¿Príncipe o Rana?
¿Príncipe o Rana?
Por: Tory Sánchez
Prefacio

Prefacio.

Miré mi reflejo a través del espejo. Acaricié con mis dedos la fina y exquisita tela de mi vestido de novia.

Era tan hermoso, tan perfecto y delicado, como los vestidos de las princesas de los cuentos de hadas que mi abuelo solía leerme cuando no era más que una niña. Cuentos que me enamoraron y me hicieron creer en el amor verdadero. Aunque yo no era una princesa como Cenicienta o la Bella Durmiente.

Yo no era más que una jovencita soñadora.

Era simplemente la nieta de un pobre y viejo médico en el pueblo de Amalfi, en la provincia de Salerno.

No obstante, era una chica con sueños y anhelos que deseaba cumplir y entre esos deseos estaba el casarme con un apuesto y honorable hombre. Mi príncipe azul.

Un sueño que parecía tan lejano e irreal. O eso fue lo que pensé hasta hace unos días. Hoy finalmente ha llegado ese momento tan importante en mi vida. Hoy iba a casarme con el hombre de mis sueños.

—¿La princesa está lista?

La voz de mi abuelo me hizo girar sobre mis pies. Él sonrió con orgullo desde el umbral de la puerta, sus ojos eran cristalinos y adiviné que estaba al borde del llanto. Mi corazón se estremeció, él era todo lo que tenía en la vida, mi pequeño gran tesoro.

—Estoy más que lista, mi señor —le respondí haciendo una ligera reverencia ante él, mi abuelo se merecía más que eso.

—Te ves hermosa, cariño —pronunció con tono complacido y yo no pude hacer más que sonreír, luchando para que las lágrimas no se desbordaran por mis mejillas y derramara el sutil maquillaje que llevaba.

—Y tú…, todo un galante caballero, mi señor —respondí caminando a él para tomarlo del brazo.

Caminamos por el largo pasillo de la gran mansión hasta llegar a los grandes y preciosos jardines, donde todos los invitados esperaban y disfrutaban de los diversos aperitivos.

—¡La novia llegó! ¡La novia llegó! —los niños corearon aquellas palabras mientras yo sonreía ante el júbilo y la algarabía de los invitados, desfilé del brazo de mi abuelo entre aplausos, vítores y la marcha nupcial.

 Mis ojos se fijaron en el hombre que aguardaba por mí de pie ante el altar. Un príncipe de verdad. El sueño de toda mujer, el hombre ideal. Y lo mejor de todo era que en breve sería mío para siempre.

—Mi hermosa princesa —expresó mientras tomaba mi mano entre sus manos grandes y fuertes para dejar un corto beso sobre mi dorso. El escalofrío que recorrió mi cuerpo me hizo morderme el labio. ¡Era tan perfecto!

—Mi príncipe —balbuceé perdida en su mirada.

El oficiante de la ceremonia llamó nuestra atención y la atención de los presentes para dar inicio a la ceremonia que nos unirá como marido y mujer para el resto de nuestras vidas.

Sonrío complacida mientras me sumerjo en cada palabra dicha por el sacerdote y presto atención a cada detalle, cada recomendación, mientras él nos une en sagrado matrimonio.

Minutos después y entre una bruma de absoluta felicidad intercambiamos nuestros votos matrimoniales y nos juramos amor eterno.

—Puede besar a la novia —escuché al sacerdote decir.

Mi cuerpo entero tembló con anticipación, jamás antes de hoy había sido besada. Hoy mis labios dejarían de ser vírgenes.

Cerré mis ojos mientras mi príncipe extendió su mano para apartar el velo que ocultaba mi rostro, sus dedos se deslizaron sobre mis mejillas en una suave y delicada caricia. Sus labios fueron acercándose a los míos tan lentamente que pensé que iba a morir hasta que finalmente su boca se cerró sobre la mía en un cálido y apasionado beso.

Mi primer beso de amor…

—¡Es una rana! ¡El príncipe se ha convertido en una rana! —escuché a la gente gritar—. ¡El príncipe se ha convertido en una rana!

Abrí los ojos ante los gritos de la muchedumbre y me di cuenta de que mi príncipe había desaparecido. Bajé la mirada y me quedé petrificada al darme cuenta de que en lugar donde debía estar mi amor, estaba una rana. ¡Mi hermoso príncipe se había convertido en una rana, verde y fea!

—¡¡¡Nooo!!! —grité llevándome una mano a los labios, tratando de limpiar el beso que segundos antes me había dado.

»—¡¡¡Nooo!!! —grité asustada y desesperada.

Giré rápida y violentamente para escapar y marcharme lejos de aquel feo animal, pero terminé de bruces sobre el frío piso de mi pequeña habitación.

El golpe me hizo darme cuenta de que estaba soñando, que nada de lo ocurrido había sido verdad.

—¡Es un sueño, solamente un sueño! —exclamé y me repetí una y otra vez para apartar las imágenes de mi cabeza, hasta que…

—¡Croac, Croac!

—¡Croac, Croac!

—¡Croac, Croac!

—¡Besé a una rana! —grité aterrorizada al mirar el reptil que saltaba de un lado a otro en mi habitación.

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