Capitulo 4: "Eterna noche"

-Bienvenida a casa…- Dijo suavemente mientras sostenía un reloj de bolsillo. 

-Tu eras la desaparecida, qué rayos está pasando Saya- Supliqué con desespero.

Ella caminó tranquila por la habitación y su suave revoloteó me recordó de inmediato el único recuerdo que me quedaba de ella. Me llevé la mano al cuello y sentí alivio al notar que seguía ahí, descolgé la oxidada cadena y la sostuve con el brazo extendido. -La guardé para ti- Dije contenido el dolor. Era un colgante de libélula desgastado por los años, era de cuando éramos niñas. -Fue lo único que encontré de ti en la explosión...- Bajé la cabeza y suspiré agotada. -Cuando desapareciste...- 

-Nunca te dejé sola Hachi, por eso estás aquí- Me interrumpió y tomó la cadena con delicadeza. -Lamento mucho lo sucedido, pero no había otra manera...- Tomó mis manos y sonrió como si el tiempo no hubiera pasado.

Ella comenzó a hablar y yo intentaba concentrarme en sus palabras con todas mis fuerzas, pero no lo lograba, imagenes y sonidos volvían a mi memoria como relámpagos estruendosos y dolorosos. De pronto la escena del accidente pasó frente a mis ojos con lujo de detalles. 

-¡Xavier!- Grité despertando del remolino de imágenes. -¿Cómo llegué aquí? ¿Dónde está Xavier? Saya, dónde esta...- Mi voz parecía entrecortarse por la desesperación, lo último que recordaba era un calor intenso y el caos al rededor, el pavimento mojado y el olor a combustible. Nunca vi a Xavier.

-Tranquila, tranquila- Me tomó de los hombros y volvió a sentarme, esta vez frente al gran ventanal 

-Por qué la noche es tan oscura...- Musité como si de pronto fuese consciente de mi entorno. La noche era extraña, no logre divisar ninguna estrella en el despejado cielo, escuché a lo lejos el canto de un ave y el aullido de un animal. -¿Qué aves cantan de noche?- pregunté incrédula.

-Hachi, estabas muriendo... Las aves cantan porque regresaste- Su expresión era calma y su voz como un bálsamo.

-¿Volver de dónde? Jamás he estado aquí...- A pesar de la confusión parecía que mi cuerpo volvía a su centro.

-De la muerte Hachi, te rescaté de la muerte- Un absoluto silencio acompañó su declaración. -Demos un paseo por la casa, te encantará- Sonrió y sin dejarme responder salió de la habitación con rápida agilidad.

Platicar con ella después de tantos inviernos alejadas era maravilloso... Quería preguntarle tantas cosas, pero ella simplemente desapareció nuevamente.

Salí descalza hacia el pasillo para seguirla, comencé a observar cada rincón, cada objeto puesto en el lugar, hasta llegar a una escalera, era inmensa, forrada por una alfombra de terciopelo rojo, llegaba hasta una gran entrada en donde colgaba un dorado candelabro, no tenía luces, sino velas oscuras, pero estaba muy alto como para notarlas. En cada rincón del lugar se podía sentir el aroma a rosas. Encontré lo que parecía un pequeño salón de reposo apartado de las escaleras, había una pequeña mesa con una botella de lo que parecía vino, la vista del hermoso ventanal era un jardín de rosas azules que destacaban en la oscuridad. De pronto las velas de toda la casa se apagaron como si alguien las soplase una por una, las cortinas se cerraron agresivamente y un susurro termino por espantarme. -¿Te gusta la casa?- por suerte reconocía su voz.

-Saya…- Tartamudeé. –Si haces eso de nuevo me vas a matar.- Bromeé tocándome el pecho, y ella agachó la cabeza con una expresión complicada.

Entonces comprendí, no logré sentir en mi pecho sonido o movimiento alguno, nada. 

-Lo siento… Te extinguías. Tenía que hacerlo.- 

Me costó razonar, nadie está listo para volver realidad un mito en una sola noche, pero ya todo estaba claro. Estábamos muertas, juntas hundidas en la noche eterna. Tal vez ese era el precio para estar juntas nuevamente…

-¿Y Xavier?-

-Está muerto.- Dijo tajantemente.

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