COMPLACIENTE BIENVENIDA
Despedirme de Liliana fue difícil, a pesar de poco tiempo que convivimos. Pero salir de allí después de dos semanas respirando ese pesado aire del interior, fue verdaderamente liberador. El señor Daniels no me permitió llevarme nada conmigo, excepto la ropa que en ese momento traía puesta.

Tampoco dijo nada mientras cruzábamos las calles de la ciudad en un auto Rolls Royce color plata. Había visto esos caros autos en documentales, donde hablaban de sus excesivos precios y únicos diseños.

Yo tampoco le dije nada, me limité a hundirme en el asiento y mirar por las ventanas polarizadas. Me mantuve casquivana y silenciosa... Hasta que entramos en una zona residencial exclusiva, donde todas las casas eran enormes y tal cómo Odisea, de un costoso diseño industrial. En las entradas los autos deportivos se acumulaban en dos o más, cómo sí uno solo fuera poca cosa.

—Mi señor...

—No puedes llamarme así —me reprendió—. Llámame Demián, solo puedes llamarme “mi señor” en la intimidad o cuan
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