Capítulo 2 – ella podría ser una espía.

Catalina corrió fuera de la propiedad, se escapó por en medio del jardín frontal y salió de allí hasta llegar a la avenida principal donde agarró el primer taxi que encontró.

–Al aeropuerto – indicó jadeando.

Una vez que estuvo frente al aeropuerto, bajó corriendo del taxi y buscó la sala de embarque más cercana, no importaba cual fuera el destino, solo necesitaba desesperadamente salir de Lombardía. La chica buscó dinero en sus bolsillos, pero no tenía suficiente.

Ella pensó que hacer, miro a su alrededor justo cuando estaban haciendo la última llamada con destino a la isla Bratva, corrió hasta allá, esperó hasta que la señorita encargada se distrajera y entonces se escabulló entre los pasajeros.

–¡Señorita! ¡No puede entrar asi! – de inmediato, la mujer a cargo se dio cuenta de que Catalina se había colado y llamó al equipo de seguridad.

–¡Deténgala! – gritó uno de los gorilas de seguridad que la perseguían.

Catalina entró en el avión segundos antes de que las puertas fueran cerradas y entonces dejaran atrás a los guardias de seguridad, aun así, no se detuvo hasta que llegó a la parte trasera del avión, entre más escondida estuviera, mejor.

–¿A dónde crees que vas? – un hombre de aspecto intrigante la detuvo.

–Necesito ir a mi asiento – mintió, observando uno de los pocos lugares vacíos que había en el avión.

–Esta zona del avión está reservada, es imposible que su silla se encuentre aquí – dijo sin piedad por ella, que necesitaba desesperadamente tomar asiento antes de que las azafatas se dieran cuenta de que algo extraño estaba sucediendo.

Catalina pensó en sus opciones, no tenía muchas y debía tomar la decisión que le parecía más inteligente.

–¿De verdad vas a abandonarme cuando tengo a tu hijo en mi vientre? – los pasajeros de la última fila abrieron los ojos. Taylor la miró con confusión, no entendía lo que aquella mujer intentaba hacer.

–Taylor, ¿Qué está pasando? – Benjamín, que estaba sentado cerca donde Catalina estaba dando su espectáculo, se puso en pie y se acercó a ellos para averiguar de que se trataba todo aquel alboroto – ¿Qué sucede? – volvió a pregunta una vez que estuvo más cerca. 

–La señorita no comprende que tiene que irse inmediatamente de aquí – respondió, aún consternado.

Benjamín vio a la mujer que señalaba Taylor y entonces se quedó petrificado.

–¿Elena? – preguntó –déjala pasar, Taylor – ordenó Benjamín que seguía impactado por el parecido de Catalina con Elena, su ex prometida muerta.

A pesar de la orden que acababa de dar Benjamín, sus guardaespaldas, sobre todo Taylor, se negaban a obedecer, así que antes de que ella pudiera atravesar el pasillo la agarró intempestivamente y volvió a alejarla.

–Señor, es necesario que mantenga su distancia – dijo Taylor, quien siempre fue la mano derecha de Benjamín.

Catalina comenzó a sentir un ataque de pánico, la azafata estaba cada vez más cerca y lo único que podía ver era las manos de Taylor sobre su cuerpo, sujetándola con tanta fuerza que estaba segura de que le quedarían moretones sobre la piel. 

–¡No sabemos cuáles son las intenciones de esta mujer! – escupió con rabia.

–Suéltala – le pidió Ben a Taylor.

Taylor lo hizo a regañadientes, Catalina por su parte tragó saliva, cambio el peso de su cuerpo de un pie a otro y miro con atención a Ben que cada vez se acercaba más a ella.  

–¿Cómo te llamas? – le preguntó él.

–Catalina… mi nombre es Catalina Alcott.

Él vio su rostro pálido, sus ojos enrojecidos y las bolsas debajo de ellos, vio su pelo enredado y a pesar de eso, sintió que ella era la mujer más bella del mundo, casi tan bonita como su Elena. 

–Si se va a quedar con nosotros, será necesario una requisa – gruñó Taylor.

–De acuerdo – Benjamín asintió y entonces su guardaespaldas obligó a que Catalina se pusiera de espaldas.

Taylor paso sus manos desde los hombros de la mujer, deslizándolas a traves de su espalda, sus axilas y su cintura, por último, se concentró en la parte inferior, en sus piernas y en los bolsillos traseros del pantalón que llevaba puesto.

–Creo que es suficiente, Taylor – soltó Ben con la voz ronca y la garganta seca, no podia negar que la imagen sumisa de Catalina le generaba escalofríos.

–Aparentemente no tiene nada.

–Señor, lamento la incomodidad, ¿Todo se encuentra bien? – le preguntó la asistente de vuelo a Benjamín, al tiempo en que ojeaba la situación dentro del perímetro VIP del avión.

–Todo está bien, no hay ningun problema – Benjamín le mostró esa sonrisa encantadora que tenía y la azafata no tuvo de otra más que asentir y marcharse, en parte porque la intimidaba la belleza del hombre y en parte porque sabía que no podia atreverse a molestar a alguien como Benjamín Mascherano.

–Esto es lo que vamos a hacer – Ben enfrentó a Catalina – está claro que ese show que acabas de hacer es porque estás escondiendo algo, pero no me interesa saber que es, puedes quedarte aquí sentada con nosotros durante este vuelo, pero en cuanto aterricemos tu tomarás tu camino y no interferirás en el nuestro, ¿Está claro?

Ella titubeo, pero al final logró responder – claro – asintió con la cabeza.

–Ponle esposas, que no se le ocurra hacer ninguna estupidez – dijo Ben, al tiempo en que tomaba asiento.

–¡¿Que?! ¿Me vas a esposar? – refunfuñó ella.

–Puedes irte por donde llegaste siempre que quieras – respondió de mala gana.

Catalina hizo un mohín con el rostro, a pesar de eso sabía que no tenía más opciones, así que dejó que Taylor le apretara las esposas a la muñeca y que las asegurara con la silla del avión.

–Agradezco que cierres el pico – dijo Ben, ya que ella no dejaba de protestar.

Benjamín vio de reojo como ella hacia una mueca, la verdad era que no se sentia muy cómodo con toda la situación, en cualquier otro momento él no se atrevería a tratar a una mujer de esa forma, pero ella era una desconocida y no podia permitir que su parecido con Elena nublara su juicio.

–Señor, ella podría ser una espía – susurró Taylor al oído de su jefe.

–¿Qué propones que hagamos? 

–Hasta que esté confirmado, creo que debemos tenerla con nosotros – Benjamín paso sus manos por su barbilla al tiempo en que analizaba la situación.

–Vendrás con nosotros una vez que estemos en tierra – dijo a Catalina – y no es una pregunta, si no una orden

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