Capítulo 2. Nuevos proyectos.

Había pasado una semana desde que Elena me confesó que se casaría, sabía que era algo que ella no deseaba, era más que evidente que el ferviente deseo de su padre de ser parte de la alta sociedad lo había convencido de casar a Elena con una de las mejores familias en la isla, desde sus pensamientos más estúpidos eso, según él, le daría la oportunidad de ser aceptado. Gil Hunter era la peor persona para eso, tenía fama de ser un maltratador de mujeres, sin tomar en cuenta la diferencia de edad que este tenía con respecto a Elena, Francisco Bailey, esposo de Samantha y con más de medio siglo de vida llegaba a parecer incluso 20 años más joven que Hunter. Odiaba esa decisión, pero a menos que yo me ofreciera a ser el esposo de Elena, no había otra manera de sacarla de ese martirio.

–Huele a desesperación y rabia –comentó Clara desde la puerta de mi habitación.

–Preferiría que oliera a velorio y en específico que fuera el mío –dije en un tono sereno.

–No digas tonterías…

Nos quedamos en silencio, intentando encontrar las palabras, Clara sabía que no bromeaba con respecto a ello, pero sabía de igual manera que no tenía el valor para hacer algo en contra de mi vida.

–Me he enterado de lo de Elena, imagino que por eso no te has marchado –dijo Clara, rompiendo el silencio que invadía la habitación.

–No tengo cabeza para nada más –musité

–Cásate con ella –dijo Clara.

–Lo he pensado, pero creo que no solucionaría nada. Ella podría oponerse, Francisco ni siquiera es su padre y ella lo sabe.

–¿Has hablado con ella al respecto? –preguntó Clara.

–No pude si quiera escuchar su argumento, no la dejé hablar al respecto, la dejé sola en la habitación, me marché segundos después de que me dijera que se casaría.

–Eres un insensato.

–Siempre lo he sido.

–Deberías hablar con ella. –comentaba Clara

–Posiblemente sea ella, la que no quiera saber más de mí –comenté.

Me levanté de mi leche de descanso, dispuesto a hacer algo para olvidar o quizás mejorar lo sucedido, me acerqué a la ventana, pero nada más que aquellas palabras de Elena, rondaban mi cabeza, sentía que un minuto más, me haría explotar de la tensión en mi interior por leer en el periódico la noticia del casamiento de mi querida Elena. Noticia que esperaba que nunca llegara, pero por la cual no me atrevía a hacer nada al respecto. Miré un auto negro en la entrada de la mansión al que no dejaron entrar y escuché levemente un par de gritos desesperados anunciando mi nombre.

–Teo, Teo.

Miré a papá y a mamá salir de inmediato, sin entender lo que pasaba. La silueta de la mujer que gritaba mi nombre me pareció ser de alguien a quien conocía, pocos segundos después me di cuenta que se trataba de Elena, salí corriendo, a quitarla de las feroces manos de mis padres, dejé a Clara en la habitación sin decir ni una sola palabra. Sentía mi corazón lleno de adrenalina y preocupación.

–Déjenla en paz –dije, con la voz cansada después de descender por las escaleras de la mansión en fracciones de segundos.

–¿Qué significa este escándalo Teo? –preguntó mi madre.

–Te lo explicaré todo después –dije, tomé a Elena del brazo y me dirigí con ella al interior del auto de Andrés, el chofer de la familia. Miré a mis padres quedar con la duda de lo que estaba pasando, pero preferí marcharme con Elena, quien se encontraba con la ropa casi destrozada en su totalidad y llena de sangre.

–¿Puedo saber que te ha pasado?

–No es nada importante, me duele más recordar la forma en que me dejaste el otro día.

–Fue una estupidez de mi parte, pero no pienso disculparme al respecto.

–No espero que lo hagas. –dijo ella a media voz, antes de desmayarse entre mis piernas.

La llevé al hospital, la revisaron en su totalidad y no encontraron fracturas graves, así que decidí sacarla de ahí y llevarla a uno de los hoteles de los que mi familia era dueña. Para atenderla personalmente. Tenía morados en varias partes de su cuerpo, limpié cada rastro de sangre en él con delicadeza, ella ni siquiera se despertó mientras la limpiaba. Me fui sin decir nada, sin recibir la explicación que ella debía de darme al respecto de los golpes, hui nuevamente de ella, como un niño acobardado, no quería si quiera imaginarme que había sido Hunter o Francisco quien había sido el fabricador de aquellos morados en su cuerpo. Le dejé una nota en la cómoda de la habitación, dinero y un anillo, que guardaba desde hace meses y del cual no me había atrevido a dárselo en persona, después de eso, me marché, ni siquiera me despedí de Clara o de mis padres, tan solo les envié el recado con Andrés de que tomaría los 6 meses que me había otorgado como descanso.

Me dirigí al aeropuerto, sin un destino final al que me interesara ir, en ningún momento de mi viaje hasta el aeropuerto, me cuestioné si aquello era lo correcto o si la carta que le había dejado a Elena era suficiente para que supiera que siempre sería mi gran amor… realmente no me cuestioné nada, pero mi corazón comenzaba a palpitar enormemente cada segundo, mientras más me acercaba a la puerta del avión, las palpitaciones eran cada vez más rápidas y pronunciadas, sabía que en ese momento me despedía de todos en la isla, incluso de ella, pero debía hacerlo por mi bien y por el de todos. El avión emprendió el vuelo hacia lo que yo llamaba mi libertad, ignorando que las cadenas me ataban desde antes de partir y deseando poder romperlas de una buena vez. 

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