Los enviados
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Por: Miguel Hidalgo
Capítulo 1

La muerte es solo el principio

Argentina 15: 39 PM 

Año: 2010

—¡Ma! ¿¡Donde esta mi carpeta?! ¡La de dibujos que tenía guardada en mi escritorio! - Se oyó desde la habitación del segundo piso en donde se hallaba Salvador Adam un muchacho de veinticuatro años, de cabellos marrón claro, tez cobriza y ojos café claro; que buscaba en su habitación el objeto antes nombrado mientras mantenía su mochila pegada a su espalda con la mano izquierda a la vez que habría su armario y rebusca entre la ropa con la derecha.

—¡Los dejes entre los dos colchones!- contestó en el mismo tono por lo que estaba lejos de él -¡Anoche te lo dije!- fue la respuesta de la madre mientras se acercaba a la escalera que subía a la habitación de Salvador para hacer lo que toda madre sabe que debe hacer, encontrar mágicamente lo que su hijo no, más previamente que subiera el primer escalón el teléfono sonó con estrépito haciendo sobresaltar a esta, ya que lo llevaba en el bolsillo de su delantal de cocina, por lo que tomo la llamada y se fue a la cocina a continuar lo que hacía. 

Mientras tanto Salvador había hallado su carpeta y lo guardaba en su mochila casi con rapidez mientras la carpeta sufría el castigo de ser metida a la fuerza dentro de la angosta mochila de un solo brazo.

—Condenada carpeta y la que te parió- insulto el joven ya harto para luego dejar de renegar y cerrar la mochila a medias para bajar las escaleras con paso marcado mientras le daba tirones a su camisa a cuadros para así intentar alisarla pues se había arrugado en el traqueteo de la búsqueda.

—¡Vieja me voy al Instituto!- aviso Salvador a su madre antes de salir por la puerta, anuncio que no oyó, ya que seguía hablando por celular.

Luego de salir de casa se dirigió hacia el pequeño automóvil usado que se había comprado con cuatro años de ahorros, un pequeño Gol de dos puertas.

Una vez se subió al auto arrancó el motor y lo dejo andar un momento mientras miraba hacia adelante, una costumbre que se había hecho desde que tenía el auto, luego puso primera y salió en dirección a su Instituto. Cambiando las marchas casi de manera autónoma el joven adulto abría la ventana de su lado para dejar que entrase algo de aire frío al recalentado auto pues se había comido todo el sol del mediodía. 

El trayecto hasta su instituto era tranquilo, iba a tercera y si no había tráfico llegaría con quince minutos de antelación, el paisaje siempre era el mismo, edificios y negocios desperdigados por aquí y por allá, formando un pequeño conglomerado que a la vez formaba la ciudad.

En lo que manejaba, Salvador recordó que debía llamar a Giselle, su compañera de clases para acordar una salida luego del Instituto. Por lo que busco en el bolsillo de su pantalón el celular, mientras frenaba en el semáforo que se había puesto en rojo y una ves lo hubo sacado marco el número de ella para luego poner el celular entre el hombro y la cabeza.

—Hola Giselle. Sí, soy yo ¿Qué te parece si salimos esta noche a cenar algo? No sé, al bar de la otra noche.- dijo Salvador mientras miraba el semáforo que empezaba a cambiar de color por lo que inconscientemente puso la marcha en segunda.

—Si, el bar ese donde tienen mesa de pool y donde saben tocar bandas locales- agregó Salvador mientras volvía a ponerse en marcha cuando el semáforo dio verde, entonces avanzó sin mirar a los lados, ya que era su paso.

Lo que no vio fue que un camión de refrescos venía a toda marcha y el chofer de este estaba dormido, lo siguiente en pasar fue que el automóvil de Salvador fue atropellado y hecho girar hasta estrellarse contra la vereda contraria, quedando por completo destruido del lado del chofer, Salvador por suerte había llevado el cinturón puesto por lo que se había salvado de una muerte segura. 

Más aun así tenía una herida abierta en la frente y sentía un dolor punzante en un costado. 

—Mierda...- Es lo que pudo decir mientras permanecía quieto viendo como la gente se arrimaba a su coche y también porque no podía moverse, mientras intentaba mantenerse despierto vio que algunos estaban hablando por teléfono; solo esperaba que alguno de ellos estuviera llamando una ambulancia. 

De pronto la gente se alarmó y el sonido le llegó retrasado a Salvador, el motor se había prendido fuego, significaba que iba a explotar, necesitaba salir del coche con urgencia por lo que empezó a quitarse el cinturón como pudo mientras el auto comenzaba a llenarse de humo.

La situación era crítica ni él se creía que moriría allí en un auto atropellado por lo que continuaba con sus tirones del cinturón de seguridad, de golpe el auto explotó y la luz lo cego obligando que levantará las manos para protegerse aunque era un acto inútil; más no hubo calor ni dolor, no hubo sonido ni nada que pareciera una explosión junto a su muerte por lo que bajo las manos y abrió lentamente los ojos.

No estaba en su auto, se hallaba en una habitación de piedra verdosa con antorchas, o eso parecían, que emitían unas llamas del mismo color que el cuarto, observó su alrededor totalmente confundido y se dio cuenta de que no estaba sentado en su asiento de cuero sino en una especie de trono de piedra que contrastaba con la habitación por su tonalidad azulada casi negra. 

No comprendía nada por lo que se levantó de aquel asiento y se comprobó el cuerpo pasando sus manos, la herida en su frente no estaba ni tampoco había sangre saliendo de ella, se presionó sobre la costilla izquierda para ver si seguía quebrado y no sintió nada. 

Estaba completamente sano, entonces se miró las mangas de su camisa y abrió los párpados casi hasta su límite, allí estaba la prueba de que si sufrió o estuvo en la explosión del auto, las mangas de su camisa estaban por encima de sus muñecas completamente quemadas y con huecos en la tela causados por algo caliente entonces decidió mirar el lugar donde estuvo sentado.

Ahora entendía por qué le pareció aquel asiento de una tonalidad casi negra, allí estaba dibujada su figura y solo la parte que ocupó su cuerpo era lo que estaba negro más el asiento de por sí era todo azul como si lo hubieran hecho de vidrio. 

—¡Pero qué demonios está pasando!-dijo finalmente estallando mientras sus nervios se tensaban y se sentía caer en un espiral de desconcierto.

—No tengo tiempo para esto, piensa Salvador, no es lógico y estás soñando, si es así necesitas despertar- se dijo para luego llevar su mano derecha hasta el reverso de su izquierda para pellizcarse más se detuvo para volver a hablar.

—¿Pero qué...? -se miró confuso y luego hablo de nuevo consigo mismo en voz alta

—Un pellizco no me va a despertar, no sé quien rayos habrá dicho que con uno cualquiera despertaba, pero es un idiota. Si esto es un sueño lo más seguro es que pueda tener algún control sobre él- declaró mientras se rascaba la cabeza y luego miraba su entorno nuevamente, ahora se percató de que no había ninguna salida o hueco por el cual pasar, la habitación no era más grande que su cuarto y en las cuatro paredes era completamente liso sin marcas ni perforaciones visibles; al menos no podía conseguir distinguir alguna bajo la tenue luz verde de aquellas antorchas.

—Bueno, de principio no hay una puerta eso es obvio... ¿Y si esto es un sueño entonces podré crear una...?- declaró en voz alta mientras se acercaba a la pared frente al asiento donde estuvo sentado hace no mucho. 

—Bien... una puerta... - agregó estando frente a la pared, pero su mente quedó en blanco, primeramente porque él nunca había prestado atención a las puertas, por lo general solamente las atravesaba, sabía que algunas podía correrlas, otras empujarlas y otras tenían un sensor que hacía que se abrieran sola. Pero jamás supo de alguna puerta de piedra o lo que fuese el material del que estaba hecho la pared, pero aun así intento imaginar una puerta frente a él mientras cerraba los ojos. Mientras él pensaba en esa puerta sintió como bloques de piedra se arrastraban y acomodaban en un movimiento rápido entonces asustado Salvador abrió los ojos.

—¡Ho vamos no jodan! - gritó molesto y decepcionado, ya que no se había formado ninguna puerta en la pared ni tampoco había pasado nada, por lo que camino un paso hacia atrás para sentarse, más en vez de ello terminó cayendo al suelo mientras algo liso estaba a su espalda.

—Hijo de...-dijo Salvador molesto, ya que supuso que alguien le hizo una broma, por ello se levantó y con un puño cerrado giro únicamente para toparse con una puerta, esta ocupaba el mismo espacio que el trono o asiento más no estaba la parte quemada que había visto en un principio así que descartó que el trono hubiera tomado otra forma; aun así quedó sorprendido de que hubiera una puerta allí frente a él, hasta que dio la vuelta, no llevaba a ningún lado y ni siquiera estaba empotrada a la pared.

—En serio, esto es una m****a ¿Para qué quiero yo una puerta que no lleva a ningún lado?- se dijo y volvió a su sitio frente a la puerta mientras se comía la uña del pulgar derecho.

—Bueno no pierdo nada probando, total esto no es más que un sueño y los sueños no tienen lógica - agregó para luego acercarse a la puerta y ver si podía abrirla entonces se dio cuenta de que no había picaporte del cual bajar para que se abriera.

—¡Mierda!- grito ya frustrado por lo molesto de toda la situación y encima de su estupidez al no imaginar un picaporte en esa puerta, así que pegó su cabeza a la piedra azulada y golpeó con ambas manos la lápida, ya que eso era si no tenía picaporte, entonces está cedió por lo que Salvador hizo dos pasos hacia atrás por aquel sorpresivo movimiento, ya que creyó que se le caería encima.

Más no pasó nada, el monolito seguía en su sitio firme como al principio y no había indicios de que fuera a caer. Aquello extraño a Salvador por lo que volvió a acercarse y miro donde le pareció que está había cedido encontrando que había una pequeña sección que iba del suelo hasta arriba que estaba levemente inclinada hacia dentro; por lo que con dudas ejerció presión en la piedra y está, para su sorpresa, cedió con total facilidad dando paso a un largo pasillo que doblaba a la derecha iluminada con el mismo tipo de antorchas que adornan el cuarto en el que estaba.

—Bueno al menos pensar en una puerta sirvió de algo aunque aún sigo sin saber a donde me llevará - declaró Salvador mientras contemplaba el pasillo frente a si y luego el cuarto donde se hallaba. No veía algo positivo en quedarse en ese lugar por lo que volvió su mirada al pasillo y hecho a caminar. Su mirada siempre al frente no percató que la puerta que atravesó se desvaneció en forma de polvo para luego unirse a él entrando por su espalda, sin ser intrusiva ni molestar a Salvador, dejando detrás nada más que una pared de piedra lisa.

El pasillo no era tan largo como le pareció quizás unos setenta metros de largo antes que se curvara y las antorchas estaban a un intervalo de diez metros entre cada una, cuando llegó a la esquina se pegó a la pared y miro asomándose. No había oído nada, tampoco tenía motivos, pero nunca estaba de más ser precavido, al final del segundo pasillo podía apreciar otra puerta más está era de piedra roja o cristal rojo. La cosa es que era del mismo mineral que aquel asiento donde estuvo, lo cual le hizo recordar que dejo abierto el lugar donde se hallaba antes, así que giró a medias su cuerpo y miro en aquella dirección solo para ver una pared sin aberturas ni indicios de que hubiera pasado por allí.

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