Pasión Inmortal
Pasión Inmortal
Por: Elizabeth H.
Prólogo

Dulces campanadas me despertaron de una horrible pesadilla... Mareada y desorientada fui despertando poco a poco, pude escuchar una dulce melodía en violín, el olor a rosas ya marchitas invadía mi nariz y las suaves sábanas de seda que rozaban mi piel parecían hundirme más y más.

Nunca me había costado tanto despertar, al abrir los ojos un dolor punzante subió a mi cabeza, podía escuchar miles de sonidos, palabras, gritos y sensaciones que apretaban mi pecho.

Todo era demasiado brillante y solo pude llevarme las manos a la cabeza y respirar pausadamente. No tardó mucho en cesar el malestar, podría compararlo a cuando te levantas muy rápido y te ganas un mareo, pero cien veces más intenso y ruidoso.

Estaba recostada en una gran cama de sábanas rojas, era una habitación muy amplia, las cortinas oscuras casi no permitían que entrara la luz del exterior, todo parecía bañarse de un tinte rojo muy agradable. La decoración era llamativa, habían pequeñas esculturas de animales, encajes, perlas y cristales. Los muebles de madera le daban al lugar calidez y la sensación de que habían estado ahí durante mucho tiempo.

Era realmente hermoso y curioso todo lo que veía, pero me sentía confundida, no podía recordar cómo había llegado ahí, no reconocía nada a mi alrededor, todo era demasiado inquietante. El violín que oí antes continuaba su tonada. Me puse en pie con cuidado, sentí el cuerpo cansado.

Frente a la cama había un gran espejo en donde podía ver mi reflejo de cuerpo completo, llevaba puesto un ligero vestido de tela blanca casi traslúcida, mi cabello caía sobre mis hombros como si hubiera sido delicadamente cepillado, aunque seguía siendo mi reflejo algo en él era incómodo.

Después de unos minutos reflexionando frente al espejo el sonido del violín se hizo más fuerte, pareció volver a tumbar en mi cerebro como el zumbido de una abeja, me armé de valor y decidí salir de aquella habitación en búsqueda del músico que entonaba tan bella y melodía caótica.

La tonada aceleraba su ritmo mientras recorría un pasillo largo y oscuro, como en una película clásica de terror. Finalmente, llegué a un pequeño salón rodeado de puertas, el sonido nacía detrás de una de ellas, me acerqué cautelosa, pero la música se detuvo repentinamente a penas la punta de mis dedos acariciaron la madera fría.

Empujé lentamente solo lo necesario para espiar el interior, el mundo comenzó a moverse en cámara lenta, la realidad se volvió brumosa y la tenue luz no me dejó distinguir si era un sueño o un delirio de la fiebre que emanaban mis mejillas.

Aunque la iluminación era apenas podía distinguir esos rasgos afilados, podría reconocerla aunque pasaran cien años.

Lo siguiente que sentí fue el sonido de mi cabeza contra el suelo, el patrón floral de la alfombra raspando mi cara y luego la oscuridad devoró todo, solo permanecieron ahí brillando esos ojos que se clavaron en mi alma como una daga en una estocada mortal.

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