Inferno.
Inferno.
Por: Its Edward
I.

                                                                                                  I.

Salí de la universidad mientras aseguraba mi mochila al hombro, y un proyecto que mi profesor de escritura creativa nos había mandado para aquel curso no dejaba de rondar en mi cabeza. Era una simple novata en la universidad de psicología y, a pesar de que la carrera me gustaba, nunca había sido buena con las deducciones.

Realizar un psicoanálisis sobre alguien, observarle, apreciarle y conocerle.

En la última parte de este proyecto quiero que me describáis como habéis descubierto que esa persona es.

Os aseguro que serán opiniones totalmente diferentes.

El profesor Leckson había dicho mientras algunos de sus pocos alumnos se alegraban de aquel trabajo, alumnos entre los cuales yo no me encontraba. Teniendo en cuenta que mis verdaderos amigos podía contarlos con dos dedos, conocer a la gente a fondo no era algo que me entusiasmase o me pareciese relativamente fácil.

Le quité el seguro a mi coche y lancé mi mochila al asiento del copiloto mientras entraba en el vehículo y ponía la calefacción. Estábamos a finales de noviembre y el frío de Londres era algo insoportable para alguien que venía de las cálidas costas de California. 

—Hola, cariño —escuché la dulce voz de mi madre al otro lado del teléfono mientras yo ponía el manos libres y comenzaba a conducir hacia mi piso.

—Hola, mamá, ¿estás ocupada?

—Lo cierto es que estoy en mi descanso para comer, tienes suerte —mi madre contestó y sonreí. Trabajaba en una empresa de negocios internacional la cual la tenía viajando por el mundo diariamente, algo que hizo más fácil mudarme a la otra punta del mundo cuando empecé la universidad—. ¿Qué tal el día? Perdón por no hablar contigo ayer, tuve un largo día de conferencias y cuando llegué al hotel estaba demasiado cansada.

—Está bien, solo llamaba para saber cómo estás.

                                

      (...)

Bajé del coche mientras me colocaba mejor el gorro de lana sobre mi pelo negro y rizado. Me disponía a entrar en mi portal en el momento en el que vi como un hombre golpeaba a un perro en la acera de en frente, sin pensármelo dos veces, crucé esta, siendo casi atropellada por un autobús y varios coches.

—Disculpe, pero no debería haber hecho eso. —En el momento que aquella frase salió de mi boca, aquel vagabundo rió y sorbió su nariz.

—¿Me vas a decir como tengo que tratar a mi perro? —Me agaché para observar de cerca al asustado animal, que no dudó ni un segundo en venir hacia mí, aterrado de su amo.

—Que sea su perro no le da derecho a golpearle. —Me levanté del suelo tras acariciar al pobre animal que se encontraba temblando.

—Vamos, Lucky. —El hombre comenzó a andar, pretendiendo que el perro le siguiese, pero este no se movió, refugiándose tras de mí.

—No quiere, y no lo hará.

—No tengo tiempo para aguantar a una niñata, ¿me oyes? —El vagabundo rehizo su camino hasta mí, e incluso se atrevió a cogerme por el antebrazo. —Vas a alejarte de este puto perro y no pondrás ninguna resistencia o repetiré la escena que has visto hace unos segundos pero tú serás la principal protagonista —me amenazó con furia y miré a mi alrededor en acto reflejo, el tránsito de gente que pasaba por aquella calle era elevado, pero nadie se había parado a intervenir o se había molestado en mirar.

Cuando quise darme cuenta aquel hombre me había soltado el brazo y se encontraba flexionado sobre sus rodillas por un chico que estaba detrás de él con un cigarro sobre sus labios mientras le sostenía de esa manera.

—¿Pasa algo? —pronunció el moreno de voz ronca, pareciendo burlarse de la situación.

—Suéltame. —Aquel hombre exigió gruñendo de dolor cuando el chico de detrás apretó más.

—No estás en circunstancias de pedir algo, ¿acaso no te das cuenta? —volvió a hablar el moreno y el vagabundo dejó de forcejear contra él. El chico con la mano libre retiró el cigarro de su boca para expulsar el humo y volvió a depositarlo en sus labios—. Voy a soltarte, ¿está bien? Y no vas a hacer nada que no debas o voy a sacarte toda la m****a de un puñetazo. —Y en cuanto se alejó de él, el vagabundo salió a correr, dejando a su preciado perro aún detrás de mí. El chico que me había ayudado comenzó a andar hacia el paso de peatones que conectaba con la acera de enfrente y le seguí mientras cargaba al perro en mis brazos.

—Eh, gracias —hablé cuando me posicioné a su lado, y él ni siquiera me miró, arrojando el cigarro consumido al suelo.

—No deberías meterte donde no te importa. —Sus ojos negros me traspasaron por unos segundos para volver su mirada al frente, y me guardé un suspiro de admiración ante lo profundos que eran. 

—Pero tú h...

—Adiós. —Y caminó hasta el mismo edificio en el que yo vivía, entrando en este seguido de mí.

—¿Vives aquí? —quise saber cuando ambos nos metimos en el ascensor. No recibí ninguna respuesta, ni siquiera me miró, y por un instante me planteé que quizá tuviese problemas auditivos.—. Vaya, incluso parece que vivimos en la misma planta. Bienvenido, supongo—dije de manera educada, deduciendo que sería nuevo puesto a que nadie había vivido allí desde que la señora Marilyn se marchó. Esperé unos segundos su respuesta, pero esta fue caminar hasta la puerta de su apartamento y entrar.

Ese chico era tan misterioso, como frío.

Ya tenía a mi sujeto para el proyecto.

Abrí la puerta de casa mientras entraba lo más sigilosamente que pude, intentando que el cachorro abandonado que traía en mis manos no ladrase. Comencé a andar hacia mi habitación en el momento que alguien llamó mi atención desde el salón, cerré los ojos fuertemente mientras me giraba a observar como Cara me miraba entre sorprendida y enfadada.

—Dime que esto no es lo que creo —casi rogó mientras se levantaba para caminar hasta mí y el cachorro se removió en mis brazos.

—No es lo que crees. —Hice lo que me pidió y Cara llevó las manos a su pelo rubio el cual retiró hacia atrás con frustración.

—No creo que a Nesquick le haga mucha gracia compartir hogar con otro bicho pulgoso como el que has traído a casa. —Cara se acercó un poco al cachorro para observarle más de cerca y una mueca de desagrado se reprodujo en su cara. —No puedes traer a animales abandonados a casa cada vez que quieras, Indie, estén jodidamente vacunados o no —Cara protestó y sonreí dulcemente, para suavizarla ante lo que tenía que decir.

—Lo cierto es que este no sé si lo está. —Cara dio un salto hacia atrás asqueada. —Pero lo estará, pagaré por sus vacunas.

—Primero un conejo, ahora un perro pulgoso, como el mes que viene entres por esa puerta con un maldito gato, os mandaré a los dos de una patada a la protectora, ¿me oyes?

—Accedisteis cuando quise traer a Nesquick.

—Pero no hemos accedido con este chucho, ni siquiera lo preguntaste. En serio, Indie, Holden va a enloquecer cuando vea otro animal en casa —Cara advirtió y mordí mi labio, estaba más que segura de ello.

—Pero es que...

—¿Por qué lo has traído? —Cara pidió explicaciones mientras se cruzaba de brazos y me observaba expectante.

—Un hombre lo estaba maltratando en la calle.

—¿Y?

—¡Como que "¿y?", m*****a insensible! —repliqué totalmente ofendida e incluso el perro tembló en mis manos.

—No sé quién te crees que eres, Indie, pero no puedes salvar a todas las causas perdidas, joder, con estos temas, tú eres la jodida causa perdida. —Y en el momento que Cara terminó la frase, la puerta del apartamento se abrió, dando paso a un rubio de ojos azules cuyo agudo grito de espanto casi me deja sorda.

—Indie, dime que esto no es lo que creo.

Y aquí íbamos de nuevo.

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