Cap. 3: Sombras del pasado

Lydia inhala el relajante aroma del café que una joven mesera le deja junto a un par de medialunas, con un movimiento de cabeza agradece por el servicio sin quitar la mirada de su laptop. Tal y como esperaba, la carrera del Senador se hunde rápidamente, no solo ante las fotografías que ella ha publicado en su sitio web: Exponiendoinfieles.com, sino también ante las pruebas que un sinnúmero de amantes se atreven a publicar, siempre bajo anonimato claramente por temor a las represalias. 

—¡Ese hombre es un verdadero cerdo! —exclama disgustada la mesera al ver por arriba la publicación en la pantalla.

—Sí, y pensar que ya muchos lo veían como el próximo Presidente —murmura la seductora meneando la cabeza con decepción.

—Somos tan fáciles de engañar, resulta  algo bastante desalentador —suspira la muchacha frunciendo los labios antes de acudir al llamado de otro cliente.

La pelirroja sonríe complacida ante el efecto que su trabajo ha provocado, solo es cuestión de tiempo para que el nombre de Martin Reyes se convierta en la imagen de todo lo corrupto y lo inmoral del país. Aunque eso significa que al igual que cualquier fiera acorralada, él va a usar sus influencias para darle, y ese Detective que descubrió es la prueba de eso.

—Aunque ha resultado ser bastante apuesto e interesante —murmura Lydia con una sonrisa juguetona en sus labios, recordando la sensación que se apoderó de su cuerpo mientras bailaba con él.

—¡Me habían hablado de tu gran efectividad, pero lo que has logrado ha sido extraordinario! —exclama una mujer de elegante vestido negro y pañuelo en la cabeza sentándose en la mesa junto a la seductora.

—Se lo dije cuando tuvimos nuestro primer encuentro, era un trabajo garantizado. Ahora esa demanda de divorcio será mucho más beneficiosa para usted —responde Lydia contemplando la alegría que la libertad le brinda a esa pobre mujer que ha tenido que soportar años de desprecio e infidelidades por parte del marido.

—Sí, tantas veces soñé con la posibilidad de poder liberarme de Martín, de poder comenzar una nueva vida, quizás hasta con hallar a alguien que llegue a valorarme, que aún no puedo terminar de creer que realmente está pasando —confiesa la clienta sin poder evitar que los ojos se le llenen de lágrimas.

—¡Ahora eres libre, es real, no un sueño, y podrás tener la vida plena que siempre deberías haber tenido! Aunque deberás ir con cuidado para que él no consiga nada que lo favorezca en la división de bienes —señala la seductora con cariño, siempre le gusta ese momento con sus clientas, siente como si estuviese presenciando un ave fénix resurgiendo de las cenizas.

—Sí, Martín hará hasta lo imposible para intentar salirse con la suya, él es incapaz de aceptar una derrota —reconoce la mujer poniéndose de pie y dejando un sobre con una información solicitada que era parte del pago.

—Por supuesto, y tú mira bien a los brazos de quién irás ahora, tristemente en este mundo hay más ogros que príncipes —advierte Lydia abriendo el sobre para comprobar que es lo que solicitó, al hojear los papeles un velo de seriedad inunda su rostro, ya que con eso está un paso más cerca de hacerse con la verdad que ha perseguido desde hace años.

Soltando un largo suspiro, la seductora mira a través de la ventana a Joel que está inmerso en su taza de café y en la lectura del periódico en una de las mesas de la acera. Teniendo acceso al celular que le robó pudo averiguar mucho sobre él, es un profesional en su trabajo de descubrir y hallar a sus objetivos, como así también en el arte del engaño.

Quizás es por eso que se siente tan atraída hacia él, porque resulta que son muy parecidos, ambos viven del engaño, de las apariencias. Y ella lleva tanto tiempo en ese negocio que todo se ha vuelto tan insípido e irreal que ese destello de pasión como el que ha tenido la noche anterior junto a él, es algo que no quiere que se apague, sino que quiere alimentar y avivar, incluso si eso significa correr el riesgo de quemarse.

—Querida, la cuenta, por favor —pide Lydia decidiendo continuar con el juego que ha comenzado la noche anterior.

—Aquí está, señorita —acude la mesera rápidamente extendiendo el ticket hacia la mujer con su habitual sonrisa que debe obligarse a mantener ante los clientes.

—Necesito pedirte un favor, cariño, podrías conseguirme un alcohol liquido, no soy muy adepta al que es en gel —pide la mujer poniendo una buena propina en la bandeja plateada de la muchacha.

—Oh, por supuesto, creo haber visto uno en el depósito —responde la mesera viendo la propina que resulta el doble de lo que ha salido la cuenta.

—Gracias, me salvaste —murmura Lydia con una sonrisa de gratitud esperando recibir lo que ha solicitado.

Leyendo en el diario un nuevo articulo sobre la inmoral vida privada del Senador Reyes, Joel mueve la cabeza con decepción, a ese paso para cuando encuentre a la misteriosa seductora a ese tipo no le quedará nada para pagarle por su trabajo. Por lo que debería apresurarse en hallarla, lo cual está muy lejos de lograr, ella solo jugó con él, y muy a pesar logró sumarlo a su lista de conquistas.

—Espero que no te haya molestado que tomara tu celular prestado, necesitaba saber cuáles eran tus intenciones —anuncia Lydia con un tono de voz divertido sentándose frente a su perseguidor dejando el teléfono sobre la mesa.

—Creo que llegó a disgustarme más que me vieras la cara de idiota —protesta el Detective sintiendo la rabia crecer dentro de él al tenerla de nuevo ante él.

—No te hagas la victima, vives del engaño tanto como yo. En nuestro mundo eres el cazador o la presa, y yo siempre estoy del lado ganador —señala la mujer sin poder evitar poner voz juguetona, al sentir un divertido cosquilleo recorriéndole el cuerpo.

—De eso no tengo dudas, sé que con tal de ganar eres incluso capaz de ponerle una bala en la cabeza a un buen hombre —masculla Joel sintiendo que podría saltar encima de esa mujer como si fuese una especie de desquiciado.

—Sé que probablemente crees que has hecho tu tarea, pero no sabes nada de mí. Y mucho menos de mi pasado, no tienes ni la más mínima idea  —reclama Lydia sabiendo muy bien hacia donde se dirige esa conversación.

—¡No juegues conmigo! —protesta el Detective golpeando la mesa con el puño, sobresaltando a la gente a su alrededor—. Mi hermano te estaba investigando y por eso lo mataste —masculla con una mezcla de dolor y desprecio.

—Para ser un Detective tan aclamado parece que es muy fácil engañarte, al igual que muchos creíste esa puesta en escena, pero la verdad es muy diferente —se defiende la mujer que aún ahora lucha por probar su inocencia, pero que por alguna razón siente que debe dejárselo claro a ese hombre.

—¿Así que te inculparon? Yo mismo revisé cada detalle de la escena, de las evidencias, todo indicaba que tú eras la responsable —declara Joel que no piensa tragarse esa patética excusa, no tiene ninguna duda de que ella fue la asesina.

—Eso es porque la gente que me inculpó saben hacer muy bien su trabajo, hay fuerzas en movimiento que están muy por encima de ti. Quienes manejan los hilos no son los idiotas como Reyes, o siquiera el Presidente, eso es algo que debes tener en cuenta si quieres saber la verdad sobre tu hermano —se atreve a revelar Lydia, aún sabiendo que si lo dirige hacia esos secretos lo pondrá en peligro.

—No sé de qué estás hablando, así como no tengo idea de por qué haces lo que haces, solo sé que mi hermano era un buen hombre, y que tú lo mataste —sostiene el Detective sintiendo que ya no pueda soportar seguir viendo a esa mujer libre.

—Si eso es lo que piensas de tu hermano, entonces no lo conocías bien, o no estabas al tanto de en lo que estaba metido —confiesa la mujer sabiendo que esas palabras no serán bien recibidas, pero sin soportar la mirada acusadora que él le dedica.

—¡No te atrevas a querer manchar su memoria! Conocía muy bien a mi hermano, él era el representaba todo lo bueno de la policía, y jamás deshonraría su placa —declara Joel con los ojos empañados por las lagrimas.

—Tienes un largo camino que recorrer para llegar a la verdad, uno que según creo hará que nos volvamos a encontrar —murmura Lydia decidiendo que ya ha pasado mucho tiempo allí y que ha hablado más de lo que es conveniente.

—¡Fuego, Fuego! —grita una mujer sentada junto a la pareja al ver las llamas subiendo por el mantel.

Al ver una llamarada Joel se lanza hacia atrás sintiendo el calor de las llamas que por poco lo dejan sin cejas, su mente tarda unos segundos tratando de discernir de dónde ha surgido ese repentino incendio que envuelve su mesa. Algo que no tarda en descubrir al sentir el olor del alcohol etílico y notar la ausencia de la pelirroja, una vez más se le ha escapado de las manos, nuevamente le demuestra que va un paso delante de él, aunque no piensa permitir que eso siga así por mucho más tiempo.

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