realmente no había estado pendiente de sus palabras y me odiaba por no haber escuchado para excusarme coincidiendo con lo dicho por él.

—¿Y tú qué estas esperando? —esta vez se refería conmigo, incliné un poco mi cabeza avergonzada por lo que acababa de ver y por mi falta de puntualidad.

—Yo... bueno... —intenté encontrar las palabras correctas para decirle pero nada venía a mi mente en este preciso momento. Diablos... estoy frita.

—No digas nada... —aguarda silencio liberando sus brazos, me hace una seña con la cabeza para que la siga y eso hago. —Fred, espero no volver a verte por aquí sin tu carrito ¿entendido? —habló en voz alta para que Fred la escuchara, y él se rió afirmando.

—¿Aún están en la junta? —me atrevo a preguntar, Thania asiente y me detiene del brazo.

—El vicepresidente está teniendo algunos problemas con los inversionistas, y está al tanto de tu impuntualidad por lo tanto, sabes lo que eso significa ¿cierto? —noto un brillo de preocupación y molestia por lo sucedido, yo sólo me limito a asentir y ella continuó hablando: —Después de la junta no sé si te llamará para que le aclares sobre tu falta, así que será mejor que aguardes silencio y no vayas a decir nada, ¿vale? —toma el pomo de la puerta y volví a asentir en silencio antes de que abriera.

Cuando pudimos entrar visualicé varias caras conocidas y familiares como también unas cuantas que no había visto en mi vida, todos eran hombres mayores en trajes caros, habían muy pocos que fueran contemporáneos al vicepresidente y al presidente de la empresa. Todos se callaron al momento de vernos entrar, no faltaba más la mirada penetrante del jefe sobre mí, o la de indiferencia de los demás.

Después de tomar asiento en nuestros respectivos puestos, los caballeros ejecutivos continuaron con su disputa sobre el negocio familiar de la familia Valente. Por lo que tengo entendido, no estaban satisfechos con los números que indicaban los gráficos reflejados en la pantalla que había en la sala, decían que las ventas del producto habían disminuido durante estos tres meses de ausencia del presidente de la compañía, quiero decir; del hermano mayor del Vicepresidente. Lo cual, disgustaba muchísimo al vicepresidente ya que decía que su mandato en la empresa no tenía nada que ver conque los números hayan bajado.

Siguieron así hasta que finalizó la reunión y tampoco habían llegado a ningún acuerdo, lo que invocó otra reunión para dentro de quince días que sería la llegada del Presidente.

Todos estaban abandonando la sala de juntas hasta que nuestro jefe se levantó de la silla que ocupaba su hermano mayor cuando estaba presente y se dirigió hacia la puerta sin tan siquiera mirarnos. Thania me hizo una seña para que lo siguiéramos pero en silencio, y así lo hicimos hasta llegar a su oficina, el jefe se encerró ahí sin decirle nada a nadie, nada más llamó a Thania para informarle que cancelara todo lo que tenía previsto hoy y que estaría indispuesto para recibir a alguien.

Su pedido nos extrañó muchísimo, ya que el Vicepresidente siempre ha sido un hombre correcto y formal el cual le encantaba cumplir con su agenda aún si había un diluvio, siempre asistía a las reuniones que invocaban y se presentaba en algún evento de vital importancia. Era de esperarse que saliera afectado por esa junta con los inversionistas, prácticamente ponían en duda su mandato como Vicepresidente y más estando su hermano en ausencia, puede ser que los números hayan bajado pero, no conocen el esfuerzo que hace nuestro jefe por sacar adelante ésta compañía y mantenerla en la cima de la pirámide del mundo empresarial.

Así como él se siente ahora, es como nos sentimos todos cuando nos critican algún trabajo que le hayamos puesto muchísimo de nuestro empeño, esfuerzo y sudor, y que por algo tan insignificante nos destruyan todo en nuestras narices. Por supuesto que bajen los números no es algo insignificante pero, que bueno que ahora mismo se sienta fatal, así podrá sentir lo que sentimos todos en este maldito encierro cuando a él nada lo complace.

Santos cielos... ¿acaso siento rencor por el jefe? Y aún peor, ¿me complace que se sienta mal?

¿Qué me está pasando?, yo no soy así.

Tal vez estoy delirando por no haber comido algo, así que me levanto de mi silla separándome de mi escritorio y le aviso a Thania que iría a hacerme un café, cosa que le ofrecí también y aceptó con gusto.

Al dirigirme a la cocina privada y exclusiva de este piso, pasé por la oficina del Presidente, donde se encontraba su secretaria o asistente Rosse Johansso, quien levantó la mirada de su computadora y me lanzó una mirada despiadada y mala.

Nunca le agradé.

Seguí mi camino ignorando su presencia y al entrar busqué de inmediato las galletas integrales que Thania a veces compraba para emergencias como estas, aunque debería de comprar pan o comida de verdad. Registré todo y por fin las encontré, coloqué a trabajar la cafetera mientras comía una que otra galleta integral.

La cafetera indicó que ya estaba listo el café y lo serví en tres posillos, a los nuestros le agregué azúcar pero al tercero lo dejé amargo. Así le gustaba el café al Señor Valente.

Los coloqué en una bandeja y cuando iba saliendo de la cocina alguien iba entrando y provocó que todo se me cayera de las manos haciendo que nos quemáramos.

—¡Maldición Ortega! —gritó molesto el Vicepresidente.

De inmediato me olvidé de mi dolor y comencé a buscar servilletas para secar el desastre en su camisa, cuando me volteo con algunas servilletas en la mano, el Señor Valente ya se estaba quitando el saco que traía puesto y eso dejaba a la vista su camisa blanca fina manchada de líquido marrón claro que hacia que su camisa se adhiera a su abdomen, el cual estaba muy bien trabajado y...

—¿Se quedará ahí babeando? —su tono de voz era déspota y ruda.

Me quitó la mayoría de las servilletas de la mano para pasarla con brusquedad sobre su camisa, mientras más pasaba el papel más se manchaba y eso lo hacía cabrear más.

—¡Demonios! —tiró la bolita de papel marrón a un rincón de la estancia y luego me miró a mí con sus ojos inyectados de furia y disgusto. —¿Qué estás haciendo ahí parada? Busca algo, haz algo. —inquirió apretando la mandíbula pero evitando mirarme.

Como me ordenó me dispuse a buscar otra cosa para limpiar la camisa, conseguí más servilletas y abrí el grifo para empapar una mano, al girar mi cabeza para ver dónde estaba el jefe, él ya se encontraba a mi espalda observando el agua, de inmediato comprendió mi idea y se quitó por completo la camisa, acto que me hizo ruborizar y mirar al frente aún dándole la espalda.

—No me diga que nunca ha visto a un hombre sin camisa. —se notaba la burla en su voz hasta que se posó a mi lado ofreciéndome su camisa manchada.

Con mi mano temblorosa la logré sujetar hasta que el jefe no soltaba su agarre y lo miré directamente a los ojos cosa que me impactó de momento al notar que sus ojos nunca fueron grises o cafés como lo imaginaba, sino eran azules verdosos claros, tan claros y transparentes...

—No vayas a mojarla por completo, ¿me entendiste bien? —aclaró liberando la camisa y mirando hacia otro lado.

No dije nada, sólo de tonta asentí sabiendo que no me iba a ver. Extendí la camisa sobre el mármol plano para sólo limpiar la zona marrón, volví a mojar mi mano después de que se secó y la pasaba con cuidado en la zona, después la servilleta e iba viendo un poco de resultado en ello.

—Mhm... parece que después de todo no eres tan inútil. —escuché a mi costado demasiado cerca de mi oído, cerré los ojos tragándome el desagrado de sus palabras tan hirientes y continué haciendo lo demás ignorando su cercanía que no dura mucho ya que se aparta volviendo a su lugar de antes.

—¿Por qué llegó tarde? —soltó de pronto tomándome con la guardia baja, tragué en seco y giré un poco mi cabeza para mirarlo.

—Estaba... almorzando... —musité midiendo mis palabras para no cagarla.

—¿No la había llamado, Señorita Ortega? —preguntó conociendo la respuesta.

—Sí pero... —me interrumpió.

—Cuando la llame para que busque su cheque de liquidación, no me vaya a estar dando dolores de cabeza como lo hace ahora. —sentenció con voz gutural y frialdad.

Me limité a asentir afirmando con un sonidito de garganta. Cosa que pareció no gustarle ya que me tomó del brazo para voltearme, y al hacerlo choqué por completo contra su pecho haciendo que él se pegara de espaldas al mesón y me acercara más a él.

M****a y rencontram****a y más m****a.

—Usted... —frunce el ceño hasta que suaviza el agarre en mi brazo.

Una risita femenina nos alarmó pero demasiado tarde, cuando vemos entrar a Frederick con unas cajas en las manos junto con una compañera de trabajo. Ellos dos quedan perplejo ante la escena de nosotros y de inmediato me aparté del jefe así como él tomó su camisa, el saco y salió sin mirarnos.

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