Capítulo 4. Nuevos negocios.

Todo en la casa lucía diferente, jamás pensé que ausentarme tanto en un lugar podría marcar una gran diferencia, mis padres colocaron una foto de la familia enorme que se miraba desde el recibidor, no entendía sus razones, papá siempre odió los retratos enormes y llamativos, prefería admirar paisajes que vernos posando sobre el lienzo. “Una familia unida es lo que debemos ser y no aparentarlo”, solía decir cuando mamá le hacía una sugerencia al respecto.

–Mis padres se han preocupado mucho desde que te fuiste, comenzaron a investigar sobre Elena y descubrieron la relación que estaban teniendo en aquel momento –comentó Clara, mientras me veía admirar el enorme retrato de la familia.

–¿Qué dijeron cuando lo supieron? –pregunté.

–Mamá no dijo nada, pero papá estaba enfurecido, le daba gracias a Elena de no haberle dicho nada a su familia, pero la trataron un poco mal el día que vino.

–¿Elena vino a la casa? –pregunté sorprendido.

–Sí, vino a buscarte el mismo día que te marchaste, se miraba confundida, dijo que te buscaba para darte el Sí.

Sonreí.

–¿De verdad le propusiste matrimonio? –preguntó Clara.

–Sí, lo hice. Aunque no de una de las mejores maneras, solo le di un beso en la frente y le dejé el anillo y una nota.

–¿Qué contenía la nota?

–No tienes edad para saberlo.

–Claro que sí la tengo.

–Bueno, de igual manera no pienso decírtelo. Estoy seguro que mis padres me desheredaran por la relación que tuvo con Elena.

–No lo creo, mamá estaba muy preocupada y aunque no quiera aceptarlo papá también.

Dejé de mediar palabras con Clara y me dirigí a mi habitación, todo en la casa lucía diferente excepto mi habitación, esta lucia igual a como la recordaba, pensé que mis padres sacarían todo a la calle, pero una vez más me equivoqué con respecto a ellos, me dejé caer en la cama, olía a rosas, el perfume que la inundaba me recordó a Elena, sin darme cuenta, me quedé dormido, perdiéndome del mundo y dejando por una vez en ese día que mis pensamientos y mi interior dejaran de preocuparse.

Desperté de golpe mientras el espantoso sueño que había tenido con Elena se disipaba de mi imaginación. No podía darme el lujo de decir que era una pesadilla, pues ella se encontraba en él, pero sí se trataba de un sueño que me ponía la piel de gallina y me hacía pensar en uno de los errores más grandes que cometí; haberla dejado en la isla fue una de las pocas cosas de las que me arrepiento hasta este momento.

Escuché a lo lejos la voz de mis padres, me asomé por la ventana y los vi entrar, parecían dos personas totalmente diferentes, no lograba entender que había pasado para que todo en aquel lugar, aburrido y sin gracia, tomara un camino diferente, ahora parecía la ciudad de mis sueños y yo con menso ganas de soñar que nunca.

La mirada de mis padres asustada me conmovió un poco, me detuve en el primer escalón de las escaleras, esperando su entrada triunfal a la mansión Olivier y de la cual no quedaban ni las sombras del lugar que yo recordaba.

–Teo –dijo mi madre, en un tono de poco convencimiento.

–Hola mamá, hola papá –dije finalmente después de abrazar el silencio que destilaba el gran salón de la mansión. Miré a mamá correr hacia donde yo me encontraba, la abracé fuertemente, sus abrazos si eran iguales a como los recordaba.  

Pensé que mi papá me daría un puñetazo por haberme ido sin previo aviso y por salir con la hijastra de quien era su peor enemigo, su reacción me conmovió totalmente, en lugar de insultarme o golpearme, me extendió su mano y una vez que la estreché un jalón me hizo acercarme a él para abrazarlo.

–Has crecido, espero que también hayas madurado –comentó, una vez que nuestro abrazo había finalizado.

–Lo he hecho –dije.

Ni siquiera sentí el tiempo avanzar mientras me encontraba con ellos, necesitaba esa conversación familiar que me hiciera recordar que no me encontraba totalmente solo en este mundo y que, aunque no fuéramos la familia que todos pensaban o la familia que debíamos ser, éramos una familia después de todo. Con diferencias abismales y caracteres incomprensibles, pero con los mismos genes en la sangre. Pasamos la noche conversando sobre mi viaje y sobre los cambios que habían alrededor de la ciudad.

­―Elena Bailey dejó a su esposo en el altar ―comentó mi mamá en medio de la conversación.

―Me he enterado ―dije.

―Me parece sorprendente que nos hayas ocultado tu relación con esa chica ―comentó mi padre.

―Siempre he estado consciente de la desaprobación de toda la isla con la familia Bailey, comentarles de ello solo me hubiera causado problemas. Quería una relación con ella no con toda la isla.

― ¿Querías? ―Preguntó mi padre.

―En este momento no sé donde se encuentra, ni los intereses que ella podría tener en una relación conmigo después de haberme marchado sin decirle nada, posiblemente me odie por ello y siendo sincero, no tengo ni idea de donde podría estar.

―Escuché que no ha dejado la isla.

― ¿De verdad? ―pregunté intrigado.

―Parece que tu sigues interesado en una relación con ella ―comentó mi madre, al delatado mi interés en Elena.

―Sí, ella me interesa.

―Es evidente ―comentó Clara.

― ¿Hay algún problema con eso? ―pregunté.

―Ya estás maduro para ello, interponerme en tus decisiones es algo que no haré de nuevo. ―comentó mi padre. Su respuesta me dejó sorprendido.

―De igual manera, para establecer algo con ella, tengo que encontrarla primero. Además, tengo mucho trabajo, asumiré mi responsabilidad desde este momento con la familia. ―dije.

Todos me quedaron viendo como si estuviera hablando de un nuevo descubrimiento o de algo sin sentido, con intriga y preocupación, como si querían que el tema no fuera tocado.

― ¿Qué pasa? ―pregunté.

―Las votaciones son el próximo mes y hemos perdido más del 30% de inversionistas, hasta no encontrar nuevos inversores, es posible que la empresa sea declarada en quiebra.

―No deberían preocuparse por eso, compraré todas las acciones de los inversionistas y seremos los dueños por más del 60% de acciones.

― ¿Como harás eso? ¿De dónde obtuviste el dinero?

―He estado trabajando duro, no solamente me he tomado vacaciones. ―comenté.

―Son más de 16 millones, ¿Realmente tienes esa cantidad?

―Puedo conseguirlo, aunque no les gustarán muchos mis jugadas ―comenté.

―Si, lo harás para salvar a la familia, acepto tu juego. ―comentó mi padre. Por primera vez me había cedido la duda en algo, sin saber que aquello que proponía era una de las ideas más descabelladas y que para su beneficio, era mejor no saberlo.

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