CAPÍTULO 18. Una retribución.

Victoria respiró profundamente cuando aquel sacerdote le hizo una cruz sobre la frente, declarándola la Mamma de la ´Ndrangheta. Sentía el cuerpo entumecido y frío, como si se estuviera congelando despacito, pero sabía que eso solo era por el esfuerzo que estaba haciendo. Hacía muy pocos días había estado luchando por su vida, y ahora estaba allí, sacando fuerzas de donde no tenía para terminar aquella ceremonia.

Cada uno de los hombres de La Santa los saludaron con una inclinación de cabeza cuando se giraron, y aquello ya era oficial. Vitto Aiello le hizo un gesto al sacerdote para indicarle que ya podía irse, y Victoria comprendió que el momento más difícil estaba a punto de comenzar.

—Mamma… —Se acercó Vitto y tomó su mano con respeto—. Sabemos que usted no nació dentro de las familias, y por tanto que no ha sido adiestrada en nuestro modo de vida…

—Sin embargo eso no me exime de cumplir sus normas, señor Aiello —replicó Victoria con educación y forzó una sonrisa fría y controlada—
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