De Pasión al Amor
De Pasión al Amor
Por: Sak Andrade
El Inicio del Show

Gemidos, placer y mucha, pero mucha pasión. Eso era lo que solía rodear al joven Royner Leblanc, un sujeto que parecía alimentarse del placer que le generaba el acto sexual. Trabajaba en un bar al cual asistían múltiples clientes de distintas sexualidades y de distintos géneros con el fin de complacer al chico y, por supuesto, conseguir que él mismo les ayudara a sentirse en el mismísimo cielo, porque a fin de cuentas era todo un experto en eso. Podrás darte cuenta de eso en el transcurso de la lectura de cada una de las líneas que redacto para ti, porque está claro que podremos llegar a entendernos bien entre tú y yo. Podemos incluso jugar a algo… ¿serás capaz de adivinar mi identidad antes de que todo acabe? Es un reto para ti, apreciado lector.

Volviendo al asunto principal, tan pronto como las luces se apagaban en aquel bar todo estaba programado para que aquel sujeto representativo hiciera su lujuriosa entrada. Claro, Royner se había convertido en todo un emblema de alguien sensual y completamente llamativo en lo que con lujuria se relacionaba. Estamos hablando de un joven de aproximadamente veinte años, cuya juventud se irradiaba en su rostro y cuerpo. Este último estaba bien trabajado, sin embargo no era excesivo, nada de ese molesto saco de músculos a quienes muchos reconocen con la figura triangular debido a que tienen mucho arriba y nada abajo, no. Más bien era alguien delgado y muy bien proporcionado, con líneas casi perfectas en cada parte de su cuerpo… y vaya que lo exhibía demasiado tras cada función.

Vestía usualmente con ropa interior de cuero y correas que ajustaban cada parte de su cuerpo. Una de ellas se amarraba a su cuello dando claros aires de sumisión en caso de que quien le mirara fuese un sujeto dominante y posesivo, pero eso no era todo, Roy (diminutivo de Royner) solía presumir un látigo de cuero en caso de que sus espectadores fuesen chicas ansiosas de su dominio. Claro, al final de todo nuestra estrella sensual era solo un ídolo inalcanzable que solo eran capaces de obtener aquellos que estuviesen a su altura. Hablando de ídolos… así era su rostro, tan perfecto como el de un ángel, ¿o un demonio? Era difícil definirlo, pero los rubios cabellos de este caían fácilmente por su rostro hasta cubrir ligeramente sus ojos, orbes que eran de un precioso azul celeste…

Bueno, creo que es suficiente de describir a nuestro joven estrella.

El ambiente estaba listo para recibirlo, la música, las luces e incluso las sustancias ilícitas que solo en aquel lugar se veían. Un bar hasta antes de la medianoche, luego de eso se podría describir como una discoteca donde las reglas se iban por el inodoro. Y allí estaba Royner, brillando desde lo más alto del lugar en una plataforma movible creada única y exclusivamente para él, moviendo su cuerpo al ritmo de la música mientras tocaba para sí mismo partes sensibles que hacían enloquecer al público, quien no paraba de gritarle ovaciones. Un ídolo de la sensualidad… uno que definitivamente nadie podría reemplazar.

Claro, era imposible que las cosas fuesen perfectas y por supuesto que Roy no lo era. Existía una cosa que odiaba y por lo que muchos le habían abandonado. Nuestra estrella odiaba el amor. El sentimiento de pasar cada minuto pensando en alguien, actuando como un completo idiota enamorado le causaba dolor de estómago. Nunca lo había experimentado, pero tampoco tenía los deseos de hacerlo. Era suficiente con lo que veía como espectador. A modo de reflexión… yo tampoco lo he visto como algo viable. A fin de cuentas eso de amarrarse a alguien no es entretenido. ¿Qué opinas tú?

—Royner, faltan cinco minutos para que tu aparición llegue a su fin —le mencionó el encargado de aquel lugar a través de su auricular—. Procede con la fase final.

—Como digas, rey —una sonrisa pícara se instaló en su rostro—. ¿Hay clientes VIP para hoy?

—Solo uno —respondió el sujeto antes de cortar la comunicación.

—Fabuloso. Será una noche exclusiva entonces —relamió sus labios pensando en lo que le aguardaba antes de que el sol saliera nuevamente. Sujetó rápidamente el micrófono sin dejar de bailar—. A ver, a ver, a ver… ¿qué pasa esta noche? ¿Por qué veo tantas almas sentadas? ¿No es esta una noche para divertirse?

Quienes estaban en la pista de baile no dejaban de moverse al ritmo de la música, logrando parecer un mismo cuerpo capaz de bailar a un único son. De eso se trataba todo, ¿no? De pasar un rato candente y del cual no se sintiera arrepentimiento eventualmente. Royner lo sabía y era por eso que usaba eso a su favor.

—Vamos, todos, vengan aquí —la plataforma comenzó a descender causando enorme euforia en aquel lugar. ¿Qué si estaba en sus sentidos? Posiblemente no, ya que las sustancias que había ingerido le impedían encontrarse completamente lúcido, pero eso no era necesario justo ahora—. Escogeré a uno de los que se encuentran sentados y ese tendrá que venir aquí y besarme. Sí, solo esa persona podrá besarme esta noche.

La euforia luego de escuchar aquello incrementó incluso más. ¿Y es que quien no se sentiría emocionado al saber que recibiría un beso del tan codiciado Royner Leblanc? Incluso yo hubiese deseado ser elegido esa noche, pero lamentablemente mi cuerpo no estaba hecho para permanecer sentado. Sea como fuera la mirada del alma de la fiesta se montó sobre un sujeto que permanecía quieto en uno de los rincones.

—Tú, el castaño de allí —le señaló—. Ven aquí. Eres el gran elegido de la noche.

El chico simplemente alzó una ceja. Bastante tonto de su parte, por supuesto. Las personas le abuchearon al darse cuenta de que simplemente no se ponía de pie. Roy bufó e hizo una seña a los guardias de seguridad para que le trajeran a él. Le gustaba jugar bajo sus reglas y estaba claro que no era alguien que perdiera un juego.

—Te gusta hacerte el durito, ¿no? —la sonrisa de Leblanc no desaparecía de sus labios y era evidente lo mucho que estaba disfrutando aquel momento—. Mientras más te haces el difícil, más consigues que mi alma se encienda.

—No tengo intenciones de hacerme el difícil, pero si eso hace que te enciendas entonces supongo que es un punto a mi favor, ¿no crees? —le musitó con su áspera voz consiguiendo simplemente que su cuerpo sintiera un leve escalofrío—. Un beso con el codiciado Royner Leblanc… me pregunto quién de los dos será el que saldrá privilegiado de este momento.

Un instante en el que el más joven se quedó sin palabras. ¿Cómo era posible que alguien más seguro que él apareciera dentro de aquel lugar? Un hecho era que se consideraba a sí mismo como el más sensual gracias a la opinión pública, pero era la primera vez que sentía su cuerpo ceder de tal manera ante alguien más. Entonces le besó, un contacto posesivo que le obligó a dejarse llevar y entregarle por completo el dominio de aquel beso al extraño que le dominaba. ¿Quién era él y de donde había salido? ¿Por qué demonios existía alguien en todo el mundo capaz de dejarlo sin palabras? Royner no lo entendía, pero pronto daría con muchas respuestas, muchas más de las que él mismo deseaba, a decir verdad.

Sintió la humedad de aquel contacto en el cual era totalmente dominado y para cuando intentó tomar las riendas nuevamente supo que era tarde. Royner se separó de un salto mirando a los ojos del sujeto frente a él. Orbes ambarinos en los que fácilmente sería capaz de sumergirse y nunca más salir, porque sin necesidad de conocer a aquel chico sabía que se trataba de alguien completamente atrayente.

—La función ha terminado, Leblanc —soltó finalmente su jefe—. Vuelve a los camerinos.

Necesitó sacudir su cabeza durante un pequeño momento notando como su cuerpo reaccionaba de manera involuntaria ante tan ardiente ocasión. No, efectivamente no era momento ni mucho menos el lugar para dejar fluir aquella reacción. Quizá se trataba de un chico seductor y sin miedo a nada, pero incluso allí existían cosas que él mismo no se permitía.

—Señoras y señores mi espectáculo ha terminado —las quejas comenzaron, y es que efectivamente su aparición era muy corta, pero a cambio de ella cobraba mucho dinero, el suficiente para vivir tranquilo. Era un ícono y obtener ese puesto no resultaba sencillo—. Si quieren más de mi está claro que siempre pueden obtener un servicio VIP. O simplemente vengan nuevamente mañana y tendrán el privilegio de verme otra vez —una sonrisa pícara seguida de un guiño acompañó el inicio de su desaparición a través de la pequeña puerta que le llevaría a su camerino personal—. Pasen una noche fogosa y recuerden usar protección. No queremos riesgos a la hora de sentir placer.

Se retiró, volviendo al lugar del cual minutos antes había salido, pero incluso sintiendo el nivel de las sustancias en su organismo había recibido un choque de lucidez, uno en el que no dejaba de preguntarse quién demonios era aquel sujeto y por qué las cosas habían resultado así para él. Seamos honestos, aquí entre nosotros, ¿quién podría resistirse a los encantos de aquel chico? Ya sé que me dirás que no le conoces, pero no olvides mi pregunta retórica, luego incluso tú cederás ante él.

—Royner, tienes veinte minutos para prepararte —explicó el sujeto que era su jefe. Se trataba de un chico de unos treinta años, aparentemente nacido con los privilegios de todo un ricachón. El mismísimo Roy podía dar constancia de que el dinero no era exactamente lo único que aquel sujeto podía ofrecer. De nombre Joseph. Piel trigueña y un par de ojos ambarinos que evidentemente el más joven amaba admirar. Claro, el carácter de su jefe no era exactamente flores y colores… pero en lugar de ser considerado como un punto negativo al rubio parecía crearle un mayor sentimiento de atracción. Si, Royner Leblanc definitivamente era un sujeto que necesitaba terapia. Yo lo pienso—. Ni siquiera pienses en llegar tarde. La persona que te espera ha pagado una gran suma por tenerte durante toda la noche.

—¿Quién es? —el chico de piel pálida se miraba en el espejo notando como el beso anterior le había corrido el labial. Pensar en que necesitaría un retoque le hacía enfadar—. No pretenderás dejarme con las dudas… ¿verdad?

—En veinte minutos lo sabrás —reafirmó Joseph rodando los ojos con fastidio—. Preocúpate por dar una buena impresión.

—Ah, cariño, siempre doy una buena impresión —allí estaba la tan ganada corona que Royner era capaz de presumir. Una imaginaria, pero muchos parecían considerarlo como todo un príncipe—. Haces parecer que no confías en mí.

El mayor no se molestó siquiera en decir algo más. Salió del camerino de su contratado. A fin de cuentas tenía cosas más importantes que discutir por algo que ocurriría dentro de tan poco tiempo.

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