Capítulo 2

Las notificaciones de su celular la despertaron. Vio la hora y se asustó, debía estar en la estación de trenes para recoger a su hermana en menos de una hora. Se levantó lo más rápido que pudo y se vistió, intentó cepillarse el cabello con el peine de su bolso, pero no resultó, era demasiado pequeño para el nido que tenía en la cabeza. Agradeció en su interior que Indiana siguiera durmiendo, así que sólo le escribió una nota para decirle que se iba y que no se preocupara por ella. Salió sin hacer ruido y le avisó a Eva que ya iba en camino a la estación, pero que llegaría antes a un Walmart para arreglar su pequeño desastre matutino con el cabello y cambiarse de ropa. Ignoró las llamadas que le hizo, sabía que le preguntaría todos los detalles y eso le haría perder tiempo.

Llegó a la tienda, compró el conjunto de ropa más barato que encontró, una mochila y productos para arreglar su cabello. En veinte minutos logró mejorar su aspecto, pero su hermana ya debía haber llegado a la estación. Estaba tan tensa en el taxi que el chofer se puso nervioso, llegaron y ella se bajó sin pagar. El pobre hombre tuvo que perseguirla por la entrada del lugar, creyendo que le había robado, por lo que Isabel se disculpó y le dio el dinero del viaje.

Cuando el hombre se fue, sintió que alguien tocaba su hombro.

—Tengo casi media hora esperándote —su hermana estaba con cara de pocos amigos. Era una joven de rostro redondo, cabello rojizo y un estilo muy femenino para vestir.

—¡Mariela! —se sorprendió— Lo siento, tuve un contratiempo.

Su hermana la miró de arriba a abajo. Su atuendo consistía en una camiseta verde con la frase"Sexy Stuff" y jeggings negros.

—Nunca vestirías una camiseta con letras, así que te creo —mencionó, mientras buscaban otro coche para irse de ahí.

Las dos se fueron al campus y pararon en el dormitorio de Isabel para dejar las maletas de Mariela, luego, fueron a la cafetería a almorzar algo. Recibió una llamada de Eva, preguntando si podía alcanzarlas ahí, a lo que accedió. Sabía cuál iba a ser el tema de conversación, pero prefería ya tachar eso de la lista de pendientes.

Eva llegó con una caja de donas y la puso sobre la mesa donde estaban las hermanas.

—Todas son rosas, es mi soborno para que me cuentes todo lo que hiciste anoche —dijo, hablando muy en serio.

—¿De qué habla? —preguntó Mariela.

Isabel suspiró con pesadez y habló.

—Anoche, después de la fiesta de disfraces, me fui con alguien.

Su hermana menor se llevó una mano al pecho, sorprendida.

—Pero, Isabel, tú nunca haces esas cosas —por su mirada, parecía muy asustada.

—Ni siquiera lo pensé, sólo me fui con Indiana Jones a su dormitorio —agregó, con desfachatez.

—Genial —replicó Eva, con falsa molestia—. Ahora tendré que adivinar con cuál de todos los Indiana Jones que estuvieron en la fiesta te acostaste.

—Con el que todavía estaba sobrio —Isabel se permitió bromear.

—¡Eso no ayuda! —reclamó— Algo bueno debe tener para que hayas accedido.

—En realidad —dijo, tomando una dona y entrecerrando sus ojos cafés—, fui yo quien se lo propuso.

Las otras dos mujeres volvieron a llevarse la mano al pecho, todavía más sorprendidas.

—El espíritu de una promiscua debió apoderarse de ti —le dijo su amiga, intentando no parecer muy contenta con la idea.

—No fue así, Eva —continuó—, cuando salí a tomar aire porque creí que iba a desmayarme, él me preguntó si me sentía bien. Conversamos un poco sobre ser mal tercio de nuestros amigos, me hizo reír. Me parecía muy dulce y estaba solo, al igual que yo. No teníamos nada mejor que hacer, así que sólo se lo dije y él aceptó llevarme a su dormitorio. 

—¿Es lindo? —preguntó Mariela, tratando de sacar algo positivo de eso.

—Sí —su hermana aceptó.

—¿Qué tan grande es? —quiso saber Eva.

—No llevo una cinta de medir a todos lados, pero lo suficiente.

—¿Entonces fue bueno? —la morena la miraba expectante mientras robaba una dona de la caja.

Isabel suspiró con pesadez, no creía que le fuera a ser incómodo decir algunos detalles en un lugar público.

—No se vino cuando me quité el sostén y todo el tiempo supo lo que estaba haciendo. Así que sí, estuvo bien.

—Espera —Mariela intervino—, eso es muy específico. ¿Te pasó con alguien? ¿Eduardo así era?

—Más de una vez, pero es algo de lo que no quiero hablar.

—Secundo eso —apoyó Eva—. Volviendo a lo que nos interesa ¿verás de nuevo a Indy?

—Bueno, no lo sé. No es algo que espere —respondió, mirando su dona.

—¿Y por qué no? —cuestionó su hermana.

—Porque… —ni siquiera ella sabía cómo explicarlo— si nos volvemos a ver, tal vez lo bueno de ese momento se vaya. Ni siquiera sé si desea seguir viéndome.

—He visto cómo te mueves cuando te ejercitas, yo creo que sí —mencionó Eva.

—¡Eva! —a la joven le pareció un poco impertinente el comentario—. Tú tienes un problema serio. 

—Leí que es normal imaginar cómo otras personas tienen sexo. No soy la única en todo el mundo que lo hace.

—¿Le dejaste tu número para que te contacte? —preguntó Mariela.

—No y es mejor que las cosas sigan así, sólo le dejé una nota diciéndole que debía irme y que no se preocupara por mí, también le dije que la pasé bien con él. Supongo que eso es lo decente en estos casos, no lo sé.

Las tres siguieron conversando, pero ya no mencionaron nada sobre el tema de la aventura de una noche de Isabel. Su hermana y su amiga la conocían bien, si la asediaban demasiado con algo de lo que ya había decidido no hablar, iba a cerrarse, enojándose con ambas por su falta de respeto a sus deseos. Era mejor esperar a que ella decidiera volver a esa charla por su propia voluntad, a nadie le convenía su molestia.  

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