Cap. 5: Juego

Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Lydia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.

—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.

—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Lydia con una sonrisa juguetona en los labios, sin quitar la mirada del cuadro.

—Mi lema es que a la verdad siempre hay que decirla, y  más cuando representa un reconocimiento para la persona junto a la que estoy. Así que puede creer cuando le digo que por poco consideraría agregarla a esta exhibición para que todas puedan admirarla —declara el hombre dispuesto a hacerse con esa conquista, sacando de su arsenal sus mejores halagos.

—Sería un crimen opacar de esa manera esta hermosa muestra, sobre todo cuando la Embajada se ha esforzado tanto en reunir todo este invaluable arte —comenta la mujer aún con la vista en la pintura para seguir aumentando el interés del hombre.

—Pues debo confesar que he tenido mucho que ver en que esto haya sido posible, gran parte de las obras son parte de mi colección privada —indica el galán con una sonrisa de puro orgullo esperando que eso cautive el interés de la mujer.

—¿Eso es verdad o solo está intentando impresionarme? —pregunta Lydia con cierta desconfianza dándole finalmente a su compañero el gusto de fijar su mirada en él.

—Es verdad, aunque eso no quiere decir que no esté intentando impresionarla. De hecho, tengo muchas obras de arte que darían envidia a los más grandes coleccionistas del mundo, incluso puedo mostrártelas si me brindas la oportunidad —ofrece el hombre con el deseo ardiendo en sus ojos, ya que luego espera poder disfrutar de la obra de arte que es el cuerpo de esa mujer.

—¿Acaso estoy hablando con un reconocido amante del arte y no me he dado cuenta? —interroga la mujer arrugando la frente como si desconociera su identidad.

—Amante del arte, de la belleza, de la verdad. Soy José Vega, un simple buscador de todo lo bello que la vida es capaz de brindarnos —declara el magnate con una media sonrisa esperando que la mención de su nombre sea suficiente para terminar de asegurarse la compañía de esa belleza.

—¿Así que estoy ante el nombrado hilador de historias? Ahora sé que realmente debo cuidarme de su habilidad con las palabras —murmura Lydia manteniendo una sonrisa juguetona en los labios viendo en la mirada de su compañero como su ego se siente conforme con el reconocimiento que le brinda.

—No sé si realmente soy tan famoso, y ese apodo solo habla de una parte de mí, tengo mucho más que brindar que solo historias y noticias —susurra José al oído de la mujer siendo capaz de oler el dulce aroma a jazmines que el perfume de ella desprende.

—Creo que no debo dudar de eso, y si bien no puedo negar que me despierta cierta curiosidad, debo confesar que me pregunto si debiese temer también a lo que podría llegar a descubrir —responde la mujer con cierta picardía mirando de reojo al hombre que se dirige hacia ellos.

—Aunque me gustaría disipar ese temor, creo que el misterio es un buen aliado del hombre —declara el hombre seguro de que tiene a la mujer justo donde la quiere.

—La verdad es que el misterio siempre ha sido mi debilidad, simplemente no puedo negarme descubrir lo que está oculto a simple vista. Aunque me temo que aún necesito un poco más de ayuda del alcohol para sentirme con el valor para hacerlo —señala Lydia levantando su copa vacía torciendo la boca en una mueca vergonzosa.

—Es algo que se puede solucionar rápidamente —asegura José tomando la copa vacía y dirigiéndose en busca de algún mesero que le ayude a terminar con su conquista.

Al ver al magnate separándose de la seductora, Joel siente el impulso de advertirle sobre la verdadera identidad de esa mujer, pero el temor de que ella pueda aprovechar esa oportunidad para escabullirse lo hace resignarse. Por lo que lo deja pasar a su lado y decide ir a confrontarla, esperando ser capaz de sacarla de ese lugar sin provocar un escandalo, lo cual parece algo bastante difícil de hacer, pero que piensa lograr de alguna manera.

—Me han dicho más de una vez que soy alguien entrañable, pero no creí que tú fueras a  echarme de menos —declara la mujer con una sonrisa burlona en los labios al ver al Detective parándose a su lado.

—¡Puedes ahorrarte tus jueguitos para esos idiotas de ego inflado, la única razón por la que estoy aquí es para llevarte ante la justicia por los crímenes que has cometido! —replica Joel con un tono frío, sin estar dispuesto a ser manipulado por ella.

—Estás demasiado tenso, deberías calmarte antes de que te de algo. Creí que tu trabajo era llevarme ante Reyes —señala Lydia arqueando una ceja con cierta curiosidad, tratando de determinar que tan lejos está determinado a llegar ese hombre para lograr atraparla.

—Eso fue antes de que supiera que eras la asesina de mi hermano, te entregaré a mi padre quien sé que se encargará de que recibas lo que te mereces —declara el Detective haciendo un gran esfuerzo para obligarse a mantener el control de sus emociones que amenazan con desbordarlo.

—Entregarme al sistema corrupto al que llama Justicia, sería mi declaración de muerte. Estaría muerta mucho antes de que pudiese llegar a un juicio, conozco demasiado sobre el mundo oculto que controla los hilos de esta nación —plantea la mujer apretando los labios con seriedad, sabiendo que la única razón por la que aún está respirando es que ha sabido como cuidarse.

—Supongo que alguien como tú ha cosechado una buena cantidad de enemigos, pero si lo que quieres es darme lástima, puedes tener por seguro que no lo lograrás —asegura Joel aunque no puede evitar distinguir en la mirada de ella cierta sombra de verdad en lo que le dice.

—Uno no vive de la lástima de los demás, Detective. Sino de saber luchar, y en mi caso… incluso esconderte, no hago lo que hago por diversión, sino porque es lo que debo hacer para limpiar mi nombre y ser capaz algún día de dar la cara al mundo sin temer a que me maten o encierren —confiesa Lydia con mucha más franqueza de la que estaría dispuesta a demostrar normalmente. 

Joel la observa por un momento en absoluto silencio, como si estuviese midiendo sus palabras. Sintiendo que algo en su interior quiere creer en su inocencia, pero por otro lado está el deseo de poner fin a su búsqueda de la persona que asesinó a su hermano, incluso cuando esa persona es la que ha sido capaz de hacerlo sentir vivo en mucho tiempo.

—Si eres inocente… algo que dudo mucho, seré yo mismo quien se encargue de dejarte en libertad y descubrir lo que realmente sucedió —declara el Detective sintiendo una especie de lucha interior por tomar la decisión de lo que hará con ella.

—Eres demasiado ingenuo para tu propio bien, si sigues así no durarás mucho en mi mundo  —murmura la pelirroja con cierta trsiteza retrocediendo unos pasos dando la espalda al cuadro.

Queriendo poner fin a eso, y sobre todo al sentimiento de vulnerabilidad que se apodera de él ante el remolino de sensaciones y sentimientos que esa mujer es capaz de despertar en él. El Detective avanza hacia ella sin quitarle los ojos de encima para no perderla de vista, sin embargo sus pies se enredan con algún objeto haciéndolo tropezar y derramar la copa de vino que lleva en la mano sobre el cuadro cuando la seductora se hace a un lado con suma habilidad.

—¡Oh, por Dios, este hombre ha arruinado la pintura! ¡Que alguien haga algo!  —grita una mujer horrorizada al ver el liquido violeta siendo absorbido por el lienzo.

Joel intenta explicar que ha sido un accidente, aun cuando no tiene idea de cómo fue capaz de tal torpeza, o al menos hasta que baja la mirada y ve un zapato de tacón plateado volteado en el piso. A pesar de saber lo que eso significa voltea la mirada para cerciorarse de que la seductora ya no se encuentra allí, sin que él se percatara ella le dejó ese zapato para hacerlo tropezar y meterlo en ese lío, uno lo suficientemente grave para evitar que él pueda salir en su persecución. Tal y como ella le advirtió, cometió el error de subestimarla.

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