Capítulo 5

LARS

—¿En qué piensas? — fruncí el ceño y niego con la cabeza, sin decir ni una sola palabra. Había tenido un cálido encuentro con Rose y después de eso me quedé pensativo y eso no me gustaba. Porque pensaba en quien no tenía que ocupar mi mente—. Pareces perdido, preocupado.

—Estoy bien— me alcé de la cama y me alejé de ella. Entre en el baño de su casa y me lavé.

Después de trabajar hasta las tantas de la tarde fui directamente a su departamento para descargar un estrés que no debió de tocarme las fibras nerviosas, y, en cambio, Martina alcanzó que me sintiera así.

—¿Te vas? — preguntó al verme ya vestido.

—Me voy. Nos vemos otro día— suelto un casto beso en su sien y me alejo sin mirar atrás.

Entre Rose y yo teníamos claro algo, y es que no puede haber más que encuentros sexuales para pasarlo bien.

—¡Ha sido un placer, Lars! — escuché al cerrar la puerta de su casa.

Suspiro al entrar en mi coche y presioné mis sienes intentando aclarar la mente antes de llegar a casa.

—No me debe importar nada de ella. Solo es una empleada y una mentirosa también.

Nota mental que fui repitiéndome desde esta mañana. Pero sus ojos me trasmiten tanta tristeza que me estremezco con tan solo verla y se me hace imposible mantener la boca cerrada.

Y, sin embargo, me preocupaba.

—¿Qué hay de nuevo, amigo? — hablo con Derek. Mi mejor amigo. El cual supuse que había regresado de su viaje.

—Pues cansado, estresado y con la cabeza echa una m****a.

—¿Te apetece una copa en mi casa?

—Estaría bien.

—Genial, nos vemos en un rato.

Colgué y abrí la verja de la entrada de mi casa. Salí del coche y antes de abrir la puerta, escuché esa risa que me paraliza los pies, era su risa, la cual parecía divertirse.

Sin hacer ruido, abro lentamente la cerradura de esta y me adentro. Martina y mi abuela jugaban al ajedrez y en cada movimiento de las piezas, mi abuela le contaba una anécdota de cuando era joven.

Me quedé observándolas desde la distancia y me encerré en una jaula mientras miraba cada movimiento de la española. De cómo es diferente a las mujeres con las que he estado. En cómo no tiene nada de lo que me gusta y, en cambio, siento que es lo más idílico y bonito que vi jamás. Su cabello oscuro moviendo al son de los movimientos de su cabeza, esos ojos grises que pueden iluminarse incluso en las peores oscuridades.

—No, señora Zelinda. No puedo estar con nadie. No confío en los hombres— contestó al interés de mi abuela cuando la preguntó ti si tenía pareja.

—¿Y por qué no confías en ellos?

Mueve la siguiente pieza y contesta—: porque me lastimaron en lo más profundo de mi ser.

Me ensancha el alma al oír eso.

—Me juré a mí misma no caer en los brazos de ninguno más. Ni tampoco en sus mentiras.

—Yo creo que eres injusta, todas hemos vivido una mala experiencia y aquí estamos, valientes y superando cualquier obstáculo— dijo mi anciana favorita.

Ella ladeó la cabeza y le dio jaque mate.

Mi abuela sonrió y le dio la enhorabuena por ganar tres veces consecutivas.

—Gracias, gracias— se ríe y me estremezco. ¿Por qué ese sonido me calienta el pecho?

—Lars, hijo. Llegaste— fui descubierto.

—Sí, abuela. Acabo de llegar.

Martina no me mira y sé por qué—. Estás hermosa con ese nuevo corte de pelo.

—Yo siempre estoy hermosa, querido nieto— le sonrío—. ¿Sabes que, Martina es una gran jugadora al ajedrez?

—Eso vi cuando te dio el jaque mate.

—No es para tanto— dijo ella y alzó ligeramente sus ojos hacia los míos que no estaban dispuestos a dejar de observarla.

—¿Habéis cenado?

—Sí, y yo me voy a dormir— apoyada en la mesa, se pone de pie, y se va dejándome a solas con Martina.

—Yo... necesito salir a dar un paseo antes de dormir.

No dije nada, solo miraba su reacción al estar a mi lado y a solas.

—¡Buenas noches, Lars!

—Te dije que te comprarás un abrigo que te ayudará a entrar en calor cuando estés fuera.

Agregué antes de que se marchara.

—Lo haré cuando reciba mi primer pago.

—Te enfermarás, Martina. Este clima no es bueno para el cuerpo si no se lleva una vestimenta adecuada.

—Estaré bien.

No insistí y se marchó cerrando la puerta a sus espaldas.

Relajo mis hombros y sonrío por como la trataba. Parecía su padre joder.

Suena el timbre después de su marcha y pensé que era ella, pero no fue así. Si no que Derek había llegado.

—Joder, amigo. Que frío. — Este intenta calentar sus manos mientras el calor de la casa lo envolvía.

—Bienvenido, amigo.

—Gracias. Oye la chica que salió hace nada, ¿quién es?

—Es la nueva cuidadora de mi abuela.

—Me crucé con ella cuando estacionaba el coche, pero estaba sumergida en sus pensamientos y apenas alzó los ojos.

No dije nada porque era típico de ella.

—Ven, vamos al salón.

Entre copa y copa. Acabamos en mi amplio despacho jugando al billar. Este contaba sus vivencias en su viaje y yo solo escuchaba sin dejar de acordarme de ella.

Estaba ausente mientras le asentí con la cabeza hasta que me preguntó algo, el cual contesté con lo mismo—: me quedaré con tú casa y tu abuela— asentí. Derek guarda silencio por un momento mientras me miraba—. Lars, ¿en qué planeta andas?

Cerré los ojos y volví en mí—. Perdón.

—¿Qué te ocurre?

—Nada— respondí secamente.

—¿Nada? Me vacilas.

—No.

—¿Pasó algo en el trabajo?

—No— le di a la bola blanca.

—¿Es tu abuela?

—No.

Este observó cómo negaba todo lo que quizás me pudiera tener preocupado.

—Es ella ¿no?

—¿Ella, quien?

—Con la chica que me acabo de encontrar.

No negué ni dije nada.

—¿Te gusta?

—No, claro que no.

—Yo creo que si te gusta.

—No, no me gusta. ¿Y sabes por qué?

—No sé, dímelo tú.

—Porque no me pone nada. Estoy acostumbrado a estar con mujeres despampanantes y ella no llega ni al cincuenta por ciento de lo que a mí me gusta. No pega conmigo ni yo con ella. Es solo mi empleada y ya.

—Vale, si tú lo dices será verdad.

Y entonces un golpe sonoro se escucha en el pasillo.

¿Fue ella la que entró y me escuchó?

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