CAPÍTULO 3

A la semana siguiente me llama para quedar y lo hacemos en una cafetería, que está un poco lejos de mi casa. 

Es sábado, son las cuatro de la tarde y llueve a mares. Llego a la puerta de la cafetería, sacudo el agua de mi paraguas, lo cierro y entro a la cafetería. Voy directa al baño a recolocar mi cabello, con la humedad de la calle se me ha encrespado. 

Al salir del baño, diviso una mesa con dos personas, un chico y una chica, me acerco despacio y me doy cuenta de que es Esthela. 

—¿Esthela? 

—Hola, Keyla. 

—Hola, ¡qué cambio has dado!, estás guapísima. 

Cuando Esthela se fue de aquí, tenía apenas quince años, era el patito feo de la clase; su cara estaba llena de granos. 

Ha cambiado mucho desde entonces, mide sobre metro sesenta, es rubia, con los ojos azules, lleva el cabello a media melena, y es bastante delgadita. 

Enseguida los dos se ponen de pie para saludarme. Esthela me presenta a su novio Carlos. 

Carlos es del montón, tirando a feíllo; es el típico chico de unos treinta y tantos, de pelo castaño oscuro, con ojos color marrón chocolate. Lo único bueno que tiene es su altura y su musculatura impresionante, me da la impresión de que va mucho al gimnasio. 

Terminando las presentaciones, nos sentamos en la mesa. Carlos mira de forma muy extraña, mientras Esthela y yo nos ponemos al día. 

—Chicos, voy al baño —dice Esthela poniéndose en pie. 

—Aquí te esperamos, Gatita —dice Carlos. 

—¡Perdón!, ¿Gatita? —pregunto entre risas. 

—Sí, es mi Gatita —dice Carlos. 

Esthela se pone en pie y se dirige al baño, dejándonos solos. Decido romper el silencio para acortar las miradas: 

—¿Sabes que puedes hablar?, tengo veinte años y aún no me he comido a nadie. 

—Esthela me habló tan bien de ti, que vine a conocerte, dice que eres su mejor amiga, que te quiere mucho, pero… nunca me hubiese imaginado que fueses así. 

—¿Yoo?, y… ¿cómo soy? 

—Eres especialmente guapa, pareces una muñeca de porcelana —dice muy picaresco. 

—Gracias, pero espero que sepas que mi amiga es tu novia. 

Han pasado apenas cinco minutos cuando Esthela llega del baño. 

—¡Chicosss, ya estoy aquí!, ¿ya os habéis conocido? 

—Sí. —Afirmo con la cabeza. 

Siento que algo no va bien entre nosotros, la tensión va aumentando a medida que vamos conociéndonos. A las dos horas, más o menos, me pongo en pie y me despido de los dos. 

Llego a casa sobre las siete de la tarde. Abro la puerta y al entrar en casa, me encuentro a Sandra sentada a horcajadas en las piernas de Rubén, morreándose a todo lujo. 

—Chicos, dejadlo ya, que estoy aquí. Os tengo dicho que no comáis delante de los pobres —digo entre risas. 

—Hola, Keyla, estábamos esperándote, ¿qué tal te fue con estos dos? 

—A mí me fue bien, pero no sé yo si las cosas van muy bien entre los dos. Carlos me parece un poco rarito. —Las carcajadas salen de los tres. 

—¿Qué más ha pasado? —pregunta Sandra. 

—Ella me parece un poco lela, dice que está enamoradísima de él, que se quiere casar y que tengo que ir a su boda. 

—Espero que les vaya muy bien, que sean felices y que coman perdices, como en los cuentos. —Una vez más las carcajadas brotan de nuestras bocas. 

—Chicas… sois malas, pero malas… malas —dice Rubén, mientras se ríe con nosotras. 

Después de contarles cómo me fue, Sandra me comunica que mañana se van a conocer a los padres de Rubén. 

Sobre las nueve de la noche, cenamos, recogemos la mesa, y nos vamos a todos a la cama, ya que estos dos, mañana madrugan. 

Me pongo mi pijama de gatitos, mientras intento no reírme mucho cuando me acuerdo de Gatita y Carlos. Entro en la cama, y recuerdo que Sandra no me ha dicho nada de cuándo van a volver. 

Ufff, qué pereza me da tener que salir de la cama. Voy al cuarto de Sandra, toco a la puerta y esta se abre un poco; debía de estar mal cerrada, y la llamo. Como no me contesta, abro un poco más la puerta y… 

—Upss. Perdón, perdón, perdón —les digo muy avergonzada, tapándome la cara con la mano. 

—¡Keyla!, ¡sal de aquí! —dice Sandra. 

—Sí, sí. ¡Fue sin querer! 

Salgo del cuarto y cierro corriendo la puerta. Me dirijo al mío para dormirme ya. 

Me acuesto en la cama, muy acalorada por lo que acabo de ver: Sandra estaba galopando encima de Rubén a todo trapo, ja, ja, ja, menos mal que estaba cubierta por la sábana y no he visto nada. Parecía estar pasándoselo realmente bien, o por lo menos, sus gemidos eran muy reales. 

Después de reírme un buen rato por la escena que acabo de ver, consigo quedarme dormida. 

Al día siguiente, suena mi móvil. Me arrastro por la cama para llegar a él de forma muy perezosa, pensando que será Sandra y decirme que ya han llegado, pero para mi sorpresa… —Hola, Keyla. —Reconozco la voz de Esthela. 

—Hola, Gatita, buenos días —le digo entre risas. 

—¡Ey!, no soy tu Gatita —me contesta también entre risas. 

—Ok, GA… TI… TA… ¿hoy también quieres quedar? — pregunto medio dormida. 

—Keyla, hoy no podemos quedar, de hecho, ya estamos llegando a fortaleza (Portugal). 

—Pensé que os quedaríais unos días más. 

—Qué va, no podemos. Mañana tiene que trabajar Carlos. 

—Ok, pero dile a Carlos que te tiene que traer más veces. 

—Carlos me ha dicho que le gustas mucho y que no puedo tener una amiga mejor, iremos pronto a verte.  

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo