Capítulo cuarenta y seis.

Reencuentro.

Antonella.

Apreté con fuerza la perla entre mis manos, mi bebé y la lágrima de Hércules era todo lo que me quedaba de Dante, habían pasado tantos días, no me había movido de Amalfi esperando su regreso, pero cada día fue un golpe a mi corazón, él no volvería, ellos no lo dejarían volver…

—¿Antonella?

Me giré al escuchar la voz del hombre, Orlando Russo, el hombre que el abuelo aseguró era mi padre.

—Hola.

—¿Qué sucede? —preguntó—Me sorprendió tu llamada —dijo.

No sabía cómo empezar aquella conversación, había buscado mil maneras de pagar el hospital, pero no había ninguna, ni siquiera el cacharro para vender, había quedado destrozado, estar vivos era una mera suerte.

Incluso traté de vender el anillo que adornaba mi mano desde hacía meses, pero como siempre, se negó a salir de mi dedo, por lo que no tuve más remedio que empeñar la casa por un precio ridículo y con una alta tasa de interés, era lamentable, pero es lo que quedaba.

—Yo, no sé qué decir —dije.

—Empieza por el
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