Capítulo 4

Como había prometido, llamó a su tutor y fue a su oficina más tarde. Ya esperaba la regañiza de la que se habían quejado algunos de sus compañeros de carrera, pero como en su caso él tenía toda la culpa por no asistir como había acordado, decidió que no iría en su en contra y mantendría una actitud neutral con él.

Al llegar, notó que la puerta estaba abierta, saludó, pidió permiso para pasar y el profesor sólo asintió con la cabeza, sin responder al "hola" inicial. Robert tomó asiento en la silla que estaba frente al destartalado escritorio y esperó a que empezara a hablar.   

—Tienes que tomarte en serio esto, si no terminas tu tesis, no podrás graduarte en el verano—Tobbias era un hombre más cerca de los cuarenta que de los treinta, se le notaba más por la calva incipiente que tenía y por su manera de regañar. Sin embargo, la leyenda decía que con un vaso de vodka se transformaba en Jimmy Kimmel.

—Lamento no haber llegado a tiempo, me quedé dormido —se disculpó.

—Necesito una mejor excusa que eso, no has avanzado nada en semanas —le respondió, fijando la vista en él—. ¿Sabes? Puedo dejar pasar que me dejes plantado porque nunca había hecho algo así, pero no encuentro una razón válida para que alguien como tú que tiene la capacidad de hacer bien las cosas, sólo deje de cumplir con su trabajo.

Robert no quería objetar nada al respecto.

—Supongo que he estado distraído.

El profesor suspiró con pesadez.

—Sé que las expectativas familiares son difíciles, pero tienes suficientes privilegios para sobrellevarlas. Yo no tenía a mi disposición los recursos que tú tienes. Ni siquiera tienes que preocuparte por obtener un empleo al graduarte, como los demás estudiantes, se asume que algún día serás juez de la Suprema Corte, como tu padre, o dirigirás una comisión de Derechos Humanos, como tu madre. Tienes todas las puertas abiertas gracias a tus padres, no lo desperdicies y haz algo bueno con eso. Tienes todo a tu favor.

—Tengo un bloqueo, es todo, pero sí terminaré la tesis —dijo, con la mirada en el suelo.

Su tutor cambió el tono de su voz, a uno más comprensivo.

—Voy a asignarte a alguien para que revise tu trabajo, es una persona con energía y tiene mucha más inspiración que tú, eso debe servir de algo. Vuelve mañana.

—Está bien —aceptó, mientras se levantaba del asiento—. Me esforzaré más.

Y después de hacer esa promesa sincera, salió del despacho del profesor.

Pensó en que si le asignaba a Erika, iba a terminar la tesis esa misma semana. Esa mujer no le iba a dar tregua y lo obligaría a pasar hambre y deprivación del sueño si era necesario, rogaba en su interior para que no fuera ella la persona que le ayudaría con su escrito. 

Se fue a la biblioteca, a intentar continuar trabajando. Miro el espacio en blanco en el procesador de textos, sin que nada volviera a su cabeza, como había estado sucediendo desde hacía casi un mes. La verdad era que no lo entendía, después del rompimiento, se había enfrascado a trabajar en su tesis todo el tiempo que tenía disponible para eso, pero luego de unas semanas, no podía concentrarse, de nada le servía leer una y otra vez lo que ya llevaba elaborado, se quedaba en el mismo punto. No era un buen momento para lidiar con una separación, aunque si lo pensaba bien ¿en realidad eso se podía? ¿Cuál era un buen momento para tirar a la basura los cinco años que había invertido en esa relación? Y no había una hora del día en la que no pensara en ello, al menos no hasta la noche anterior, que estuvo con aquella chica, y ni siquiera sabía su nombre.

Harry lo encontró en la sala de estudio individual. Por suerte no llevaba a su novia, no era que le deseara el mal, pero le parecía un fastidio que siempre estuvieran juntos, ya no recordaba la última vez que estaban en el mismo lugar sólo ellos dos. No le parecía saludable que se comportaran como imanes, y no se podía hablar de nada con ella presente porque siempre daba su opinión no solicitada sobre algo de lo que ella no tenía ni la más pálida idea.

—Oye ¿no piensas hablarme de lo que hiciste anoche? —le preguntó, cerrando el monitor de la computadora de su primo.

—Harry, eso es privado, no tengo que decirte nada sobre eso —le respondió con algo de fastidio.

—Entonces sí te tiraste a alguien.

—No tienes que ser tan vulgar —dijo, volviendo a abrir su computadora.

—Por lo menos dime si ya podemos considerar que volverás a tener citas.

—¿”Podemos”? ¿Tú y quién más está planeando cosas para mí? —le cuestionó, alzando una ceja.

—Mina tiene una hermana y ella ha sido muy obvia sobre lo que busca contigo —sugirió, hablando sobre su cuñada.

—Me acosa cada vez que me ve. No quiero tener nada con ella.

—Bueno, era una sugerencia… —Harry pensó en algo más— ¿Qué tal Erika? A ella ya la conoces.

—Es mi amiga, además, ya está saliendo con alguien.

—Bueno, pero ¿no te interesa volver a salir con la chica de ayer?

—No sé cómo se llama y tal vez nunca la vuelva a ver. ¿Cuál es el punto de que tenga citas? Aún es reciente.

—Es que me duele que siempre estés tan triste.

Podía ver las buenas intenciones de su primo, pero sabía que no lo entendía. No era sencillo darle vuelta a la página a alguien que había significado todo su universo y un día decidió dejarlo.

—Harry, esto no se arregla de esa manera —dijo, suavizando el tono de su voz.  

—Respetaré eso, aunque no estoy de acuerdo.

—Bien… supongo.

Tuvieron un silencio incómodo.

—Oye ¿quieres que lleve a tu pieza helado y alitas después de tu entrenamiento? Podríamos ver el final de Mooncrawler.

Robert ya lo había visto antes, pero no quería quitarle la intención de hacer algo para animarlo.

—Está bien. 

Sólo esperaba que no siguiera insistiendo con el tema.

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