Capítulo 5

—Oye ¿por qué estás tan rara conmigo? —le preguntó Isabel esa tarde, aprovechando que estaba sola con Mariela en su dormitorio.

—No es que tenga que ver contigo como persona —comenzó, sin estar segura de que fuera buena idea—, pero me sorprendió lo que hiciste anoche.

—Creo que tacharé de la lista que mi hermana me considera una zorra —dijo, con un tono severo.

—No es eso. Es que… nunca habías hecho algo así. Y podría ser peligroso.

Isabel entendió que su hermana estaba más preocupada por ella que juzgándola.

—No será algo que vuelva a hacer. Sólo quería saber qué se sentía estar con alguien que no conocía, él parecía confiable y resultó ser una buena experiencia.

—Si parecía confiable ¿por qué no quieres hacer nada por volverlo a ver?

—Porque eso es tener citas con alguien y no es lo que quiero ahora.

—¿Perderías la oportunidad de sentir algo por alguien con quien ya sabes que te gusta lo que te hace? Porque eso no lo tenías con Eduardo.

—Eran muchas cosas las que no tenía con él, como respeto y consideración. No sé si sea algo que ese chico me pueda ofrecer —respondió, de manera tajante, no deseaba recordar a su exnovio, una persona que siempre la hizo sentir que no era suficiente.

—¿No tomarías el riesgo? Dijiste que te parecía muy dulce.

—Ni siquiera sé cómo se llama, así que no voy a darle más vueltas a ese asunto. Fue algo de una noche y ya.

Eva llegó al dormitorio con una gran bolsa de cosas para comer, impidiendo que siguieran hablando del tema.

—Ya tengo todo listo para la noche de Mooncrawler —dijo, en un tono cantarino.

—¿Sí veremos todos los capítulos de la serie? —preguntó Mariela, emocionada.

—Obvio microbio —respondió la amiga—. Es la tradición de las series en esta pieza.

—¿Es por eso que hiciste tu horario para no tener clases los jueves? —preguntó Mariela a su hermana.

—Sí, mañana sólo tengo que revisar pendientes del servicio becario.

Las tres se acomodaron sobre la colchoneta y vieron la televisión hasta la madrugada. 

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No quería levantarse temprano, pero debía ir más tiempo al entrenamiento de natación de la mañana si pensaba dedicar la tarde a la tesis. Como Harry se quedó a dormir, se había desvelado hablando con él, tratando de convencerlo de que no necesitaba conocer a otras personas por el momento. 

Nadó hasta que terminó completamente agotado, no era saludable, pero tampoco le importaba mucho. Si se castigaba así, tal vez eso le ayudaría a continuar con el trabajo pendiente, estaba harto de no poder despejar la mente. 

Su entrenador le cuestionó el no haber asistido el día anterior por la mañana, diciéndole que no le quitaba el puesto de capitán del equipo por su historial, pero que si volvía a repetirse, podía olvidarse de él. Le escuchó con atención y prometió que no se repetiría otra vez, pero que necesitaba que le permitiera no ir al entrenamiento vespertino para trabajar en su tesis. El entrenador le dio el permiso a regañadientes.

Se duchó, se puso ropa limpia y salió del centro acuático para dirigirse a la oficina del tutor. 

—Me da gusto que seas puntual esta vez. Ya te estábamos esperando. 

Él se sorprendió al entrar y ver a la joven de la noche anterior ahí.

—Ah, ya se conocen —asumió Tobbias por la manera en la que ambos se miraron.

—Sí —ella respondió con desenfado—, conversamos un poco en la fiesta de disfraces de Alpha Rho.

—Qué bien —el profesor tomó asiento y le indicó a su alumno que hiciera lo mismo—, al menos nos ahorraremos las presentaciones. Isabel, ya no vas a revisar los exámenes, te vas a dedicar exclusivamente a ayudar a Robert a sacar adelante su tesis.

—Esta situación es un poco extraña, porque no pienso hacerle el trabajo —ella respondió, a la defensiva, aunque educada.

—Nadie dijo eso —le recriminó Robert, ofendido.

—Bueno, lamento este malentendido —dijo Tobbias, tratando de solucionar el conflicto—. No es para que hagas su tesis, él es muy capaz de hacerlo, pero está estancado y no puede avanzar, tal vez tu perspectiva le sea útil. Es lo único que debes hacer, además de ciertas notas que encuentres pertinentes.

—Ah… lo siento —ella se disculpó con él, de manera sincera.

—No importa —le respondió, aún tratando de digerir lo incómodo de la situación.

Estuvieron hablando sobre la estructura que Tobbias quería que Isabel siguiera y sobre la fecha límite para poder hacer correcciones, hasta que dieron las dos de la tarde y salieron de la oficina de Tobbias.

Caminaron por el pasillo hacia la salida en silencio, hasta que ella creyó prudente hablar.

—De verdad lamento lo que dije hace rato. No quise ofenderte.

A Robert le parecía que ya no debía disculparse, pero creía que era un gesto considerado.

—Está bien, yo tampoco debí responder como lo hice. 

Ella sonrió.

—Bien —luego agregó—. No tenemos que hablar sobre lo que pasó entre nosotros ¿cierto?

—No —él también le sonrió—. Si lo prefieres, podemos hacer como que nos acabamos de conocer.

—Sí, lo prefiero. No porque haya estado mal —ella se empezaba a poner nerviosa—, en realidad, la pasé muy bien, es sólo que no sería bueno volver a mencionarlo.

—Estoy de acuerdo, sobre ambas cosas —la vio alzar una ceja—. Me refiero a que también para mi estuvo bien y que no hay que hablar de eso, y no diré nada más al respecto.

Tuvieron un silencio incómodo.

—Tengo mi trabajo en esta USB —cambió el tema, para romper la tensión y sacó el dispositivo para dárselo.

—Está bien, mañana te diré lo que pienso —lo tomó y lo guardó bien en su bolsa—. ¿A qué hora estaría bien vernos?

—Tengo entrenamiento desde las cuatro hasta las seis, después de eso estoy libre.

—Termino mis clases hasta las ocho, pero haré notas y te las entregaré.

—Pensé que tardaría más con Tobbias, así que no tendré entrenamiento hoy, podría hablarte del tema de la tesis si no tienes algo que hacer.

—Los jueves no tengo clases, pero quisiera comer algo, podemos hablar de eso si quieres.

—Bien.

Ambos se fueron de ahí y pasaron a tomar el almuerzo a la cafetería. A pesar de lo incómodo que podía ser el contexto que tenían, tuvieron un rato agradable.

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