Capítulo 2

Muy pocos días de mi vida han sido tan funestos como el de ayer. Comencé a ganar dinero desde los trece años, ayudando a los vecinos, y ese poco dinero ganado siempre me lo rebató el hombre que ayudo a mi procreación.

No me di cuenta de la hora en la que por fin me quedé dormida, ya madre no esta conmigo, siento el cuerpo adolorido, tengo raspones por la caída gracias a los tipos que mandaron a amenazar a padre, de la conmoción, no me fijé siquiera en los daños a mi cuerpo.

Aun llevo las manos sucias, me sorprendo al ver el reflejo en el espejo del baño, es como si me hubiera despertado de alguna noche de juerga, llena de anfetaminas y licor barato, cuando no se no lo que es despertarse con resaca.

Cierro los ojos y las lagrimas no tardan en caer, cubro mi rostro con las manos, sollozando en lo bajo, preguntándome ¿Qué voy a hacer ahora?

— Margot—escucho la voz de mi madre detrás de la puerta del baño—Hija ¿estás bien? —interroga con voz inquieta, mientras yo sigo llorando viendo con asco el espejo frente a mí.

Ignoro el llamado de mi progenitora, y decido meterme en la ducha, con agua fría lavo mi cuerpo como si quisiera quitar cada una de las desgracias que he padecido desde que nací.

Estoy por mucho tiempo bajo el agua tallando mi cuerpo, estoy tan cansada que mis ánimos no solo están en el suelo, sino que de nuevo han sido pisoteados por alguien que debería protegernos y no causarnos más daño.

Mi madre se cansa de esperar y cuando saldo del baño ella, ya no está, pongo el pestillo para que nadie mas entre al desordenado cuarto. Curo mis raspones y decido llamar a mi jefe, Bernard, para solicitarle unas horas, y le comento que he tenido un inconveniente que necesito arreglar.

Toma el tiempo que sea necesario Margot, le diré a Trudie, que me ayude mientras llegas—es lo que me dice tras la línea

—Gracias—agradezco con voz ronca por tanto llorar, siento la resequedad en mi garganta, es lo único que le digo y cuelgo.

No he abierto la puerta ni he querido bajar a comer nada, a pesar de las constantes llamadas de mi madre y la insistencia para que hablemos.

Lo único que he hecho, es arreglar el desastre que mi padre a causado, buscando los papeles de la casa y de dinero.

Lo cual ha sido un éxito por su parte. Veo el hueco que hice en el piso y la cajita donde guardaba la única esperanza de salir de este infierno por que considerarlo hogar es irrelevante.

Con los ánimos por el suelo salgo al fin para enfrentar la actitud sumisa de mi madre.

Bajo los escalones y como si nada ahí esta él, mi padre, en la cocina desayunando, sonríe mientras sorbe su café y lee el periódico. Como si nada hubiese pasado, como si la noche anterior no le robo a su única hija y la puso de nuevo en peligro.

—Buenos días Margot—saluda muy sonriente—ven a desayunar con nosotros—observo a mi madre y ella agacha su cabeza, en señal de que no le reprochara nada. Ni ella se atreve, ni yo.

Suspiro, cansada de todo esto, niego, salgo sin decir una sola palabra y con ganas de nunca regresar.

Y salgo de la casa escuchando los gritos de mi padre llamándome, está molesto por ignorarlo, porque al señor Cornelio Richmond, odia que no le presten atención.

Lo que me espera cuando regrese por hacer semejante osadía, pero no me importa en este momento, no dolerá mas de lo que me ha dolido todo lo de anoche.

Cuando voy a una cuadra, veo una camioneta negra aparcarse frente a la casa, mis alarmas se activan y sin pensarlo, regreso corriendo, me detengo en seco a una distancia en la que nadie me mira, y veo bajarse de vehículo, un hombre, cálculo de la edad de mi padre, con traje negro y con dos hombres grandes tras de él.

Camino lentamente para ver mejor el panorama y el hombre toca la puerta, es mi padre quien abre y sonriente lo abraza. Su rostro me parece muy conocido se que lo he visto en algún lado solo que no recuerdo donde.

Respiro con tranquilidad al darme cuenta que mi madre no esta en peligro. Camino de regreso y sin darme cuenta, tropiezo con alguien, trastabillo y estoy a punto de caer, cuando unos brazos grandes me toman de la cintura y evitan que el cuerpo de contra el pavimento de la calle.

 —Deberías tener mas cuidado por donde caminas—me reprocha con voz ronca, levanto la vista hacia el tipo y me pierdo en el color de sus ojos, la seriedad y quizás un poco de molestia con la que me mira me hace agachar la cabeza avergonzada.

Aun me tiene entre sus brazos, con sumo cuidado, ayuda a que me estabilice y me suelta. Miro con vergüenza mis zapatos, y lo único que sale de mi boca es un —Gracias y lo siento mucho señor— mas un susurro que un verdadero agradecimiento.

—Mírame, Margot—ordena y como si fuese algo que quemara, me separo dando dos pasos hacia atrás temerosa. —acaso, ¿no me recuerdas? —interroga con sonrisa de lado—soy Gregori Novikov

Abro la boca de la sorpresa, ¡cómo ha crecido! No se parece nada el niño que de lejos me observaba ni siquiera tenía conocimiento de que sabía mi nombre.

—Debe irme—inquiero dispuesta a marcharme, mas, detiene mi paso sujetando la muñeca.

Nuestras miradas se encuentran, abro los ojos como platos, me paralizo por completo. Su agarre no es agresivo al contrario es suave.

—No voy a hacerte daño—declara con una media sonrisa—puedo acompañarte? Por favor, necesito que hablemos—que vos más elegante, asiento como boba, ¿y me suelta—hacia donde te diriges?

—Bueno, a mi trabajo—veo hacia otro lado mientras acomodo mi bolso—es por aquí

Camina a mi lado y es muy alto, me siento amedrentada no solo por su aspecto físico, y su elegante forma de vestir, sino todo en la grita dinero, lujos y educación de primera.

Y yo, metida en el uniforme de camarera con zapatillas cómodas y un bolso de segunda, todo en mi grita necesidad económica.

Las personas a las que nos encontramos, nos miran, o mas bien lo miran a él, que camina a paso erguido y con sus guarda espaldas detrás. Si antes me sentía poca cosa, en esta situación me he convertido en un cero a la izquierda.

—Dime algo—interrumpe mi desvarío mental—¿Estabas en tu casa cuando mi padre llegó?

—¿Tu padre? ¡Oh! —así que ese era el señor que me parecía familiar— ¿era tu padre? —interrogo sorprendida, asiente con una sonrisa que con rapidez desaparece—ya había salido cuando se presentó.

—Quería saludar a tu padre, supongo que recordando viejos tiempos. —cierra los ojos unos instantes y saca un suspiro negando.

—Es por aquí—indico al estar a unos pasos de la cafetería donde trabajo.

Se adelanta para abrir la puerta y dejar que, entre primero, es un hombre muy educado y me sonrojo entrar.

No es de negar que cuando entramos y lo miran, todos los clientes y los que trabajan conmigo, lo miran con sorpresa.

—Puede sentarse donde guste—le aviso, mientras camino para ponerme el delantal para comenzar mi labor.

Saco una taza y la lleno de café, y se lo llevo, con un postre.

—No si sus—señalo a los guardaespaldas—tomaran algo.

El hace una señal que al parecer ellos entienden perfectamente y se sienta en un lugar cerca de él.

—Ellos tomaran lo mismo que yo, gracias—agradece al dejarle lo que pensé que le agradaría ya que no se lo que le gusta a un hombre como él.

Me voy hacia la cocina y Trudie, me sigue para comenzar el interrogatorio

——Suéltalo todo! —me toma de los hombros y sacude un poco.

—No tengo nada que soltar—susurro avergonzada

—Llamaste porque llegarías tarde por un “asunto”—esa palabra la dice indicando con los dedos comidas—y resulta que el asunto es un papacito y de buen dinero

—Nada de eso—me defiendo horrorizada—es solo el hijo de un amigo de padre—tuerzo un poco la boca al recordar lo que me paso anoche y los ojos de me cristalizan.

—¡Oh cariño! Discúlpame, ¿qué sucedió? ¿Por qué estas así? —me lleva hacia los casilleros detrás de la cocina.

—Padre, me ha robado de nuevo

—¿Qué? Maldito viejo desgraciado—da vueltas como fiera enjaulada—lo mato—chilla enfurecida

—No, no, Trudie, es muy peligroso meterse con el

—Y por eso llegaste con raspones en las manos, de nuevo te ha pegado—bufa indignada

niego—ha sido otra cosa, los tipos a los que les debe…

—¡Mi vida! —se acerca a mi para abrazarme—¿hasta cuándo Margot, vas a seguir soportando todo esto?

—No lo sé— confieso entre lagrimas

—Tanto que te has esforzado por ahorrar y .. —deja la palabra en el aire—de nada nos sirve lamentarnos. Esto no terminara hasta que tú lo decidas.

No digo nada, me dejo consolar por esta señora que tanto quiero y me aprecia. Y así salgo para seguir trabajando con la sorpresa de que el ruso, Gregori Novikov, aun sigue en la cafetería esperando que sea mi hora de descanso para hablar. No tengo idea de que, pero solo espero no sean malas noticias.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo