Capítulo 5

George

Sentado en las sombras de mi taller, repasé todo mi pasado con Vicky, como hace años no me torturaba. Recordé el diseño a punto de terminar y que tenía que entregar en unas horas más, y no tenía cabeza para ello con esto del tema. La mirada de ella sobre mí diciendo: “¿Perturbarme? Para hacerlo, deberías en primer lugar importarme, pero no lo es así desde hace diez años para ser exactos.” Diez años desde que pusimos un punto final a nuestra historia, cerré los ojos y la ira corrió por mis venas al recordar la fecha de boda de ella con Ronald, solo habían pasado dos semanas cuando me pidió el divorcio exprés.

— ¿Por qué estás a oscuras? —no me había percatado que la puerta se había abierto, hasta que escuché a mi hermana hablar, encendió la luz y jadeó al ver el destrozo del lugar. — ¿Pero qué es lo que ha pasado aquí?

—Quisiera estar a solas. —le anuncié sin siquiera mirarla.

— ¿Qué es lo que pasa, George? —se acercó y se sentó sobre sus talones a mi lado. — ¿Por qué has destrozado tu taller?

—He visto a Victoria. —ella se sorprendió.

— ¿En dónde?

—En un restaurante de hamburguesas.

— ¿Estaba acompañada de su familia? —levanté la mirada y entrecerré mis ojos.

— ¿Sabes que es casada y tiene una hija? —le pregunté y noté algo en su mirada. —Tú la investigaste.

—Sí, he sido yo. —y yo que pensé que fue Bryan.

— ¿Por qué lo has hecho, Marie?

—Por qué la vi con su hija, la pequeña era idéntica a nuestra tatarabuela de pequeña, tengo la foto, así que quería saber si ella te había ocultado que tenías una hija. Pero…—se puso de pie y se sentó a lado, en el otro sillón. —…no es así, los reportes dicen que es de ese Ronald. Hice cuentas y debió de haber quedado embarazada cuando se casó.

— ¿Sabes algo? Esa niña pudo ser mía. —Hice una pausa—Ella lo deseaba con el alma el ser madre. —confesé. —Ella quería una familia conmigo, una vida juntos y…—detuve mis palabras.

—…y eran bastante jóvenes, se casaron a escondidas de nuestros padres, George, ¿Pensabas que se quedarían de brazos cruzados al ver que estabas con una huérfana, sin pasado y sin dinero? Yo no apruebo lo que hicieron, te obligaron a darles lealtad…sobre lo que amabas.

—Estaba cometiendo errores, Marie, ellos solo me ayudaron a regresar al camino.

—George, por favor. —Marie se irritó.

— ¿Marie? —escuchamos a Bryan, la miré.

— ¿Qué hace aquí? —ella sonrió.

—Hemos salido y me ha venido a dejar.

—Aquí están y…—Bryan se quedó observando el destrozo del lugar. —Creo que algo ha pasado por aquí.

—Vamos, amor, George necesita estar a solas. —se despidieron y se marcharon dejando sentado en mi taller con el tornado de pensamientos.

**Diamond Western Group**

Por la mañana, llegué a la empresa con mis diseños que tenía que entregar, había despertado con el malestar en mi estómago de nuevo, eso me recordaba mi cita en un par de días con mi doctor de cabecera, si persistía, iría antes. Subí el elevador que me llevaría hasta el último piso donde se encontraba la oficina de mi padre, mi madre regresaría mañana de su viaje por Europa. Las puertas del elevador se abrieron y crucé a su secretaria quien esperaba para guiarme hasta las puertas de la oficina.

—Bienvenido, señor Western.

—Gracias. —llegamos y me cedió el paso, le agradecí con un movimiento de barbilla, al entrar miré a mi padre que estaba de pie frente al altísimo ventanal que daba a una de las mejores vistas de la ciudad de New York.

—He llegado. Tengo los…—me interrumpió al mismo tiempo que se volvió hacia a mí.

—Te tengo una noticia—llegué hasta quedar frente a su inmenso escritorio, le dejé la carpeta con los diseños de la temporada.

—Dime. —sonrió.

— ¿Recuerdas a Joanne Shaw? —arrugué mi ceño.

—Sí, es la hija de Leonard Shaw.

—Viene en camino con tu madre, se ha encargado de encontrarte a tu futura esposa. —cerré los ojos, estaba harto del tema de los matrimonios, no tenía tiempo para ello y me irritaba todo el tema, abrí mis ojos y negué.

—No quiero matrimonio.

—No puedes andar por ahí sin una esposa, George, tienes que darnos nietos, herederos de todo este imperio que por generaciones sigue en lo alto.

—No quiero matrimonio. —repetí de nuevo pero ahora ya mostrando mi fastidio.

— ¡Tienes treinta y cinco años, por Dios! ¡Llegarás a los cuarenta años sin una compañera de vida! ¡No somos eternos, George!

— ¡Qué no quiero un maldito matrimonio! ¡El que tenía me obligaste a terminarlo! ¡Ese era el único matrimonio que me importaba!

—Y sigues con lo mismo, Victoria no cumplió los requisitos de los Western, ¡Ella solo era una huérfana sin historia y dinero!

—Yo la amaba…—susurré sin dejarle la mirada. —Y si realmente les hubiera importado mi felicidad, debió de bastarles.

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