Capítulo 8

La sala queda muda por un instante y estoy segura de que las palabras de Gisli no han caído para nada bien, considerando todo lo arrogante y ególatras que son los sangre alfa. Sin embargo, ahí está la verdad dando vueltas por toda la sala, dejando un regusto agrio en nuestras gargantas, mientras nos golpea la cara.

La arrogancia y la egolatría solo nos ha traído desgracias.

Esa es la pura realidad.

―Secundo esa moción―dice esta vez Niels―para que ninguna manada tenga que volver a vivir lo que nos ocurrió a todos en esta sala, por creer que un alfa tiene la razón por el simple hecho de serlo―indica y esta vez mira a Lars, quien respira profundo y del que estoy segura de que entiende, porque toda su manada tuvo que huir hasta Luna Escarlata.

―Entonces, visto lo visto, quisiera saber quién está de acuerdo en la compensación―dice la alfa presidenta.

―Un momento―dice esta vez Engla―no hemos establecido cuál sería la compensación para Alanna y su familia―agrega, pasando su mirada entre mis hermanos y yo.

―Esa es otra discusión que deberíamos tener en otro momento, querida Engla―dice Gisli―me parece que lo primero aquí es decidir que un concejo como este debe pagar las consecuencias y, en cuanto a la compensación, pues, la podremos debatir dentro de dos semanas, cuando este concejo se vuelva a reunir―hace la observación y varios lo miran como extrañado, pero me parece que ya muchos están bastante cansados de todo, así que no objetan o argumentan nada.

―Creo que Gisli tiene razón―dice esta vez Niels, viendo que todo el mundo calla―primero reconozcamos nuestro error y luego vemos cuál será nuestra penitencia―indica y algunos asientan con la cabeza.

―Bien, si no hay una nueva objeción al respecto, votemos―nos dice Dahlia y varios levantan la mano, unos dieciséis, igual que en la última votación―perfecto, me parece que estamos de acuerdo en esto, y si no hay otra cosa más qué de hablar, creo que Kieran y Alanna deben habernos preparado un excelente almuerzo por lo que sé, si no hay ningún inconveniente, claro―les dice a todos y muchos se van levantando de la mesa, para dirigirnos a la sala del comedor que está destinada a los miembros de la élite de la manada.

~~~

Luego del almuerzo que le ofrecemos a los alfas y a sus escoltas, muchas de las delegaciones se devuelven a sus manadas, ya que, como dijeron algunos, hay demasiado qué reconstruir, gracias a la locura de Einar.

Es cuando Kieran, Aren, Kyle y yo nos encaminamos a las mazmorras, donde se encuentra hospedado nuestro nuevo inquilino, a quien capturamos hace un rato, cuando creía que podía atacarme, en combinación con sus compinches.

―Felicidades―me dice Kieran, cuando se coloca a mi espalda y su aliento está justo en mi nuca―has logrado que el concejo de la Luna reconociera un error―me aclara y yo lucho contra todo mi cuerpo para no olvidarme de todo el mundo y de nuestro deber, mientras me encargo de arrinconarlo contra la pared y arrancarle ese bonito suéter que carga en este momento.

Pantalones incluidos.

―Ya era hora que ese montón de pomposos se les bajaran los humos y en definitiva, mi madre merece justicia―le digo y trago en seco, porque en serio que me cuesta tratarlo con indiferencia.

Pero no seré como esas lobas que ven esos hermosos ojos y esa imponente figura y esa cara sexy, mientras se derrite a sus pies.

No, él se enamoró de mí, de Bianca y ya va a saber lo que eso significa.

― ¿Y ya decidiste qué vas a pedirle al concejo en compensación? ―dice esta vez Kyle, quien nos mira de reojo y trata de no reírse de ambos, porque sabe que esta conversación no se trata de mis demandas hacia el concejo de la Luna por no haber hecho su trabajo hace tanto tiempo atrás, cuando mi madre quedó a merced de Einar.

No, esto se trata de cómo Kieran va a tratar de recuperarme.

―La verdad, Kyle, eso se lo dejaré a mi madre y mis hermanos, ya que fueron ellos los mayores afectados―le aseguro y me adelanto hasta donde se encuentra la puerta que nos llevará hasta las celdas y a la sección donde están las mazmorras especiales para contener a un alfa, es decir, con su fuerza, velocidad y con la capacidad de someter a un lobo normal con su voz de alfa, pues, se necesitan medidas especiales para eso.

Por eso Kyle y Aren están aquí, porque solo un alfa puede someter a otro.

Entonces, tanto Kieran como Kyle ponen sus huellas digitales en un lector, ya que se necesitan al menos dos alfas de esta manada para tener acceso a la cerradura.

Por supuesto, yo tengo mi huella registrada, al igual que Atea, Ketin y Kristoff.

Las puertas se abren y se pueden ver las diez celdas especiales, las cuales están hechas con placas de titanio que cubren muros de dos metros de espesor entre cada mazmorra, pero, como si eso no fuera suficiente, cada uno de los reos tienen los brazos con esposas de titanio especiales, que no les permite juntar los brazos, lo cual les dificulta hasta para comer, cuando les quitan los bozales.

También les impide transformarse.

Entonces llegamos hasta la primera celda, donde se encuentra el chico ya transformado. Es alto, como todo alfa, con el cabello rubio y ojos grises, pero eso no dice quién es o de quién pudiera ser familia, porque en el tiempo que he podido convivir con los alfas, me he podido dar cuenta que vienen en dos colores, blancos o negros y que sus rasgos humanos dependen de ello. Es decir, dos padres cuyos lobos son negros, pueden tener a un hijo cuyos rasgos son albinos.

Me parece que el señor Gregor Mendel hubiera tenido algo de trabajo por aquí, de haber sabido que existían los hombres lobo, desde luego.

―Es curioso todo esto―le digo con algo de petulancia a nuestro prisionero―que tengamos al padre y al hijo apresados tan cerca―señalo con más que petulancia―supongo que debería decirte “hermano”, ¿no es así? ―me burlo de él, para ver si se enoja y nos dice algo.

Pero se queda callado, como si ni siquiera me hubiera escuchado.

―Yo creo que estás equivocada―me dice Kieran, quien me guiña un ojo y vuelve su vista al chico―a lo mejor él no es nadie, solo un esbirro de alguien más que ha tratado de ganarse una manada fácilmente―añade y se ríe del muy tonto.

― ¿Fácilmente? ¡Ja, que haga fila! ―añade esta vez Kyle, con toda la sorna que su arrogancia de alfa le permite―no hay loba más poderosa que nuestra Alanna de la manada Plata―asegura y se escucha en el fondo un gruñido, justo en la celda de Einar, aunque trata de controlarse.

“Pues, en eso se equivocan”, dice mentalmente el prisionero, “entre Ezra y Ender ya la teníamos dominada”, asegura y yo trato de no reírme.

“Ya logramos que empezara a hablar”, me dice Kieran solamente a mí y yo lo miro disimuladamente, “ahora hay que hacer que confiese qué quería contigo”, me dice y yo asiento con la cabeza con cuidado de que nadie lo note.

“¿Ezra, Ender?”, dice esta vez Aren con una sonrisa sarcástica, “qué interesante que sus nombres empiezan con ‘E’”, indica y el lobo lo mira con rabia, “me imagino que Einar es tu padre, por la tradición que tenemos los alfas”, comenta y es cierto, por lo general, el nombre de los hijos de los alfas empieza con el nombre de sus padres”.

Salvo mis hermanos y yo, pero estoy segura de que Einar no me consideraba digna, como para que mi nombre tuviera ese honor, aunque, la verdad, me importa un comino, porque prefiero que mi nombre empezara con la misma letra de una gran loba, mi madre.

“Mi padre era un gran lobo”, le espeta el chico a Aren, “no te atrevas siquiera a meterte con él”.

“¿Era?”, le señalo a Kieran y él trata de disimular nuestra conversación secreta, “quiere decir que está muerto”.

“Era”, repite esta vez Kyle a todos, “un alfa que ya está muerto”.

―Tu padre es un cobarde, igual que tú, querido―intervengo esta vez para provocarlo aún más―qué les habrá enseñado, si se atreven a atacar a una persona entre los tres.

“Tú no mereces ser alfa, tú no eres nadie, solamente una sangre mezclada”, me dice, tratando de ofenderme, según él.

No tiene idea de lo que mi sangre mezclada puede hacer.

―Y sin embargo, soy un alfa de dos manadas, además―me mofo de él, lo que lo hace rabiar y que su cara esté toda roja―de hecho, una de ellas me eligió por voluntad propia.

“¿Acaso eso es un logro?”, me dice con todo su odio, “me parece que es lo justo, que una manada de marginados te elijan a ti que eres una sangre cualquiera, para gobernarlos. La escoria gobernando la escoria”, añade con petulancia y yo me transformo en cuestión de segundos y me acerco a su jaula gruñendo con tanta fuerza, que las paredes metálicas hacen eco del ruido saliendo por mi garganta. Entonces, el chico agacha la cabeza en sumisión por un momento, pero lucha con toda su fuerza de voluntad para levantarse.

Entonces se escucha un gruñido a mi lado, es Kieran, claro, quien se ha transformado y ahora me está apoyando para doblegar a este lobo. Nuestro gruñido en conjunto hace incluso que Kyle y Aren den dos pasos hacia atrás en sumisión. El chico se ve doblegado de tal manera que solo tengo que hacer la pregunta.

“¿Quién eres y qué se supone que quieren tú y tus hermanos?”, le espeto sin dejar de gruñir.

“Mi nombre es Enkin y somos los Hijos del Alfa y venimos a establecer el orden, comenzando con acabar contigo, una loba antinatural”, dice en mitad, mientras se encuentra con la frente en el piso y sus brazos juntos por las esposas especiales.

“Y dime, ¿quién es el alfa del cual son hijos?”, le pido, tratando de disimular mi curiosidad.

“Mi padre es el alfa Eibar, el verdadero heredero de la manada Plata”, asegura y yo me quedo sorprendida ante su confesión, a tal punto, que dejo de gruñir y me pregunto quién demonios se supone que es ese lobo.

Creo que Einar tiene mucho qué explicar, así que me dirijo hasta su celda, pero soy detenida.

―Deberíamos irnos, mi alfa―me advierte Kyle y yo quedo nula―creo que hay respuestas que yo le puedo dar―asegura y yo lo miro esta vez y lo sigo, porque creo que hay un concejo del alfa que debemos celebrar.

Sí, alguien tiene que explicarme acerca de mi árbol familiar por mi lado paterno.

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