Capítulo 4

Como era de esperase, no pegué el ojo en toda la noche. Di vueltas por la habitación, me quedé sentada en la ventana y luego me acosté para seguir viendo el techo sin poder entender todo lo que me está pasando.

Me pregunto por qué Dios se empeña en ponerme en situaciones difíciles, cada día todo se me complica, no recuerdo un solo día de mi vida que sea lindo, que sea feliz, sin tanto caos.

Pasaron miles de cosas por mi mente de lo que me podría pasar. Desde ser su sirvienta hasta que mis fuerzas me abandonen, hasta incluso una esclava sexual

Las nauseas se apoderan de mi al pensarlo, no he tenido siquiera un novio, desde que recuerdo he trabajado y no sé qué es divertirse.

Me levanto para ducharme, después de estar casi una hora en el baño, salgo para ponerme unos jeans y una camisa con mariposas. Esta ha sido un regalo de Trudie, dice que deseara que yo desplegara mis alas y volara hacia la felicidad.

Y yo también deseo eso, que, al cerrar y abrir los ojos, todo esto no existieran.

La puerta de la habitación se abre y madre entra con una pequeña bandeja de frutas sobre ella. Su semblante refleja verdadera preocupación, pero sé que ella no puede hacer nada para ayudarme.

Ella fue criada en una familia donde mi abuelo era un machista que maltrataba a mi abuela, y ella le enseño a que el hombre es quien lleva las riendas de la casa y se debe hacer lo que el macho diga.

Se sienta a mi lado, toma el tenedor y me ofrece un poco de fruta, abro la boca para comer lo que me ofrece y en silencio dejo que, como una niña pequeña, me diese de comer.

Entre lagrimas de las dos, al terminar la fruta, juntamos la frente, así me dice:

—Se que no tienes idea de lo que está pasando, pero estoy segura de que esto es lo mejor para ti—trato de interrumpirla, mas, no me deja—no, no quiero que pienses demasiado—acaricia mi rostro con ternura—confía en mí, y sé que no he sido lo suficientemente fuerte para protegerte, soy una terrible madre por pedirte eso y no hacer nada por cambiarlo—niego ante tal cosa—te amo mi niña—nos unimos en un abrazo que arma todas nuestras partes rotas.

Segundos después, l móvil suela con una llamada entrante, como aun no guardo el numero no aparece el nombre del ruso.

Suena muchas veces hasta que manda al buzón de voz, al tercer intento, mi madre me pasa el teléfono, sin ningún ánimo, lo tomo y contesto.

—¿Parezco una persona con mucha paciencia? —pregunta con molesta voz tras la línea, no respondo—No lo soy, si te mostré un poco de solidaridad ayer, fue por que debía decirte lo del contrato. Mi chofer llegará por ti en media hora y espero estes lista.

Y corta la llamada sin dejarme decir una sola palabra. Me molesta su actitud, es como si yo fuese de su…propiedad, bufo después de pensar en ello. No seré suya, pero, al parecer su padre es mi dueño.

Media hora después, el chofer de los CEOS rusos, el hombre se baja de la camioneta, y abre la puerta trasera para que suba, suelto la mano de mi madre para abrazarla de nuevo, como despedida.

Me extiende una bolsa en donde al abrirla, miro un retrato donde estamos las dos, yo tenía quince años y padre la tomó, justo antes de que todo se fuese al desagüé.

Subo sin ánimos al vehículo, veo la puerta cerrarse y a mi madre llorar, lo ultimo que veo es una sonrisa sincera en sus labios que dice que todo estará bien.

Seco las ultimas lagrimas que sales, aprieto entre mi pecho el retrato que es el único que me acompañara.

—Dis, disculpe—me dirijo al chofer, que me mira por el espejo retrovisor—¿hacia dónde nos dirigimos?

—El señor me pidió llevarla a una de sus compañías señorita.

—Entiendo—susurro con nerviosismo.

Miro por la ventana, dejando atrás mi ciudad, llevamos casi dos horas viajando, me quede dormida, soy humana y no pegar el ojo toda la noche tiene sus consecuencias.

Después de despertar, me acomodo y el chofer me indica que estamos por llegar.

Aparta en el estacionamiento, baja y abre la puerta para que salga.

Con duda, bajo del vehículo, y me indica que debo seguirlo, no tengo más opción que hacer lo que dice.

Camino tras de él, subimos a un ascensor que esta en la parte baja del estacionamiento para subir, veo los números que suben y suben, el corazón va a salir del pecho, trato de controlar la respiración.

Cuando las puertas se abren, veo un pasillo impoluto, paredes marmoleadas y un piso en el que juraría puedo ver mi reflejo a la perfección.

Con solo eso me di cuenta de que estoy lejos de casa, y de mi pequeña ciudad.

—Buenos días, Ashley—saluda el chofer a una chica en la recepción del lugar, ella levanta la mirada seria y le sonríe con amabilidad

—Buenos días Barley—así que ese es su nombre, sigue tecleando en su laptop—El señor Novikov te esta esperando dijo que vendrías con—me mira de arriba hacia abajo, aparta la mirada haciendo una mueca de desagrado—alguien. Dami un minuto y llamo su asistente para que te dé luz verde

—Por su puesto—declara Barley

La chica habla con alguien en el teléfono y hace una señal para que pasemos.

Sigo tras Barley, entramos a un espacio donde están barios cubículos, en ellos están unas chicas, con su ropa y peinado impecables, viéndome como si yo fuese un animal raro en exhibición y es así como me siento.

Tengo la cabeza gacha, al llegar a la puerta el señor toca y una voz masculina escuchamos decir, adelante, abre la puerta y cuando entramos, levanto la cabeza para ver frente a un enorme ventanal, al ruso, de traje negro con un vaso de licor en la mano y la otra dentro de la bolsa de su pantalón.

—Viviana—llama a alguien, quien está sentada en una silla frente a un reluciente escritorio—te llamaré después para terminar esto—la mujer se levanta, su cuerpo es escultural, tiene el cabello rubio, largo hasta la mitad de la espalda, se nota lo bien cuidado, lleva puesto un vestido se ajusta perfecto a su figura y con una chaqueta a juego, con zapatos de tacón alto.

Se vuelve a nosotros y me mira igual que la recepcionista y las demás, por sobre el hombro lo que hace que baje la cabeza amedrentada.

—Permiso—pasa y cierra la puerta

—Barley, puedes regresar—el susodicho asiente y sale dejándome a solas con el ruso—Toma asiento—ordena, sentándose en su silla detrás del escritorio.

Camino con lentitud y un poco de molestia y miedo, todo un revoltijo de emociones.

—¿Que hago aquí? —me atrevo a preguntar—necesito respuesta sobre…

—?Sobre qué? — Me interrumpe serio.

—Sobre este juego macabro de mi padre y el suyo

—¿Tu padre y el mío? —sonríe con suficiencia—Esto es una copia del contrato de compra—dice ignorando por completo a mi pregunta— o practicante del seguro de que tu padre, debe pagar sí o sí, sino

—Sino ¿qué? —lo miro molesta

—Estoy seguro de esa deuda será pagada a como dé lugar

—?Que clase de personas hace eso?Acaso ustedes, ¿van por la vida haciendo ese tipo de tratos retorcidos? Aprovechándose de los pobres—lo acuso, estoy harta y no me importan las consecuencias de decirle sus verdades.

Se levanta de su silla y camina como si fuese el dueño del mundo, se acerca a mí, pone sus manos sobre la porta brazos de la silla haciendo que la espalda choque con el respaldar de la silla, sintiéndome acorralada, comienzo a temblar, pero sin quitar la mirada de sus ojos.

—Margoth, Margoth—su rostro está a centímetros del mío—Tú no tienes la más mínima idea de todo lo que está pasando, deberías estar un poco agradecida, por que te aseguro que, lo que te esperaba en tu casa seria muy desagradable, así que, como la niña buena que siempre has sido, tomaras esos documentos, los leerás y quizás, si te portas bien, voy a considerar cambiar algunas cosas que consideres conveniente, mientras eso pasa, es mejor que te portes bien desde ahora en adelante conmigo, por que mi padre te ha comprado para servirme.

Abro los ojos como platos, sorprendida de tal declaración, viendo como sonríe de lado, como si se burlara de mi situación.

Se aparta con lentitud, toma los documentos sobre el escritorio y los coloca sobre mis piernas.

Aun sigo en shock, parpadeo varias veces y trago. Veo los papeles sobre las piernas, y los mojo con las lágrimas que caen.

—Margoth... antes de irte —lo miro y las lágrimas que resbalan, las seco de inmediato —odio que llores, asi que, de ahora en adelante, evita hacerlo en mi presencia. —Se gira sin esperar una respuesta de mi parte—los ojos se cristalizan, pero no dejo caer una sola, no sé si había odiado a alguien antes, pero estoy segura de que siento eso por ese hombre.

La verdad es que no sé cómo será mi vida a partir de hoy al ser comprada por el Ceo ruso.

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