Capítulo 1

—No me toques, Dev.

Rápidamente retrocedí los pasos que él había avanzado y lo vi apretar sus puños lleno de frustración.

—Cariño, por favor escúchame —pidió recorriendo con su mirada las maletas que sostenía.

—No, no tengo nada que escucharte, Dev. Ultrajaste nuestro hogar, trajiste m****a aquí, lo ocultaste en la misma habitación en dónde dormíamos, en dónde hacíamos el amor y te atreviste a mentirme diciéndome que trabajabas como seguridad en un jodido club, cuando lo que realmente hacías era vender tu porquería.

—Lo hice por nosotros, amor, por favor, escúchame. Vivimos bien, no tienes que trabajar y te doy todo lo que necesitas.

Reí de forma incrédula al escuchar sus pobres excusas.

—Dejé de trabajar porque tú me lo pediste, no porque realmente quisiera hacerlo. Y prefiero mil veces tener una vida más decente que tener una llena de opulencias dadas con el dinero sucio. Así que apártate de mi camino, Dev o gritaré hasta que los vecinos llamen a la policía y se encuentren con tu m****a debajo del colchón.

Eso pareció convencerlo, por lo que con un suspiro derrotado se hizo a un lado y dejó que pasara hacia la puerta.

Con la frente en alto y la rabia destilando de cada uno de mis movimientos, me acerqué a la puerta entreabierta y la empujé con un pie para salir con mis únicas dos maletas.

Había vivido con Dev tan solo por unos cuatro meses. Éramos novios desde que tenía veintitrés, exactamente hacía un año y me había ido con él seis meses después para formar lo que sería nuestra familia.

Todo era excelente. Él era amoroso, cariñoso, me dedicaba tiempo y se había encargado total y completamente de mí pidiéndome que dejara el trabajo para que pudiera tener más tiempo libre para pasar junto a él.

Todo iba bien y consideré pasar mucho tiempo con él. Pero en una de esas tantas mañanas en las que él corría por los alrededores y yo me ponía a arreglar la cama, me encontré con un paquete de una sustancia que ni siquiera quería mencionar.

Él estaba repartiendo su porquería y usaba nuestra casa para esconderla. Simplemente no podía soportarlo.

Yo había sido criada con rigurosos códigos de moral y consciencia y vivir con alguien que hacía esa clase de trabajos no era una jodida opción.

Una vez bajé por el ascensor del edificio en el que había estado viviendo, me permití respirar profundamente mientras las lágrimas descendían por mis ojos.

Dev había sido mi novio durante mucho tiempo y una vez vivimos juntos se convirtió en mi todo, por lo que saber que realmente no lo conocía era doloroso hasta el punto de quiebre.

Se sentía como si algo dentro de mí se desgarrara ante la confianza rota, el tiempo perdido y los meses en la absoluta oscuridad a causa de sus mentiras.

¿Y si en algún momento la policía lo hubiese estado vigilando y terminaban adentrándose en mi casa con una orden judicial alegando tales cosas de él? ¿Les hubiese creído? Joder, hubiese sido una estúpida mujer enamorada defendiéndolo de sus acusaciones que para mí serían falsas, pero que claramente no lo eran.

Dev era un delincuente de la peor calaña y me cuestioné que tan mal estaba para terminar viviendo con un hombre como él.

Habíamos fantaseado tantas veces con casarnos mientras nos acurrucábamos en la cama. Lo había escuchado hablar de bebes, de una vida juntos.

Por dios ¿cómo podría pensar en traer niños al mundo cuando vivía en ese asqueroso mundo?

Podría terminar muerto cualquier día si llegaba a estar involucrado en algún negocio que terminara mal.

Pero ese ya no era mi problema. Lo había dejado, había roto lazos con él en cuanto regresó a casa y recogí todas mis cosas, que eran relativamente pocas. Y me fui.

Cuando un taxi se detuvo frente a mí le asentí lentamente y solté una de las maletas para poder secar mis lágrimas mientras el hombre se baja del auto.

Estás no estaban dispuestas a detenerse, pero el hombre frente a mí no parecía querer indagar en la razón de mi llanto. Él solo se limitó a subir mis maletas al auto y mientras lo hacía me subí en los asientos traseros mientras marcaba el número de mi mejor amiga en mi teléfono.

Lilian me conocía desde que tenía uso de razón. Ella era hija de uno de los amigos de mi madre y habíamos estado juntas siempre.

Cuando vine a la gran ciudad lo hice con ella y ambas conseguimos trabajos de acuerdo con nuestra capacidad y vivimos juntas. Claro, hasta que a mí se me ocurrió la grandísima idea de mudarme con Dev seis meses después de conocerlo.

Ella me había dicho que me lo pensara mejor, pero siendo lo terca que era cuando una idea se me metía en la cabeza, terminé yéndome sin dudarlo.

Continuamos hablando todos los días y por la amistad que teníamos sabía que ella estaría para mí ahora que la necesitaba.

En cuanto el taxista subió al vehículo le di la dirección y saqué el único billete que tenía en las manos para pagarle cuando llegara.

Lilian no vivía tan lejos de donde yo me encontraba, por lo que no me permití relajarme demasiado mientras el taxista avanzaba por las calles de la ciudad poco concurridas ante la hora que era. A penas las diez de la mañana.

Lilian estaría en casa porque los sábados ella no trabajaba.

Cuando el taxista estacionó descendí del auto una vez le pagué y permití que me ayudara a llevar las maletas hasta la acera, luego las tomé y las arrastré hasta el lobby del edificio para continuar hacia el ascensor que mantenía sus puertas abiertas, como si estuviera esperando mi llegada.

Una vez dentro presioné el número de su piso y me recosté de la pared metálica del fondo respirando pausadamente para poder calmarme, pues no quería parecer tan alterada cuando ingresara en su departamento.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron salí algo deprisa y recorrí el pasillo hasta la puerta final para dejar una maleta de lado y elevar la madera para tocarla suavemente.

No pasó mucho tiempo cuando la mirilla se movió y luego la puerta se abrió dejando a una muy sorprendida Lilian vestida solo con una pijama de ositos y el cabello rubio desordenado.

—¿Vania? —cuestionó sorprendida y simplemente no pude evitar deshacerme.

Ella me hizo pasar y dejó mis maletas a un lado para llevarme hacia el sofá para que pudiera explicarle todo lo que había sucedido.

No me cohibí, le conté todo lo que había sucedido desde el momento en que descubrí lo que sucedía hasta que salí del edificio con lo poco que tenía.

—Dios, cariño ¿Cómo pudo mentirte así?

Sintiéndome un poco más calmada me encogí de hombros y ella acarició suavemente mi cabello castaño amarrando en una coleta ya deshecha.

Mis ojos color miel se encontraron con los de ella y vi la pena en sus rasgos. Le había dicho tantas veces que esto funcionaría, que ahora me sentía tan avergonzada.

—Ahora debo comenzar de nuevo —suspiré profundamente y me dejé caer contra el sofá —debo conseguir un trabajo de nuevo y volver a mi rutina, aunque estoy segura de que esta vez será más difícil.

—Te dije que no dejaras tu trabajo en la librería, eso te salvaba el culo por ser algo que podías hacer y disfrutar.

—Encontraré uno en un bar o en un restaurante.

—No, no lo harás.

—Pero…

—Algo se me va a ocurrirá, pero no trabajarás en uno de esos lugares. Tal vez pueda intentar buscarte un cupo dentro de la corporación en la que trabajo —ella se lo pensó por unos minutos —oh, sí, de niñera.

Mis ojos brillaron emocionados.

Si me lo preguntaban yo amaba a los niños. Ese había sido mi trabajo de medio tiempo en nuestra ciudad natal y el que haya algo como eso disponible ciertamente me emocionaba.

—¿Dónde? —pero ella no me miró, sino que pareció algo apenada.

—Será un infierno —admitió —mi jefe ha pedido que le buscaran una niñera unas cinco veces este mes.

—¿Cinco veces? —cuestioné sorprendida.

—Sí, es padre soltero de un niño como de ocho años y es igual de gruñón que el papá y déjame decirte que eso es decir mucho, ese hombre parece tener un palo atorado en el culo. Pero la cuestión es que pagan muy bien. Tal vez no durarás mucho, pero al menos resiste un mes para obtener la paga completa y que puedas estabilizarte un poco.

Restregué mis ojos algo nerviosa ante todos los giros que estaba dando mi vida en un solo día.

—Puedo tenerte aquí todo el tiempo que sea necesario, pero en algún punto tendrás que buscar empleo y si puedes aprovechar esta oportunidad ahora que está ahí será mucho mejor.

Encogiéndome de hombros asentí.

—¿Tienes mi currículo en tu computador aun? —ella asintió —¿lo enviarías por mí? —ella asintió con una sonrisa.

—Estoy segura de que te lo darán, el niño ya se ha ganado una reputación y no es como si las niñeras aparecieran en abundancia.

Al menos esperaba conseguir el empleo y perdurar, porque si me lo preguntaban, estaba jodida y enfocarme en algo más que en mi ruptura me ayudaría a superarlo.

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