Capitulo: 4

Hemsworth... Visualizo el nombre del hotel en el que ahora trabajo, luego de una semana dura de trabajo por fin puedo decir que e dormido bien, ya no tengo pesadillas, porque luego de que salgo del trabajo llegó agotada, me ducho, busco que comer, y luego directo a dormir.

No es la vida que el fuese querido que yo viviera, pero es la que tengo y solo el trabajo agotador me hace olvidar.

Aún no e visto al hombre que compro el hotel pero parece que sabe hacer bien las cosas, pues en pocos días a hecho prosperar bastante el lugar.

Camino directo a mi oficina,  visualizo que detrás de mi viene mi necia y preguntona secretaria, Dios ella encerio no puede guardarse sus dudas y preguntas innecesarias, para ella misma. 

Hace unos días tuve una reunión para plantear una propuesta con el fin de llamar la atención de los clientes. Luego de eso Lina, mi secretaria, y yo estuvimos durante horas trabajando, y de repente Lina grita diciendo...

— Oh, Dios me duele tanto el trasero que está noche dudo mucho que le pueda dar algo de diversión... – Yo casi me atragantó al escucharla pero lo qué encerio me dejó con la quijada en el suelo fue cuando soltó de pronto.

— ¿Tu le das diversión a la retaguardia? Ya sabes hacer cosas nuevas... – Luego de decir eso se echó a reír como loca. 

Y ni siquiera me moleste en responder, poco a poco me e dado cuenta que ella es así, siempre dice cosas como esas para ligerar el ambiente, también me e dado cuenta que es sincera no le importa decir lo que siente.

Y a pesar de ser mi secretaria, ella se comporta más como amiga, que como lo que es, y la verdad me estoy adactando a ella. Y a su boca sin límites.

Lina siempre está tratando de conocer más de mí, y aunque aveces le digo que que se enfoque en lo que estamos trabajando, ella sigue, y sigue, haciendo preguntas que yo jamás responderé.

Es una chica que a pesar de lo extrovertida, y alocada es muy inteligente y trabajadora, la verdad es que se me a echo muy entretenido el trabajo cuando ella sale con una de sus ocurrencias.

— ¿Como está hoy señoría? Aquí está su café negro, con dos de azúcar, y... Los panecillos que yo misma hago y que siempre le traigo aunque no sé si usted en verdad se los coma. – Y ahí está ella, con sus comentarios pesados pero a los que ya me estoy acostumbrando.

— Sí me los cómo, Lina, gracias – Recibo todo lo que ella me entrega y ambas caminamos a la mi oficina.

La verdad desde que llegué aquí  ella siempre trae algo de comer  para mí pero nunca comía nada, hasta hoy, pruebo sus panecillos y la verdad es que están buenísimos.

— Si los preparas tú misma te felicito están ricos. – Una sonrisa se instala en los labios de Lina.

— Sí, yo misma los hago, gracias. Creo que es lo más amable que me a dicho desde que soy su secretaria.

— Lina, ¿Nunca te han dicho lo indiscreta que eres? – Veo su cabeza moverse de forma afirmativa, entonces yo medio sonrió... Dios esta chica me a hecho sonreír.

— ¿Sabe algo señorita? Debe sonreír más seguido, pues es mejor enfrentar la vida con una sonrisa, qué con una lágrima, o con amargura. ¿No lo cree?

— Tal vez... – Es todo lo que respondo.

Hoy tendré una reunión con el dueño del hotel para ver si me aprueba la propuesta... Hoy conoceré al hombre que trae suspirando a cada chica que trabaja aquí.

Por increíble que parezca desde el día en que Ares me contrato no me lo cruzado en el camino, ni siquiera en el edificio donde vivimos, y lo agradezco. 

La verdad su presencia me incomoda, sobretodo la manera en la que mi cuerpo reacciona con su cercanía. Supongo que el echo de que el fuese quien me contrato debe ser que el se encarga de eso.

Tocó la puerta de mi jefe y dentro escucho una voz femenina que me indica que pase.

Cuando yo entro, la chica que supongo es su secretaria sale, miro al frente y solo visualizo su espalda pues está parado en la gran ventana de cristal mirando el paisaje o eso creo. 

Estoy por hablar su voz me interrumpe, haciéndome jadear al escuchar de quién se trata.  

— Por lo que he, escuchado parece que en verdad es buena en su trabajo. Por favor siéntese, quisiera más detalles de su propuesta. 

Para este momento el ya está frente a mi sentado en su silla mirándome con atención, y esa m*****a sonrisa qué en Sury la amaba, pero en él, la odio porque me hace sentir cosas que no debería... Una vez más me repito que Ares no es él.

Milagrosamente la reunión con Ares, mi jefe, no fue un desastre la verdad todo estuvo muy profesional, creo que podré trabar tranquilamente... Pero sin tenerlo tan cerca de mí.

A pasado un mes, un mes en el que no me dormido tarde y con los ojos hinchados de tanto llorar, un mes en el que e sabido sobrellevar su ausencia, un mes en el que ya no tengo pesadillas, ya no añoro la muerte, y se podría decir que todo es al trabajo pesado que e tenido.

He tenido que viajar porqué pronto tendremos un nuevo hotel pero en otra ciudad, el jefe me a encargado hacer propaganda, y que todo ahí luzca perfecto.

Gracias a Dios Ares y yo apenas y nos hemos visto pero cuando lo hacemos no puedo comportarme normal, siempre estoy nerviosa, sudorosa, y las piernas me tiemblan.

Odió mi cuerpo, aunque mi problema viene directo de mi confundido corazón, pues el busca a su otra mitad, aunque yo le repito cada día qué el se fué y jamás volverá.

Mi relación con Lina cada vez es mejor la verdad nunca tuve una amiga, yo siempre estuve serrada a tener amistades o cosas así porque sabía que pronto me iría y no quería a nadie aparte de mis padres sufrir por mí... Las cosas no salieron como pensé.

Por más que trate de comprarme distante con cada persona aquí, ellos siempre quieren hablar conmigo, incluso me invitan a un club nocturno dónde suelen reunirse algunas de las chicas que traban aquí.

Pero Lina aún no me convence. Esa loca, seguro hará alguna de las suyas. En el poco tiempo que llevo aquí ya la conozco y si ella  está tan... Ella, estando en sus cinco sentidos no quiero imaginar cómo es estando borracha.

Y pensando en borracheras, también debo agradecer que en el tiempo que llevo trabando no me a dado tiempo de beber ni un solo trago, después de que Sury sé, fuera... Yo caí en un hoyo tan oscuro, que podría decir qué, en los últimos dos años estube más borracha que sobria.

Mientras bebo mi café y pienso en todo lo que a pasado en mi vida, observó con atención el anillo de compromiso que aún llevo en mi dedo... Jamás me lo quitaré, todo el collar de oro  que siempre cuelga en mi cuello, con mis dedos presiono la otra argolla. La qué le pertenecía a él.

Una lágrima baja por mi mejilla pero un toque en mi puerta me hace recomponerme rápidamente. — Adelante. – Digo mientras aclaro mi garganta.  

— Oye, ¿Estás bien? – Me Pregunta Lina. — Sí, ¿Dime tres los documentos que te pedí? – Pregunto, tratando de disimular el nudo en mi garganta.

— Sí, aquí están... Señorita Spencer, quiero que sepa que si necesita de una amiga, aquí estoy yo. Sé que soy algo medio loca y éso, pero puedo dar consejos buenos... – Sin poder evitarlo, una carcajada sale de mí, haciendo que Lina salte por la impresión. Pero no es una risa de alegría es una de liberación... Entre risa y llanto la oficina se llena de pequeños susurros que Lina me da tratando, de consolarme.

Aunque no sabe porque estoy así, ella sin preguntar solo se me acercó, y me abrazo, diciendo que todo estará bien... Dios cuanto deseó que éso fuese así.

Me separo de Lina respirando profundamente. — Gracias. – Susurro llena de vergüenza por lo que acaba de ver.

— No le agradezcas, solo ten presente que puedes llorar y moquear cada vez que quieres en mi hombro. – Asiento y sonrió débilmente, y con mis mejillas sonrojadas por el echo de haberme derrumbado delante de ella.

— No te preocupes no volveré a moquear en tu ropa. – Digo mientras una risilla se me escapa al ver una mueca de asco en el rostro de ella.

— Por Dios, ignoraré el echo de que dejaste tus... Babas en mi lindo uniforme solo porqué estás sonriendo, y eso es un milagro divino. – Lina junta sus manos como dando gracias al cielo, y yo ruedo los ojos.

— Lina, quiero que dejes de llamarme señorita Spencer... Solo dime Moly. ¿Si? – Ella pega un grito agudo que me hace dolor los oídos.

— Dios Lina, no hagas eso. – Digo acariciando mis oídos. Ella se hunde de hombros restándole importancia.

— Lo siento. Pero estoy feliz porque usted, digo... Tú, ya te estás acostumbrando, a mí, ahora solo falta que aceptes salir con nosotras el sábado. ¡Si! – Lina hace un horrible puchero. Pero yo niego rotundamente... 

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