Capítulo 6

Ciudad de México.

Lunes.

Eran las 7:30 am y Sandra caminaba como león enjaulado de un lugar a otro, observando con impaciencia su reloj, esperando a que Ernesto le entregara a Lis.

Minutos más tarde el timbre de su puerta sonó, por lo que abrió con rapidez. Sonrió al ver a su hija en brazos del hombre que tanto la enloquecía.

—Buenos días —Ernesto saludó con tranquilidad.

—¿Qué tal la pasaron? —la mujer indagó.

—Muy bien —respondió e ingresó para recostar a su hija sobre su cuna—. Solo un detalle. La niña tenía rozaduras, espero que no se vuelva a repetir —sentenció.

Sandra sacudió su rostro unos minutos.

—Voy a hablar con la niñera —refirió—. No puedo estar pendiente todo el día de la niña —mencionó.

—Esto fue en los días que estuviste de vacaciones —indicó presionando su mandíbula con fuerza.

Sandra pasó saliva con dificultad al escuchar el tono de su reclamo, por lo que giró en su eje y le dio la espalda para evitar mirarlo a los ojos.

—Tuve cosas que hacer, por lo que le pedí ayud
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