Cap. 4: Indagando

—Por favor, hazme feliz y dime que lograste conseguirme lo que te pedí —murmura Lydia rodeando con sus brazos el cuello de una policía sentada frente a su escritorio en la Comisaría.

—¿Alguna vez te he decepcionado, querida? —cuestiona la mujer de cabello castaño atado en una pulcra coleta con una sonrisa divertida en los labios.

—Ni una sola vez, Emma. No miento cuando te digo que te debo la vida —declara la  dándole un beso en la mejilla y posando la mirada en la caja de archivos debajo del escritorio.

—Usualmente no suelo preguntar qué es lo que piensas hacer, ya que a esta altura considero que cuanto menos sepa mejor para mí. Pero sé que esto es un tema sensible, y no se me ocurre ni una sola razón por la que quieras arriesgarte solo para echarle un ojo a esto —pregunta Emma arrugando la frente como cada vez que intenta entender a su amiga, algo que hasta el momento no ha logrado.

—Solo… quiero saber qué es lo que creen saber sobre lo que sucedió esa noche… eso es todo… —murmura Lydia esperando tener el valor para poder abrir esa caja que la inculpa de ser una asesina a sangre fría.

—¿Y por qué eso te preocupa ahora? Hasta el momento nunca te ha importado lo que la Policía creyese sobre ti —señala la amiga sabiendo que esos archivos podrían llevar a que las rastreen e identifiquen.

—Aún hay respuestas que incluso yo ignoro, quisieron hacerme caer, me tendieron una trampa que no vi venir, y quiero saber por qué —plantea la pelirroja que se ha visto en la necesidad de convertirse en la seductora para conseguir la verdad.

—¿Es solo eso? Te conozco lo suficiente como para saber cuando no me estás diciendo toda la verdad —reclama Emma mirándola con cierta severidad, queriendo asegurarse de que su amiga no esté tomando riesgos innecesarios.

—Reyes contrató para seguirme al hermano del policía que murió esa noche, cuando supo quién era yo pude ver en sus ojos un odio tan profundo que fue casi como recibir una puñalada. He hecho cosas en mi vida que pueden hacerme merecedora de odio, pero asesinar a ese hombre no es una de ellas —confiesa Lydia pudiendo recordar el  peso de esa mirada incluso ahora.

—¿Me estás diciendo que te importa lo que el sabueso de una de tus victimas crea de ti? Eso es algo nuevo sin duda —plantea la policia arqueando una ceja al parecerle algo totalmente extraño.

—Pues sí, cuando él aún ignoraba mi identidad, por un momento fue capaz de sacarme de mi mundo, por un instante llegue a sentir que era una persona normal, una que podía aspira a una vida simple y normal —susurra la pelirroja soltando un suspiro de cansancio al saber que eso es casi una ilusión para alguien como ella.

—Oh, amiga. Sabes que te entiendo muy bien, y sé que en algún momento podrás librarte de todos esos demonios que te persiguen. Pero sabes muy bien que aún no es momento de darte el lujo de bajar la guardia, y mucho menos con alguien que tiene tantas razones para entregarte —advierte Emma que si bien le gustaría alentar a su compañera de buscar algo de normalidad en su vida, sabe bien que no es algo posible.

—Pensar que hay tantas mujeres que sueñan con tener una vida de emociones, persecuciones, de adrenalina, y yo solo deseo tener las vidas ordinarias que ellas desprecian tanto —confiesa Lydia con un dejo de tristeza en el rostro, una más aguda de lo que cree al provocar que su amiga le apriete con fuerza la mano en señal de contención.

La pelirroja agradece a la vida una vez más por haberle puesto a una amiga como Emma a su lado, probablemente la amistad entre ellas es lo único real que ha vivido durante toda su existencia. Desde el momento en el que tuvo uso de conciencia fue entrenada para ser una farsante, para desempeñar el papel que su misión le exigía, de hecho hay veces en la que ni siquiera está segura de quién es en realidad.

Sin embargo, espera que al menos descubrir la verdad sobre el hecho de que la organización a la que pertenecía le volviera la espalda, pueda ayudarla a descubrir más sobre ella misma, quizás incluso su verdadero nombre y a la familia que jamás conoció. Al mirar hacia la entrada de la Comisaría decidiendo que ya es hora de marcharse todo su cuerpo se alarma, con un movimiento rápido se agacha escondiéndose debajo del escritorio.

—¿Qué demonios haces? Sabes que no tienes que llamar la atención aquí —interroga la policía entre dientes, preguntándose qué le ha picado a su amiga.

—Él acaba de entrar, no puede verme aquí —susurra la pelirroja encogiendo el cuerpo tanto como le es posible para no ser descubierta, es experta en escapes, pero salir de esa Comisaría si es señalada como asesina de un policía podría ser sin duda algo desafiante.

—¿Él? ¿Hablas del hijo del Comisario? —pregunta Emma mirando con disimulo hacia la entrada.

—¿Es el hijo del Comisario? —repite la pelirroja haciéndose casi un ovillo al ver que sus posibilidades de escapar se vuelven cada vez más improbables.

—Sí, uno de ellos, el otro fue asesi… —con el rostro pálido al atar cabos, la policía baja la mirada cargada de temor para mirar a su amiga, a pesar de conocer la historia de esa noche, no se había molestado en conocer la identidad del agente muerto.

—Sí, lo sé, se ve mal. ¿Pero tuvo que elegir justamente este momento para hacerle una visita a su padre?  —protesta Lydia mordiéndose el labio con nerviosismo, creía estar coincidiendo con él porque así lo deseaba, sin embargo parece que hay algo más que los lleva a toparse el uno con el otro.

—No creo que haya venido a verlo a él, por lo que oído no se llevan muy bien desde que le dieron la baja de la fuerza —murmura Emma sin perder de vista al visitante que se pasea entre los distintos escritorios.

—¿La baja? ¿Por qué le dieron la baja? —interroga la pelirroja frunciendo el ceño con curiosidad, no pudiendo imaginar una razón para que eso haya ocurrido.

—Estaba obsesionado con hallar a la asesina de su hermano, incluso cuando cerraron la investigación él siguió adelante. Para conseguir información llegó a meterse en círculos pocos convencionales, así que el Comisario pidió su baja, supongo que no quería arriesgarse a perder a su otro hijo —relata la policía que recuerda que esos no fueron tiempos muy buenos en ese lugar.

—Y supongo que ahora que cree haberla encontrado viene por refuerzos.. —susurra Lydia siendo consciente de que no es solo su vida la que se arruinó esa noche, al igual que ella, ese Detective se fue sumiendo en las profundas aguas de la supervivencia.

—¡Disculpe, Agente, estoy buscando a Ulises Ramos! ¿Sabe dónde podría encontrarlo? Necesito hablar con él —consulta Joel parándose junto al escritorio de Emma.

—Si no se encuentra en su puesto debe de haber respondido a algún código, es la secretaria quien podría darle información más precisa —responde la Policía sintiendo un nudo en el estomago al ver la mirada del hombre recorriendo todo su escritorio.

—Gracias, supongo que no me quedará más remedio que esperarlo. ¿Revisando casos viejos? —pregunta el Detective señalando con el dedo índice la caja de archivos.

—Sí, un viejo caso que tiene similitudes con uno de los que estamos procesando —miente Emma sintiendo que cada vez le cuesta más trabajo respirar, aunque tratando de disimular su nerviosismo.

Desde abajo del escritorio, Lydia mantiene la palma de la mano sobre su boca, como si temiese que su respiración pudiese llegar a delatar su presencia. Aunque lo cierto es que si él llega a reconocer que esa caja es la que contiene los archivos sobre la muerte de su hermano, no tardaría mucho en atar cabos, y en ese caso no le quedaría más remedio que luchar contra él.

—En ese caso podría ayudarte, conozco todos los casos antiguos de esta seccional. Aunque nunca he sido capaz de reconocer los casos por el numero de referencia —se ofrece Joel comenzando a rodear el escritorio para destapar la caja y distraerse entre tanto que espera a su primo.

Lydia siente la adrenalina corriendo por todo su cuerpo, preparándola para el inminente enfrentamiento, al menos tiene como ventaja el factor sorpresa. Él ni siquiera se verá venir el golpe, y en cuanto logre derribarlo deberá correr hacia la salida tan rápido como le sea posible, antes de que los demás sean capaces de reaccionar. 

—¡Siempre husmeando, deberías hacerte tratar! —exclama un joven agente de pelo corto entrando en la Comisaría con una expresión divertida.

—¡Y tú haciéndote el héroe en la calle, de seguro tu ego ha venido más inflado, al menos si fuese posible agrandarse más! —replica Joel girando sobre sus talones para encontrarse con su primo.

La pelirroja suelta un largo suspiro de alivio echando la cabeza hacia atrás, eso sin duda ha estado demasiado cerca. Puede que su amiga tenga razón y esté siendo descuidada, arriesgándose por algo que no lo merece, aunque la verdad es que aún sigue queriendo demostrar su inocencia, no solo al mundo, sino también a Joel. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo