Capítulo 3

Mientras el señor Clinton terminaba sus asuntos yo me quedé sentada frente a Lilian viéndola hacer su trabajo.

Luego de que mi valentía se dispersó en el aire en cuanto salí no pude evitar colocarme nerviosa.

Hacía años que no cuidaba de algún niño y aunque los conocimientos de cómo debía hacer las cosas estaban ahí, me ponía un poco nerviosa el recordar la forma en la que el hombre había hablado a cerca de su hijo.

Si un padre decía esas cosas de su hijo ciertamente había que considerar qué tan malo era el engendro. Pero no me predispondría. Conocería al pequeño y daría mi propio veredicto.

Yo era muy buena con los niños y lo primero que había que considerar al encontrar a alguno con un comportamiento como ese era ¿qué lo hacía ser así? Podrían ser muchos factores como falta de atención, la necesidad de llamar la atención, falta de amor, problemas en las escuelas.

Y la forma más fácil de tratar el problema era desentrañando la causa para eliminarla y que se llevara consigo las consecuencias.

Horas después cuando el señor Colton salió de su oficina yo me puse de pie despidiéndome vagamente de ella antes de prácticamente correr detrás del hombre que no se había molestado en esperarme ni en indicarme que lo siguiera.

Justo cuando el ascensor cerraba sus puertas llegué a él y metí mi mano para evitar que se cerrara.

No pude evitar la sonrisa de suficiencia, pero a él no pareció importarle ya que comenzó a mover su mirada por la pantalla de su móvil sin reparar en lo absoluto en mi presencia.

Y tristemente consideré que él era la razón por la que su hijo se estaría comportando de esa forma.

Él era padre soltero, su mujer lo había abandonado dejándole la responsabilidad de un niño que criar. Y aunque era de admirar que lo estuviera haciendo solo, de nada servía hacer algo si no se hacía bien.

Probablemente su hijo estaba herido y esas eran cosas que se debían considerar. Incluso deberían llevarlo a terapia si no mejoraba su comportamiento luego de descubrir el problema.

Internamente me dije a mi misma que si el problema era este hombre lo haría solucionarlo, aunque eso me costara el trabajo.

Una vez el ascensor abrió sus puertas él hombre salió y se guardó el móvil en el bolsillo.

Se acercó a un auto deportivo y jadeé al ver la belleza de color negro que tenía delante de mí.

Su mirada se elevó en mi dirección y enarcó una ceja antes de desbloquear las puertas permitiendo que abriera la de copiloto para que entrara.

En cuanto me senté coloqué el cinturón de seguridad y me giré en su dirección para observarlo atentamente.

—¿Cuántos años tiene su hijo? —él no me miró, sino que puso el auto en marcha y extrañamente su actitud me estaba molestando más de lo que debería.

—Ocho años.

Asentí para mí misma y guardé silencio concordando conmigo misma con que ya sabía lo que necesitaba saber.

El camino fue relativamente largo, pues él condujo por toda la ciudad atravesándola de un lado a otro hasta que estuvimos a las afueras. Solo unos kilómetros después se adentró en una especie de residencial con casas que se encontraban muy separadas una de la otra.

Grandes extensiones de tierra las rodeaban y consideré que era un ambiente demasiado solitario para un niño.

El auto se detuvo frente a un enorme portón negro que se abrió en el instante en el que él se detuvo.

Lentamente fue ascendiendo por el camino empedrado y yo me deleité mirando a todos lados del lugar. Debía admitir que las vistas eran maravillosas.

Árboles altos creaban sombra en muchas partes del patio. Podía observar una especie de charco debajo de uno y mucha vegetación que hacía tiempo no veía.

Una vez el auto se detuvo frente a una enorme casa no pude evitar abrir la boca jodidamente sorprendida.

Demonios, era una mansión.

—Recuérdame por qué te contraté.

No pude evitar reír y salí del auto siguiéndolo a él.

Me aseguré de cerrar la puerta con cuidado al salir y luego troté un poco para alcanzar al hombre que se encontraba subiendo unos cuantos escalones que lo llevarían a las puertas de madera doble de la casa.

La decoración en el interior era simplemente opulenta y parecía más un museo que una casa, pues donde quiera que mirases te encontrarías con algún jarrón que probablemente valdría más que mi salario de un año.

Y si me lo preguntaban, el salario era bastante bueno.

Siguiéndolo por el recibidor hacia la sala continué absorbiendo todo del lugar.

En la sala no había nadie, pero estaba segura de que ni yo me atrevería a sentarme en esos sofás que se veían tan rígidos y llenos de cojines decorativos.

El hombre tan frío y distante continuó su caminata acercándose al lugar en el que se escuchaba más ruido.

Al asomarme levemente desde detrás de él note que era la cocina y que estaba llena del personal de cocina y del que parecía ser el de limpieza. Aparentemente comían aquí lo que me alegró de inmediato.

—Señor, no lo esperábamos aquí para el almuerzo.

—No vengo a almorzar, me iré pronto, solo vine a traer a la nueva niñera.

—Se irá en dos días —aseguró una pequeña voz que creí reconocer.

Todo se quedó en silencio y sentí como el hombre frente a mí suspiraba derrotado. Y su postura cambiaba rápidamente de una fría a una indecisa.

Él no sabía como avanzar, lo que me hizo fruncir el ceño.

—Esta no es como las otras, por lo que encarecidamente te pido que le des una oportunidad.

—No me interesa estar cerca de una mujer con un intelecto más reducido que el mío y que solo se limitan a ver telenovelas mientras están en sus horas libres de mí.

Reí suavemente y salí de detrás del señor Colton al definitivamente reconocer esa voz.

—Si que sabes decirle estúpido a alguien sin esforzarte mucho.

La mirada de Clay se levantó del libro que tenía en la mesa y su boca se entreabrió al reconocerme.

Sus ojos brillaron emocionados y noté que la energía en la habitación cambiaba.

No pude evitar sonreírle al pequeño y extendí mis brazos ofreciéndole uno de esos abrazos que solía darle cuando iba a la librería los viernes.

—Vania —él saltó del taburete y corrió los pasos que nos separaban y envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo.

—Pequeño, creí que nunca te volvería a ver ¿seguiste yendo a la librería? —él despegó su rostro de mi estómago y lo vi asentir.

—Si, solo paso a buscar los libros, la mujer que está ahí solo lee erotismo y si soy sincero aun no me intereso en el género, mi primer libro fue ciertamente una decepción para mí.

Reí mientras restregaba su cabello y el pareció disfrutarlo permitiéndome deshacer su riguroso peinado.

—No le gusta que lo despeinen.

Yo levanté la mirada hacia la mujer que estaba poniendo un plato frente a su libro y le enarqué una ceja.

—Sé que no le gusta que lo despeinen, por eso lo hago y terminó disfrutándolo ¿no es así, Clay?

Él asintió sin dudarlo y nuevamente envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo.

—¿De dónde conoces a mi hijo? —cuestionó el señor Colton de brazos cruzador y me giré un poco más para observarlo.

—Era la encargada de una pequeña biblioteca en el centro. Trabajé ahí durante tres años y medio y conocí a Clay ahí cuando fue por primera vez. Luego siguió yendo todos los viernes y le recomendaba libros para que pudiéramos hablar de ellos cuando volviéramos a encontrarnos. Dejé de verlo hace cuatro meses cuando tuve que dejar el empleo.

Colton me analizó con ojo crítico y no pude evitar tensarme mientras separaba a Clay de mí con cuidado.

—¿Qué libro estás leyendo? —él levantó sus azulados ojos hacia mí, iguales a los de su padre y sonrió orgulloso.

—Sombra y Hueso.

Busqué en mi mente el libro y cuando di con el aplaudí efusiva.

—Lo tengo, es realmente bueno —aseguré —lo terminé como en siete horas, no pude parar.

—Lamento informarle que estoy en igualdad de condiciones en este momento, no he podido parar desde que lo empecé esta mañana.

—Bueno, deberías almorzar antes de continuar, yo debo hablar con tu papá para ver si ahora no me quiere despedir por haberte conocido desde antes.

Me incliné un poco hacia él para que solo nosotros dos escucháramos lo que tenía por decir, pero él quería dejarle saber a su padre que no estaba dispuesto a que me fuera.

—Hiciste un buen trabajo en conseguir niñera esta vez, Clinton.

Y esas simples palabras fueron las únicas dirigidas hacia su papá antes de darse la vuelta y encaminarse hacia su almuerzo para hacer lo que yo le había indicado.

Dejó el libro a un lado cerrándolo con un marcapáginas y luego comenzó a almorzar.

Yo me giré para caminar hacia el señor Colton y pasé junto a él para continuar con mi caminata hasta llegar a la sala en donde me giré para ver que tenía para decir.

—No sabía que Clay era su hijo hasta que llegué aquí —quise dejar en claro ese hecho, pues no quería que las cosas terminaran siendo malinterpretadas.

—Supongo que eso me asegurará ahora que no se irá en dos días.

Él suspiró pesadamente y restregó su rostro.

—¿Cómo logró conectarse con él? —cuestionó mirando directo a mis ojos.

Y al repasarlo detenidamente concordé con lo que Clay me había dicho la primera vez que lo vi; que era una copia de su padre.

—Los libros lo hicieron. Solo le recomendé los que me gustaban y le pedí que me dijera lo que había entendido cuando volviéramos a vernos. Eso nos dio un motivo para juntarnos nuevamente y algo de qué hablar cuando eso sucediera.

—Entiendo.

Él no dijo nada más, solo me miró largos minutos antes de asentir.

—Un chofer te llevará a buscar tus cosas, las mucamas te indicaran en donde dormirás y la lista de tus cosas por hacer se encuentra en una IPad sobre la cama que ocuparás. La veo en la noche, señorita Cooper.

Y nuevamente levantó esa máscara de absoluta indiferencia antes de darse la vuelta y salir de la casa.

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