CAPÍTULO 12. Ya sé lo que quieren de mí

El señor Mancini era un político respetable, tercera generación de políticos respetables que no se habían enriquecido totalmente con las arcas del país, pero tampoco lo habían ayudado en nada. Básicamente pertenecían a las escalas inferiores en el mundo de la política, sin embargo la mediocre carrera de Roberto Mancini había despegado repentinamente hacía un par de años, llevándolo en una espiral de inconcebibles éxitos electorales hasta situarlo como Primer Ministro del país.

En su momento Franco recordaba haberse preguntado si estaría respaldado por los sicilianos o los napolitanos, pero la realidad era que en ningún momento había emitido un solo edicto contra la ´Ndrangheta, así que habían pasado por alto su nombramiento. Sin embargo, ahora que la existencia de los Rossi era una realidad incuestionable, ahora Franco veía el ascenso de Mancini con otros ojos.

Debían ser cerca de las dos de la madrugada cuando Franco entró en aquella habitación completamente blanca, con luces blancas
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