Capítulo 3 El Hombre De Traje

Rose con sus manos en su boca ahogó las emociones que fluían, no quería gritar, sus nietos eran pequeños y que sabían de emociones desbordadas, tenía los ojos perdidos en cada imagen, toda su mente giraba en un torbellino de fotografías, Tom y ella habían sido felices, aunque pasaron sus días grises, esos grises que nunca faltan colocando a prueba el amor, dejando descorrer las cortinas de una intimidad, donde se viven momentos y se guardan secretos, ellos habían superado las adversidades del camino, gente perfecta no existía, eso sería como que ella solicitara que sus rosas, se convirtieran en tulipanes, como todas las cosas en la vida, tiempo ayuda a sanar, y Rose, no quería llorar más, no quería recordarlo de aquella manera. Lo haría a su manera, a cinco años que justo ese día se cumplían, ella lo haría a su manera para una próxima. Se secó las lágrimas, y solo miró al vacío.

-Lili, para la próxima creo que es mejor que sencillamente hagamos algo diferente- Lauren le miró fijamente.

-Esta es nuestra forma de recordarle -las fotos siempre son tu idea, no te pongas triste Lauren, con los años pasará-

-Madre, intervino Omar, debemos irnos, Tamy ya se quedó dormida y mañana tengo un día largo, pero…iré al café a desayunar, fue una linda velada- le abrazó con ternura.

-Es hora de que todos nos despidamos, mañana tengo que recibir el café para las maquinas temprano -Rose sonreía, a medias, pero sonreía, ante lo cual Gigi, fruncía su boca.

-Madre, no quiero molestar, pero tengo junta médica muy temprano, dejaré antes de las seis a Sebas, ¿Podrías por favor acercarlo camino a tu trabajo? -Yo pasaré a la una por él, es que tengo un día muy complicado- Lili se plantó frente al aparador para tomar su chalina, y el saco de su esposo, quien había llegado a mitad de la reunión, estaba en un caso importante. Rose le obsequió a cada uno un gran trozo de pastel, era una costumbre que ella horneaba, y ellos se llevaran siempre el pastel al final.  Quería que se marcharan a sus hogares, Lauren recibió la llamada de Antony quien estaba a pocas cuadras de casa.

-Supongo mamá que preguntarás porque mi futuro esposo no vino a la cena de familia…

-Equivocada, no lo había notado, toma, esto es tuyo, espero que por favor mañana pases por el banco y soluciones tus pagos, me han llamado varias veces-

-Madre, la verdad aquí tengo el dinero, no sé si puedes pasar por el banco, es que mañana tengo clases, y en la tarde estaré en el despacho hasta tarde, siento tanto ser tu insoportable tormento- se echaba a su cuello y la llenó de besos.

-Bien, pero solo por esta vez, mañana enviaré a Josef a realizar un pago, compré unas nuevas piezas, todas las tazas y platos vendrán marcados-

-Madre, que bien, estas últimamente de cambios continuos- Lauren aplaudía.

-Mamá deberías dejar de gastar dinero en tantas cosas, ¿No fue suficiente con la remodelación? -

Rose, se acercó a Lili, entregándole su abrigo -Quiero que dejes de opinar sobre mi dinero, mi trabajo, tazas, platos y demás, no creo que afecte tu economía, es mi café, y seguirá siéndolo- ¿Entendido?

Omar se acercó ágilmente abrazándolas, -Bien chicas, tranquilas, mamá por supuesto que puedes hacer lo que gustes, así que no vamos a discutir Lili, bien mamá quiere descansar- Omar besó a su madre agradeciendo la cena.

 Rose ayudaba a Lauren a colocarse su abrigo, era una chica muy independiente, a sus 23 años, ya estaba por recibirse de abogada, una chica sencilla, excelente estudiante, Lauren era sensible, y tierna, se había mudado a sus 20 años a vivir sola, se había comprado una casa con su prometido Antony era detective y en esos días trabaja en varios casos, no podía quejarse, era buen chico, de 30 años, serio, responsable, nada que decir en su contra, pero ese día estaba realmente cansada, solo quería que se marcharan a sus casas. Lili le preguntó si había visto su bolso, nuevamente le pidió si llevaría a Sebas, Rose se excusaba mientras le entregaba todos sus paquetes que había dejado tirados por todos lados.

-Lo siento Lili, tengo que estar antes de las seis en el café, así que ponte de acuerdo con tu esposo, organiza tus cosas, así aprenderás tener tiempo para todo- le abrazó cálidamente.

Abriendo la puerta de casa, todos salieron rumbo a sus hogares, Gigi le abrazó, se verían al siguiente día para almorzar todas juntas, tres mosqueteras sin mosqueteros, riendo a carcajadas subía al automóvil, su conductor le daba la mano y cerraba la puerta con suma caballerosidad, Rose mirando por la ventana reflexiono para sí misma. -Vaya, todo un conductor que te trata como toda una lady, perfecto, -Se fue directo a desmaquillarse, una ducha rápida, tomó su te para rendirse en brazos del señor sueño. La noche avanzó con silencio, sentada sobre su cama meditó unos segundos, -La vida es hermosa Rose, ve a conquistar todo lo que deseas, tú puedes- perdida en la música que siempre dejaba de fondo y que tanto le encantaba dormía plácidamente. 

El nuevo día resplandeció, su alarma nuevamente le alertaba que era hora de dejar las cobijas aun abrigadas, pero de un salto, fue a la cocina para preparar su café, tomaría el desayuno en el café, ese día a prisa se arreglaba, mientras en ropa interior y medias negras, revisaba su amplio armario a dos costados, tomó un pantalón jean azul marino, zapatos deportivos, cómodos para un día de trabajo, se daba un toque de rubor, labial tono tierra, tomando una chalina de tonos azules medios, la acomodaba a gusto, atravesando el vestíbulo, alcanzo las llaves de la mesa, encendió el auto y se marchó al café.

Entraba llena de energías, Josef, le recibió con efusividad, la voz de Lenin le hizo girar sobre sus talones.

-Buen día querida Rose, dame un café en leche, y algún sándwich, a gusto tuyo, oye Rose, te invito a cine, pasaré por ti a las ocho, me gustaría que me acompañes, es una vieja película, pero te gustará-

-Lenin, hoy saldré con las chicas, noche de chicas, así que será otro día-

- ¡Buenos días! Un hombre elegante avanzó hasta la barra tomando la carta leía absorto, en ese momento varios clientes entraron al café, saludando a Rose, la locura había iniciado, un día agitado se sentía venir. -Buenos días, pan recién salido, café y lo que deseen-

-Buenos días caballero… Rose tomaba la libreta de pedidos, -Bien que desea tomar…

-Oh, usted, que puntual, para comenzar deme una bolsa de pan, una docena, para iniciar el día, un buen café, lo dejaré a su gusto-

-Vaya que gentil, si… ya lo recuerdo- Rose en la maquina preparaba el café, se detuvo a mirarle, vestía un elegante traje, ojos verdes, tez trigueña, cabellos oscuros, algunas canas que le hacían lucir de maravilla, zapatos impecables, siempre se fijaba en los zapatos de la gente, decían tantas cosas de una persona.

-Su café a su gusto, su bolsa de pan recién horneado, galleta de avena de cortesía, bien ahora dígame que desayunará- Lenin justo en ese momento llegaba a la barra para pedir una porción de bizcocho de zanahoria. -Rose, piénsalo, te va a encantar la película, llevaré palomitas de maíz, hechas en casa son mejores- se retiró en ese instante.

-Rose, huevos con jamón, pan, café, y por favor un jugo de naranja- espero no te moleste que te llame por tu nombre, es lindo-

-No hay problema, bien, en cinco minutos-

-Qué seguridad, asombroso, no he podido lograr que mi secretaria me de los tiempos tan exactos- reflexionaba Charles.

-Busque fallas…Rose sonrió-

-No las encontrará- le miraba fijamente-

-Mejor imposible, que rápido que aprende, -Rose fruncía su boca

-Bien, así es, siempre en la jugada, solo así se logran los grandes negocios- Josef le acercaba una bandeja con el desayuno en su punto.

-Que bien, así es aquí, agiles, rápidos y en la jugada, su desayuno-

-Rose, siempre es así, ¿Tan prevenida?

¿Disculpe? -Rose, le extendió la taza, -Su café moca, ahora tengo que atender otros clientes, así que desayune y disfrute. Rose tomaba un paño para limpiar varias mesas, ordenando retirar la loza, se encaminó a tomar pedidos. Charles, le miró algo desconcertado, sí que era toda una jefaza -Que estupendo tener alguien que me prepare este café todas las mañanas, así como este- saboreaba cada trago que se desplazaba en su paladar. Mely lo miró con gracia, era uno de esos encorbatados arrogantes, perdía su tiempo tratando de conquistar a la gran Rose.

Charles recibió una llamada, parecía algo molesto por la expresión, aunque trató de no parecerlo, en ese instante se acercaba a la caja para cancelar su pedido.

-Bien Rose, quizá me compre una máquina para hacer el café, ¿Cuál me recomienda?

-Le recomiendo que enseñe a su secretaria a manejar la máquina, ¿Sería mejor no? Yo puedo venderle el café- colocando un paquete en la barra, lo mostró orgullosa, -Ya sabe, como en casa. Charles recibió el cambio de su billete, dijo hasta luego, y salía a paso veloz, Rose notaba que el auto era diferente al que había visto la vez pasada.

-Quien diría, presumido hombre, el hombre del traje Café- en ese momento recibió una llamada, mirando el reloj, calculó con movimiento de cabeza. -Bien, a la una en punto, y colgó.

-Más café para la mesa dos, y panqueques para la siete

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