Capítulo 8
«Debía tratarse de una jodida broma —pensó Loredana al ver a Paolo frente a ella con una sonrisa arrogante».

Y ella pensaba que lo peor que podía haberle pasado era quedar varada en medio de la nada mientras el cielo parecía tener como único propósito inundar todo el lugar.

De todas las personas en el mundo, tenía que haberse encontrado con él.

—Mira lo que la lluvia trajo —comentó Paolo sin dejar de verse como el ególatra narcisista que era—. ¿Qué haces por aquí?

Ni siquiera el agua que caía con fuerza sobre ambos, podía hacer algo para lavar su altanería.

—Tomando el sol —dijo con ironía—. Me alegra que decidieras unirte a mí.

No estaba de ánimo para lidiar con él. Su ropa estaba cada vez más mojada y tenía frío.

Paolo caminó hasta su auto y miró por las ventanas antes de abrir la puerta de atrás.

—Deberías mostrarte más agradecida —dijo él mientras tomaba la única maleta que ella había llevado consigo—. No creo que otro carro vaya a pasar pronto por aquí.

Resistió el impul
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