INSALVABLE DEUDA

El impacto de su palma abierta contra mi mejilla me hizo trastabillar y caer al suelo, sobre la alfombra. Lágrimas de dolor llenaron mis ojos, pero no las derramé. Ni siquiera proferí ningún sonido ni llanto.

—¡¿Y te atreves a renunciar?!

Asentí con la vista en el suelo.

—¡¿Y cómo nos pagarás?! ¡Te lo advertí! ¡Te dije que sí te negabas a las órdenes del cliente, yo mismo te echaría a la calle y tendrías que pagarnos al momento!

Sus pies comenzaron a aproximarse a mí, me encogí de miedo. Afortunadamente Liliana se interpuso entre ambos.

—Señor, no puede golpearla. Va contra las reglas del burdel.

El dueño de Odisea se echó a reír.

—¿Reglas? Tú sabes bien quién era el cliente, y aun así te atreviste a dejarlo con esta chiquilla inexperta.

—Lo hice porque esa fue su orden, el señor Daniels nos ordenó a todas salir para quedarse a solas con ella.

Hubo un momento de silencio. Posteriormente el dueño exhalo pesadamente antes de hablarme con más calma.

—Tú, dime qué sucedió en la habitación.

¿Qué había sucedido? De solo recordarlo enrojecí hasta el cuello.

—Ni siquiera eres capaz de decirlo —bufó el hombre, exasperado por mi silencio—. No hace falta, está claro que te negaste a tener relaciones con él. Y por la cara que tenía cuando abandonó Odisea, también es obvio que eso le molestó.

No lo dije, pero eso era mentira, en parte. 

Yo le había revelado que era virgen, y que estaba haciendo todo eso para pagar el dinero que mi hermana había robado antes de desvanecerse. Y sorprendentemente, él lo había comprendido muy bien.

Lo que le había hecho enfadar fue el hecho de que le oculté mi virginidad hasta ese punto, cuando había estado a punto de tomarme. Posteriormente se había levantado, diciendo que no quería acostarse con alguien sin experiencia, mucho menos con alguien que estaría lloriqueando todo el tiempo en lugar de disfrutarlo.

Alcé la vista y aunque me temblaban las piernas, le sostuve la mirada al furioso dueño.

—Sé que rompí las reglas, pero no podía hacerlo. Ni siquiera por la deuda...

Su rostro enrojeció de rabia.

—¡¿Y cómo demonios piensas pagarnos?! —estalló de nuevo—. ¡Se te ha olvidado que tu jodida hermana se llevó consigo las ganancias de medio año! ¡¿Y tú crees que puedes pagarnos ese dinero?! ¡Anda, inténtalo!

¿Podría hacerlo? ¿Podría pagar esa monumental cantidad de dinero? Ya no estaba tan segura. Pero, aun así, no tenía de otra.

—Puedo hacerlo, deme un año y yo buscaré la forma...

Soltó una risotada poco agradable. Liliana hizo un gesto de pena.

—¿Un año? ¿Quieres que esperemos un año? Ni en broma. Te lo dije, te irás, pero no sin antes liquidar tu deuda.

Y toda la determinación que había estado reuniendo desde el día anterior, desde que el hombre salió de la habitación de los espejos sin mirar atrás, dejándome tendida en ese sofá negro, se evaporó de golpe.

—Por favor —musité—, no puede...

—3 millones de dólares. Paga antes de irte.   

Posteriormente, empujó a Liliana fuera de su camino y salió de la oficina. Lo escuchamos soltar maldiciones hasta que su voz se perdió en los pasillos. Mi compañera y yo permanecimos calladas por un buen rato, pensando en la situación, en mi terrible suerte.

Hasta que ella habló.

—¿Sabes quién es el cliente de ayer? —preguntó en voz baja, mirándome sobre el hombro.                                  

Negué una vez. Hasta su nombre era nuevo para mí.

—El señor Daniels es un mafioso millonario, un fabricante de armas de alto calibre —me informó, y yo pude sentir cómo el resto de mi espíritu se hacía añicos —. Pero también es el socio mayoritario de este burdel, y de muchos otros

Quise reírme y llorar al mismo tiempo. Prácticamente me había negado a acostarme con uno de los dueños de Odisea, y uno muy peligroso. En mi mente le agradecí a Dios por permitirme seguir con vida.

—Livy, ¿tú eres Lizbeth, la hermana menor de esa ladrona?

Ya no tenía sentido ocultárselo.

—Si.

Suspiró con cansancio.

—Seguro ya lo sabes, pero, aunque el dueño te diera un año, tú no podrías pagar esos 3 millones.

No iba a rendirme.

—Aun así, pienso intentarlo...

Negó energéticamente.

—No podrás, y no tienes ese año. Mejor quédate y averigua dónde se enconde tu hermana.

Dejé salir una risita a causa de mis nervios.

—¿Averiguarlo? ¿Cómo podría hacerlo?

—El señor Daniels. Este burdel es mayoritariamente suyo. ¿Crees que viene aquí solamente por mujeres? Él no necesita venir aquí para conseguirlas.

Mi ceño se frunció ligeramente. Y recordé haberme cuestionado su visita a Odisea al conocerlo: ¿Por qué viene a este lugar en busca de mujeres, cuando a todas luces se ve que podría tener a cualquier chica a sus pies?

—Tiene negocios aquí, negocios que solo él puede manejar. Él conocía muy bien a tu hermana.

Así que reconocer el color de mis ojos no había sido una simple coincidencia, él realmente conocía a mi hermana. ¿Podría ser por sus misteriosos negocios en Odisea? A mi pesar, no parecía ser así.

—Ellos... ¿tenían una relación?

—¿Romántica? No, solo de trabajadora sexual y cliente —aclaró dándose la vuelta para arrodillarse frente a mí—. Pero, de entre todas, ella era su favorita. Incluso una vez, durante toda una semana, él la llevó a vivir con él para que le sirviera como su empleada sexual exclusiva. Cosa que solo ha hecho con ella.

Vagamente recordé que hacía ya más de dos años, mi hermana simplemente desapareció por una semana completa, dejándome sola y preocupada por su paradero. Esa vez había estado a punto de llamar a la policía, cuando volvió radiante de felicidad y llena de dinero, dinero que gastó en drogas y ropa de diseñador.

¿Todo eso había sido culpa del atractivo hombre del día anterior? No lo dudé.

—¿Crees que él sepa algo de ella? —inquirí, sonando insegura.

Liliana me acarició tiernamente una mejilla, en ella la piel aún estaba enrojecida por la bofetada del dueño.

—No podría asegurarlo, pero vale la pena averiguarlo, ¿no crees?

Yo no estaba muy segura de ello. Tal vez él no sabía nada de ella. Es más, por la manera en la que se había marchado el día anterior, era muy posible que nunca más lo volviera a ver.

—Aunque, sí sé algo... —añadió mordiéndose el labio para disimular una sonrisa.

—¿Qué cosa?

—Al igual que tu hermana en su momento, tú le has interesado al señor Daniels.

No reaccioné. Eso era imposible.

—¿Crees que no? Eres muy bonita y bastante joven, adorablemente encantadora —dijo haciéndome un extraño guiño—. Además, tienes una inusual inocencia que cualquier hombre desearía corromper, especialmente él.

Eso, más que halagador, me lleno de miedo. Él me inquietaba, pero sí sabía algo de mi hermana, podría soportar llamarlo “mi señor” una vez más.

Sin embargo, ¿cuán alto sería el precio que tendría que pagar por averiguar sobre ella? 

—Quiero saber dónde está, el porqué me dejó, porqué robó todo ese dinero... Pero, no sé sí pueda soportar esta vida. Yo, en realidad soy...

—¿Virgen? Lo sé, puedo verlo a kilómetros.

Le sonreí, no imaginaba que fuese tan obvio.

—Tranquila, Livy, porque, aunque tu hermana no me agradaba ni un poco, tú te ves muy distinta a ella. Cuidaré de ti hasta que vuelva en señor Daniels, no dejaré que la pases mal aquí.

Escuchar eso me hizo sentir más segura, al menos allí había encontrado a una amiga; no todo era tan malo. Y cómo no sabía hasta cuando aparecería de nuevo el señor Daniels, tendría tiempo suficiente para mentalizarme e ingeniármelas para planear y, cuando él volviera de nuevo a Odisea, tratar de negociar mis servicios sexuales por algo más, algo menos íntimo.

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