Frío y Calor

Eran muchas las veces que Roy se había permitido viajar sobre una motocicleta con algunos de sus clientes a quienes les pedía que le llevaran a casa. Él tenía su propio auto, pero la sensación de ser transportado por la misma persona con quien había pasado la noche era un fetiche que con el paso del tiempo se había abierto paso en su forma de dirigir las cosas. Habían quienes le llevaban satisfechos y otros que simplemente no querían tener más vínculos con este y le miraban mal, pero estaba en las condiciones de pago para pasar la noche con este, por lo que le daba igual si le miraban de una manera asesina o no. 

Esta vez, sin embargo, era diferente. Estaba siendo llevado, pero no a su casa. El piloto de aquel vehículo que se movía a altísimas velocidades era uno con quien no había pasado la noche pero quien le creaba una cantidad de sensaciones imposibles de describir. ¿Qué ocurría en el interior del ídolo de muchos? Era bastante contradictorio que incluso él ahora tuviese a alguien que le hiciera sentir de esa manera apenas tras haberle conocido. 

El viento se hacía cada vez más frío mientras se elevaban por las callejuelas de aquella colina hacia la cual ambos subían. Era sorprendente para el rubio ver la manera en la cual el aparente Romeo conducía su motocicleta. ¿Cuánto tiempo había pasado al volante para llegar a semejante nivel de experiencia? Posiblemente se trataba de años, ya que el vehículo y él parecían movilizarse como uno solo. Hacía frío, pero al saber que se encontraba palpando el abdomen firme de su sexy anónimo, escuchar en su cabeza una y otra vez aquellas anécdotas tan extremas, verlo conducir de semejante manera y ver a través del retrovisor su rostro angelical definitivamente hacían que su cuerpo sintiera calor.

—Llegamos, príncipe —la voz rasposa del castaño marcó la llegada de ambos pasajeras al extraño lugar sobre la colina. Era tal y como la operadora de los trenes que determinaba la llegada de los pasajeros a la estación, solo que con semejante vozarrón todo era más sexy—. Espero que te haya gustado el viaje.

—Creo que con semejante dios griego frente a mí era imposible que me desagradara —entonces lo vio. Tan pronto como su anónimo favorito se quitó el casco presenció las hebras de cabello caer sobre su rostro. Casi parecía un comercial de champú o cualquier tipo de producto para el cabello. Hacía que el cuerpo de Royner se erizara de una manera bastante perturbadora. Sí, ustedes ya se imaginaran las partes de su cuerpo que reaccionaban con mayor énfasis—. De hecho me parece que es la primera vez que disfruto tanto un viaje.

Lo deseaba. Era lo único que necesitaba conocer de él para denominarlo como un sujeto simplemente perfecto. ¿Acaso sería así de interesante bajo las sábanas de la cama? Le intrigaba y aquellos pensamientos le motivaban a mirarlo lascivo y con la lujuria borboteando por sus poros. Claro, las cosas para Royner se encontraban bastante descontroladas, pero todo empeoró para él cuando vio la enorme mano del chico acercarse hasta él, ofreciéndole su ayuda para bajar de aquel vehículo. Los ojos del sujeto caracterizado por el deseo se abrieron como platos, sorprendido. ¿De verdad existía una persona en todo el mundo que intentaba ser caballeroso con él? Vaya sorpresas que le daba la vida.

Y es que sí, podemos decir que Royner se había acostumbrado a vivir una vida donde el gesto más empático que recibía era el abrazo que le propinaba la persona sobre él mientras le hacía sentir un placentero dolor, pero fuera de eso estaba solo y sin muchos amigos. Ese era el peso de su carrera y, para serles completamente sincero, incluso él la odiaba. A modo de secreto –y realmente espero que no me delates– el rubio desea abrir su propia red de personas a quienes usar para ganar dinero. Podemos decir que desea convertirse en un proxeneta.

Sea como fuera el más delgado decidió aprovechar aquella oportunidad y sujetar la mano que le ofrecía su apoyo, bajando por fin de aquel vehículo que, a decir verdad, era mucho más grande que él. No era algo importante. Más lo era aquel peculiar lugar en el que ahora se encontraban. Parecía una pista de patinaje sobre hielo… ¡Y es que estaba nevando! Sin darse cuenta estaban en una colina tan alta que la nieve sobre el suelo era su característica. ¿A qué velocidad se habían movilizado para llegar allí antes de los treinta minutos? Lo cierto era que su cuerpo comenzaba a responder a las bajas temperaturas temblando y tiritando rápidamente.

—¿Tienes frío? —inquirió el castaño retirándose rápidamente su chaqueta de cuero y colocándola sobre su compañero. Royner estaba perplejo. ¡Era muy cálida! ¿Por qué le estaba pasando esto? Era suficiente. No necesitaba más muestras de afecto—. Está programada con calentadores internos que solo se activaran mientras esté cerca de ti —explicó el chico caminando a su lado—. Estamos en una de las propiedades de mi padre. Puedes escoger cualquier lugar de aquí para pasar la noche.

—¿Pasar la noche? —era cierto que estaba en su día libre, pero incluso de esta manera Royner había quedado con uno de sus clientes para recibir un pago extra al que los bares le pagaban. No podía quedarse a dormir… ¿o sí? Era complicado decidir—. No puedo quedarme toda la noche. A decir verdad he quedado con alguien.

—¿Has quedado con alguien? —un suspiro por parte del extraño le dejó en claro al rubio que el dueño no estaba a gusto con esa respuesta—. Es una pena, la verdad. Claro, lo siento mucho por ese sujeto que se quedará esperando a su invitado —Royner abrió los ojos quedando nuevamente sin palabras—. Nunca te pregunté si querías quedarte a pasar la noche. Simplemente te estoy diciendo que escojas la habitación, pero ya que no lo haces entonces tendré que decidir yo.

¿Qué era esa cantidad tan desesperante de posesión hacia alguien que no tenía dueño? Resultaba extremadamente atractiva para Royner a tal punto de hacer que su cuerpo reaccionara por… ¿Cuántas veces ya había caído presa de sus impulsos? No era capaz de llevar la cuenta de las veces en las que los vellos de su cuerpo se erizaban por culpa del chico. Le miraba alejarse y, a pesar de que sabía perfectamente que podía huir e ir al lugar donde se suponía que debía estar en un par de horas no parecía que sus deseos le acompañaran en aquella misión. Perder a un cliente que pagaba bien o dejar ir a un ser que nunca antes esperó conocer… se trataba de una decisión bastante compleja.

Finalmente Leblanc tomó su decisión y comenzó a seguir al castaño. ¿Es que acaso alguien podía ser capaz de rechazar a alguien como él? Rico en todos los aspectos y además elocuente e inteligente. ¿Lo recuerdas? Te dije que tú también caerías en sus encantos y estoy seguro de que lentamente lo estás haciendo.

El chico cruzó aquella puerta topándose con un pequeño bar en el que el dueño agitaba algunas botellas. Llevaba puesta un delantal como todo un bar tender… ¿no hacía eso que la lujuria incrementara considerablemente en el cuerpo del rubio? Mordió su labio inferior al verlo así y se acercó un poco más, montándose sobre la barra y cruzándose de piernas. Era suficiente de que este cediera ante todas las palabras del desconocido. A partir de ahora su objetivo era mover los hilos a su propio beneficio.

—¿Quieres algo de beber? —una pregunta del chico que Royner mas anhelaba en ese momento, aunque para ser completamente honestos… ya hacía algún tiempo que este no deseaba a alguien que no fuese él mismo—. Hay ron, vino, tequila, whisky, champagne, vodka… ¿te apetece algo en particular?

—Me apeteces tú —una respuesta que hizo que el castaño se detuviera durante un leve momento—. ¿Me servirás lo que te pida?

—De momento tomaremos vino —y las sirvió. Dos copas perfectamente niveladas y servidas con la mayor elegancia posible. ¿De verdad aquel chico incluso conocía la manera correcta de servir un exquisito vino? Royner tragó saliva. ¡Era jodidamente perfecto! Aun así necesitaba controlarse—. ¿Te parece bien?

—Me he quedado contigo, pero tengo una condición —el castaño sonrió negando con la cabeza. Era evidente que se trataba de una excusa para evadir el hecho de que sentía un fuerte deseo de permanecer junto al desconocido, pero lo mejor sería seguir fingiendo que le creía—. Quiero que me digas quién eres. ¿Cuál es tu nombre?

—Royner Leblanc… un anhelado ídolo dentro de los bares y un sujeto por quien muchas personas pagan grandes cantidades de dinero… ¿de verdad alguien como tú se está interesado en mí? —la pregunta hizo que el rubio tragara saliva nuevamente. ¿Cómo sería posible para él ocultar lo mucho que deseaba besar esos mismos labios que le hablaban? Era difícil para él hacerlo—. Sin embargo creo que responderé. Mi nombre es Andrew Ryder. Soy el único hijo del ingeniero en nanotecnología Justin Ryder. Quizá lo conozcas, quizá no. No tengo idea, pero ahora que he respondido a tu pregunta… —Andrew le extendió la copa al chico acercándose a este—. ¿La beberás?

—Ya te he dicho que te quiero a ti —por fin el rubio le tomó por la camisa acercándose al rostro contrario de manera osada, a tal punto de sentir su respiración—. Y si eres un buen anfitrión… entonces debes servirme lo que te pida.

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