CAPÍTULO SIETE:

    Sekhmet. 

    

    Abro mis  ojos lentamente, sintiendo el pesar de mis músculos contraídos sentirse cada vez más molestos por la evidente ejercitación cuando ejecuto cada uno de  los fortuitos ejercicios establecidos.

    

    Libero uno que otro bostezo, relamiendo mis labios en el momento que emprendo mi camino en dirección al área de tiro, mientras no me pierdo de vista los trotes matutinos de los soldados que se mueven de un lado para otro. 

    

    —¡Capitana Williams! —me saluda uno de los nuevos soldados traidos desde afganistan.

    

    —¡Cabo Sánchez! —su expresión neutral, sus cabellos rojos son el acompañante del joven de diecinueve años que se detiene delante de mi, manteniendo mi saludo militar—. Descanse.

    

    Acata mi orden continuando su caminar en direccion al aeródromo interno de la sucursal que consta de varios sectores primcipales.

    

    Continuó mi camino, dejando a algunos compañeros, jefes de tropa y los pequeños que se encuentran estudiando más abajo preparándose para comenzar sus tortuosos entrenamientos. 

    

    Diviso mis alrededores, tomando una suave bocanada de aire que me trae pequeños recuerdos que me gustaria que se mantuvieran como lo que son , mas cuando se incluye a cierta persona que llevo aproximadamente unos dos años sin verlo, acortando la escasa disrancia que me separa de los corredores que dan a la abarrotada entrada del area de tiro de los superiores, con todo lo necesario en aquel lugar llevando acabo una de mis tareas; aumentar mi precisión al ciento por ciento.

    

    —¡Buenos dias capitana Williams! —espeta Annabella mostrando una de sus extensas sonrisas revisando mi chapilla.

    

    —¡Buenos dias cabo Soler! —anuncio haciendo un le movimiento de cabeza que  de alguna forma me reconforta porque a pesar de estar en un lugar donde las mujeres somos vistas como debiles e incapaces somos las que mas demostramos ser lo contrario.

    

    Me despido, fijando mi atencion en la morena que fija su atencion en el segundo soldado que me sigue, mientras yo continuo mi caminar con el arma y el calibre 9mm en mano, apreciando una cantidad de diez personas en los diferentes cubiculos.

    

    Diviso mi taquilla; el numero 5 entre todas, posicionandome en el lugar ya en correcta posicion.

    

    Apunto con mi Beretta al objetivo; mis oídos mientras recubro mis oídos por unos cascos y unas gafas especiales con calculador de ángulos electrónicos; aún cuando los fuertes sonidos de disparos resuenan en la estancia de manera constante.

    

    Mí cabello continúa en un moño alto muy bien peinado; mis botas poseen una leve capa de barro que mancha el suelo recubierto por alfombrillas negras de la sala de tiro. Mí objetivo está a una buena distancia de mi, permitiendo que mejoraran mí precisión y que mis disparos se esmeren en ser más certeros. 

    

    La sensacio placentera que me ofrece el retroceder al apretar el gatillo, llena mi sistema nervioso; estremeciendo mis poros y respiracion.

    

    Todos los humanos tenemos el reflejo de reaccionar ante los estimulos agresivos, con el afán de protegernos de las posibles consecuencias. Por  ello,  si alguien mnos empuja, hacemos resistencia de esta accion a fin de conservar el equilibio. Tambien sinos a un resplandor fuerte o a un sonido estruendoso solemos cerrar los ojos y constorsionarnos de diversas maneras para atenuar los efectos de las acciones agresivas. Como tampoco somos tontos, tendemos a identificar las fuentes de las agresiones en general, y anticipar la reaccion.  La mayoria tratamos de huir de situaciones potencionalmente peligrosas o agresivas lo mas rapido posible y protegernos de ellas. Esta carga instintiva viene desde el nacimiento, y cuando identificamos la fuente de agresiones de cierta clase, generamos un reflejo que nos cubra o ponga a salvo de ellas.

    

    En relacion a las condiciones necesarias para un buen desempeño en el tiro, por supuesto que algunos traen mas condiciones que otro; asi es en la mayoria de los procesos de esta vida; pero cuidado, el talento es solo una pequeña parte de un todo, sin trabajo o esfuerzo no habra resultado solido. Cualquiera puede tener un buen dia, pero quienes trabajan en pos a ello estan muchisimo mas cerca del éxito y de la permanencia en los puesto de adelante.

    

    La mayoria de los tiradores en esta profesion, al ser noel presentan diversad dificultades. Cuando comenzamos a disparar nos sometemos a las agresiones descritas anteriormente. El arma nos «patea», aturde y ciega«en algunos casos mas que en otros»

    

    Nadie esta preparado para este tipo de agresiones desde el nacimiento y para tolerarlas debemos acostumbrarnos a ellas, es necesario aprender a manejarlas; mas cuando en algunos de estos casos podrias depender de ellas, porque da igual los conocimientos de las diferentes artes de pelea que poseas, igual una bala viaja mas rapido que un golpe.

    

    La mayoria de los tiratores primerisos tienen vales problemas que deben superar, producto de los conocidos reflejos incondicionados: cierra los ojos, quiebra de la muñeca hacia adelante anticipado al retroceso  y para sacarse de una vez de este lio del  disparo tira del disparador en lugar de presionar suavemente. Todos los tiradores desde los primerisos hasta los mas experimentados debemos lidiar con diferentes incovenientes como lo son «los gatillazos, la parada del arma, la alineacion de las miras, la alineacion del arma, la respiracion; etc», sobre todo cuando nos encontramos en tension. He visto muchos tiradores que, despues de varios años tirando, aun cierran los ojos en el momento del disparo o siguen anticipando el retroceso del arma. L a diferencia entre los tiradores novatos y los experimentados es que estos cometen errores mas sutiles y quizas menos frecuentes, pero el error es siempre parte del proceso. Por algo se conoce que debemos practicar la tecnica correcta con el objetivo de afianzar la preparacion y la ejecucion de un disparo.

    

    Visualizo mentalmente, relajando mis musculosy tendones, recibiendo suaves bocanadas de aire cada uno de los movimientos que ejecutaron, mientras me abstengo a no mirar a ningun lado aun cuando percibo por el rabillo del ojo al moreno que no tarda en sonreir despues de lanzarme una mirada picara que me disguta mas de lo debido. Me preparo para poseer un empuñe correcto, una postura determinada, la alineacion correcta de miras; termino trayendo imágenes de una competencia importante en la que concurse a mis dieciseis años junto a mi progenitor siendo mi acompañante, rememorando las puntaciones altas,  los imprevistos, al publico, al periodismo, a la presion del compromiso, etc… Ser la hija de alguien importanyte, despota y cruel repercute la  mayoria de las veces y mas cuando te ven como el eslabon debil, facil de manipular.

    

    Mi entrenamiento siempre es reconocido por mis superiores por consistente, serio, responsable; no me salto pasos, no evito el trabajo, no apuro tiempos, no subestimo detalles, pienso de manera positiva, manteniendo una presicion mental severa.

    

    Ejecuto el disparo que encerta en el diez, riendo emocionada por la euforia impulsiva que se apodera de mi sistema, mas en el instante en que retrocedo desviando mi mirada a mi entorno en un breve tiempo de descanso.

    

    Al otro lado de mi cubículo se encuentra el subteniente Thomann; un morenazo de cabello suave;  ojos negros como la noche, inexpresivos y grandes;  unos labios gruesos,  atractivos, unos dientes blancos y rectos;  su frente está cubierta por pequeñas hebras negras que se escapan sin cesar;  sus inmensas manos sostienen el arma semiautomática color carmesí, no dejando de disparar por nada;  la rapidez con la que el realiza esa hazaña era impresionante.

    

    Su cuerpo musculoso recubierto por el uniforme que se ajusta a sus extremidades acentuando sus orbes a pesar de no ser el color mas hermoso. Reconozco que es alguien sensual; sin embargo, eso no quita el hecho de que es mi superior, alguien  por el que mi mejor amiga enloquece…

    

    Mi mirada parece ser mas intensa de lo debido, hay que de un momento a otro voltea su mirada en mí dirección, guiñandome un ojo, a la vez que no duda en mostrarme una sonrisa en sus labios; acelerando mis latidos y poniéndome la piel de gallina.

    

    Me giro, desviando  mí vista en mí objetivo intentando olvidar el que mis hormonas hallan actuando de una manera muy poco profesional.sucedido; aquel moreno era mi superior.

    

    Me quite los cascos; revisando mi puntería; está había aumentando más de lo normal, mostré una sonrisa de oreja a oreja, mientras  me desabroche el chaleco dirigiendome  a ver a mi hermano pequeño para darle una sorpresa.

    

    

    Tomé un atajo en unos de los cenderos menos concurridos, emprendiendo mi caminar al centro de entrenamiento.

    

    Limpie las escazas gotas de sudor que se deslizaron por mis mejillas, entrelazando mis dedos delante de mi abdomen con expresion neutral.

    

    Minutos más tarde ya había logrado llegar a mí destino.

    

    Desde la distancia lograba ver lo bien que se desarrollaba en el terreno; sus cabellos rubios se movían en sincronía con su cuerpo además del viento de lluvia que pasaba por momentos. Permanecí unos segundos mirando fijamente lo bien que realizaba cada uno de los movimientos;  aquel pequeño de doce años tenía más desarrollo que un soldado importante.

    

    Sebastían Williams; un chico de doce años; cabello dorado como el sol; ojos azules celeste, grandes y muy expresivos; una nariz fina y pequeña; unos labios finos y de un color rojo fuerte que no desaparecía con nada; unos pómulos abultados y rosados; era de estatura mediana; su cuerpo estaba enfundado en un diminuto traje de soldado.Ese infante era la viva imagen de mi madre; meses antes de la muerte de nuestra progenitora ni siquiera tenía idea de que había otro niño en la familia; siempre pensé que era hija única; todavía recuerdo las dulces palabras de mí madre en aquella carta dos días después de su muerte.

    

    Diez años antes: 

    

    Mis ojos estaban empañados en lágrimas, al igual que mis mejillas que se hallaban rojas. En mis manos estaba la última carta de mi madre y todavía después de a verla leído no creía Io que decía ahí.

    

    Aquella sala estaba totalmente vacía; mis amigas no tenían conocimiento de que hoy estaría leyendo este manuscrito; la gran mesa de aquel luga, era de un color blanco y bastante grande; las paredes poseían el mismo color de la mesa, al igual que las cortinas; las puertas eran de cristal, y justo en el inicio de todo aquel sitio había una enorme pantalla; el abogado regordete había ido a buscar a según mi madre la persona que me podría dar más amor. Sin pensar volví a fijar mis ojos verdes en la carta que todavía estaba en mis manos, preparándome emocionalmente para una explosión masiva de lágrimas y sollozos.

    

    

    Querida Sekhmet: 

        

Se a la perfección que para el momento que estés leyendo esto, ya no estaré a tu lado para protegerte, ni ser capaz de ofrecerte ese amor que tanto te mereces; se que en lo más profundo eres una mujer muy fuerte y que lograras superar cada obstáculo que se te presente; estoy muy orgullosa de saber en lo que te has convertido; primero que nada quiero que sepas que te amo más que nada en este mundo; sin embargo hay algo que debes conocer; es una cosa que llevo guardando en lo más profundo para que no nos llegue a dañar a los tres; se que te quedarás como que con cara de que m****as está pasando; solo somos dos; aunque nunca nos ocultamos nada, cosa que siempre te enseñe para que no terminaras herida en el transcuro en lo que la verdad salia a la luz; hubo algo que no te pude contar, solo porque sabía que si tenías conocimiento el podría llegar y herirte para que al final todo lo que he hecho se fuera a la m****a; el día de hoy conocerás a tu hermano pequeño, Sebastián Williams; ese lucero que alumbrará tus días como alumbró los míos; que te mostrará que no todo es tan malo como lo pintan; solo quiero darte a alguien que te pueda amar más que nada en este mundo; se que tienes a esas locas amigas tuyas-aquellas palabras ocasionaron que una sonrisa se formara en mis labios a pesar de tener mi cara llena de agua salada-, pero nada se compara con el amor de alguien de tu misma sangre; ese pequeno no conoce a su padre y lo que menos quiero es que en algun momento tu padre sepa de su existencia y decida hacerles daño; protegelo y amalo, como el te ama a ti.

    

    Te ama con su vida, tanto que fue capaz de darla para protegerte; Regia Williams; tu madre.

    

    Mis ojos continuaban liberando lágrimas, que eran imposibles de mantener en mí interior; algo de lo que no estaba segura era de ser una mujer fuerte como ella decía; al contrario, era sensible y esa era mi maldición; pretender ser alguien fuerte y al final de todo ser débil.

    

    Muchas veces he sentido que ser una persona capaz de percibir emociones muy fuertes; eso es demasiado complicado de comprender.

    

    Levante mí mirada encontrando al abogado con escasez de cabello y una gran barriga, sosteniendo la mano de un niño de ojos celestes muy claros y cabellos dorados como el oro; sus labios se ancharon en una sonrisa, a la vez que se lanzaba hacia mí cuerpo.

    

    Su acción me dejó atónita y desconcertada, sin embargo; le pose la mano en su cabeza sintiendo sus cabellos suaves y como los sollozos eran perceptibles a mí toque.

    

    — ¡Hermana! —vocifero el infante con sus lágrimas mojando mis pantalones de color blanco con algunos cortes; por inercia lo alcé en mis brazos, permitiendo que colocará su cabeza en mis hombros y su nariz en mí cuello percibiendo mí perfume.

    

    — ¡Aquí estoy cielo! —exclamé con mis manos en sus hebras rubias y con las lágrimas deslizándose por mis mejillas; mí cabello caí en cascada por toda mí espalda, lo acomodé a un lado y continúe sintiendo el calor que liberaba el cuerpo del niño—; prometo que no te dejaré nunca, siempre te protegeré.

    

    

    — ¿Cómo mamá lo hizo? —cuestiona ocasionando que más lamentaciones salgan de mi.

    

    

    —Como mamá — esa fue una promesa. Desde ese momento todo era felicidad y emoción.

    

    

    Presente

    

    

    Una lágrima se  deslizo por mí mejilla, dejando un recorrido de agua salada en mí mejilla. En estos días había liberado más lágrimas que nunca; la melancolia, la nostalgia y el dolor solo me avisaban de que debia continuar hingiriendo mis documentos, lo que menos deseo es que mi depresion regrece.

    

La muerte de mi madre había sido una gran golpe en mí vida; muy pocas veces tenía las fuerzas suficientes para hablar de mi madre con aquel pequeño; incluso estuve en momentos de mi vida en que me perdía a mí misma. La vida es una m****a, eso lo sé, al final de todo me he dado cuenta de que las personas buenas son las que más terminan sufriendo; y aunque desconozco el por qué, no la juzgo; no podría.

    

    En mí vida mis seres cercanos siempre me han criticado por nunca demostrar mis emociones o incluso tener el valor de dejar de ser tan reservada; sin embargo, se ha la perfección que SOY un ser humano y aunque tenga cosas buenas, también malas; no querer liberar mis sentimientos es algo que prefiero solo hacerlo con las personas que se lo ganen.

    

    Mí madre siempre ha estado ahí cuidándome y protegiéndome de todo peligro que acechaba; la mayoría del tiempo intentaba hacer todo lo posible porque nadie me dañara.

    

    Estaba tan absorta en mis emociones y pensamientos que no le había percatado de quien se hallaba a solo unos pasos de mí caminando a paso lento.

    

    Justo cuando ya estaba más cerca de mí y posó su mano en mí mejilla, fue que descubrí quien era. Pronto sería su cumpleaños y le llevaría a su lugar favorito; era un ángel enviado del cielo.

    

    Muchas personas dicen que los hermanos son seres que son capaces de brindarte su apoyo siempre que lo necesites, desde el momento que lo conocí; he comprendido que es verdad.

    

    — ¿Por qué lloras hermana? —cuestiono aquel chico de ojos celestes con su mano en mí mejilla; por inercia cerré mis ojos y deje que mí pómulo sintiera el calor que me brindaba la mano de aquel chico.

    

    —Recuerdos del pasado —respondí siendo totalmente honesta y tomando su mano.

    

    —Hermanita; quiero saber la historia completa de nuestros padres —sus palabras me tomaron por sorpresa; no me gustaba mentirle en este momento; aunque por impulso terminaría haciéndolo no sabía cómo se tomaría la noticia de que su padre había sido una persona llena de secretos que aun despues de su suspuesta muerte nos habia dejado un mar de enemigos.

    

    — ¿Seguro mí liebresilla? —pregunte un poco curiosa y con una sonrisa en mis labios; mientras de los suyos salían algunas carcajadas.

    

    —No me digas así —refunfuña haciendo un puchero en conjunto.

    

    Mi corazón se encoge al ver Io dulce y hermoso que se ve. Su expresión de niño pequeño es la que me hace darme cuenta de lo inocente que es.

    

    —Bueno; ¿Estas seguro de lo que quieres saber? —volví a interrogar tomando su mano y caminando en dirección a un banco.

    

    —Shi —vocifera plantando su trasero a la misma vez que yo, en el banco de piedra que se hallaba justo al lado del campo de entrenamiento.

    

    —Ok —me detengo unos segundos en los que el pequeño fija su mirada en mí—, nuestra madre era muy joven cuando me concibió; debía tener unos veinte o veinticuatro años, no recuerdo muy bien; conoció a nuestro padre en una de sus misiones con diecisiete años; era una de las mejores científicas del mundo; se desarrollaba en la genética molecular y en el desarrollo cerebral del ser humano.

    

»AI contrario de nuestro padre; el era uno de los militares más conocidos en este mundo; fue uno de los sargentos más importantes de la MMIM. Un día tuvo una misión que solo él era capaz de completar y nuestra madre ya trabajaba con ellos para ayudarlos con una investigación antes de llevar acabo la misión; ya yo había nacido; la fe estaba en nuestro padre debido a su gran conocimiento en estrategias, en el combate y su magnífica puntería; todos teníamos la certeza de que el lograría finalizar aquella misión con éxito; sin embargo, todo termino yéndose a la m****a cuando uno de sus soldados lo traicionó ocasionando que algunos de sus hombres murieran en la batalla incluyéndolo a él«.

    

    — ¿Nuestro padre era una héroe? —interroga tomando mi mano y mostrando una sonrisa en sus labios.

    

    —Por supuesto; era el ser más bueno del mundo —farfullo dejando en claro que el no conocería la verdadera razón de todo.

    

    —Tengo otra pregunta hermana —levante mi mirada cruzándola con la suya y recordando los ojos de mi madre; asentí para que continuara—; ¿Cómo se conocieron nuestros padres?

    

    —Bueno; esa es una historia que debemos continuar después y vamos que hay que desayunar —acerque mis dedos a su barriga y comenzé a hacerle cosquillas; de sus labios fueron liberadas un sin fin de carcajadas mientras se iba retorciendo en mis brazos.

    

    —Por fa hermana basta —comenta  entre risas que  bastantes contagiosas.

    

    —Si me prometes que me darás un poco de tu jugo de manzana —hice un leve puchero tratando de convercerlo. —Ni lo pienses; sabes que es mi favorito.

    

    — Pero el mío también y sabes que solo los niños pueden coger de ese —se encoge de hombros y me muestra una sonrisa maliciosa.

    

    —No es mi culpa —responde y yo solo reacciono lanzándome encima de su cuerpo aunque es en vano porque logra esquivarme, sale corriendo en dirección al comedor.

    

    —No huyas cobarde —grito lo más alto que mis cuerdas vocales me lo permiten y le sigo el paso con rapidez liberando risas de felicidad que ya no debo fingir.

    

    Desde la muerte de mi madre todas mis sonrisas habían sido de pura falsedad; cansada de que me preguntaran si estaba bien; como me sentía; todas esas estupideces que en ocasiones deseaba decirles que estaba obviamente mal...

    

    La pérdida de aquel angel celestial me había caído como un enorme balde de agua, por eso le había prometido a mí madre que buscaría a mí padre hasta en el fin del mundo si era necesario y Io haría pagar por sus crímenes.

    

    Después de salir de mi embelesamiento ya nos hallábamos en las enormes puertas del comedor. Me aproxime al chico por detrás y le regué un poco su cabello ocasionando una queja por su parte.

    

    Abrimos y el gran barullo queda en silencio en el instante en que mí hermano y yo ponemos un pie en el establecimiento. Millones de ojos fijos en nuestros cuerpo creando en mi una sensación de nerviosismo muy poco común en mi interior; amo llamar la atención; aunque en ocasiones quisiera no sentir las miradas de lujuria de compañeros o de envidia de las compañeras.

    

    Nos acercamos a la barra, tomamos una bandeja cada uno, y dejamos que la cocinera nos ponga nuestros respectivos alimentos.

    

    —Hola Romina; ¿Cómo está todo? —le pregunto a la anciana regordeta de cuarenta y tantos años que nos muestra una sonrisa cálida llena de amor.

    

    —Muy bien mi niña; ¿Quiéres lo de siempre? —ahora es ella la que me pregunta en modo de susurro y yo solo niego con una sonrisa.

    

    —No tranquila; estoy a dieta —contesto observando todo mí entorno y la vestimenta de aquella dulce mujer; su delantal blanco cubierto por manchas rojas de salsa, su pañuelo que le cubría su cabello canoso y los guantes que continuaban en su mano para la prevención de infecciones.

    

Me conozco y se a la perfección que si recibo la orden habitual comeré como una m*****a marrana y luego a pesar de no estar gorda por mi rápida digestión, lo pensaré así y terminaré frustrada yendo al gimnasio todos los días.

    

    Aquel sitio está lleno de personas; exceptuando a mis amigas que siguen en sus tareas habituales; en el medio hay una gran mesa completamente llena de los soldados más engreídos de aquel lugar; las demás que la rodean están desiertas y conozco a la perfección el porque.

    

    La gran lámpara de cristal que cuelga del techo nos permite tener un perfecta vista de todo; hay una escalera de caracol que da al palco donde se sientan los sargentos; alféreces y el comandante; sí, incluso aquí hay diferencias de quién es el mejor y quien no.

    

    Tomo mi bandeja y junto a mi hermano me dirijo con una sonrisa en mis labios a la mesa que está justo al lado de la de aquellos engreídos; amo provocar a las personas, soy así de masoquistas.

    

    Nos sentamos en las sillas de madera y dejamos las bandejas en la mesa de comedor con un mantel verde olivo diferente a los demás.

    

    Comienzo a devorar la hamburguesa de carne con tocino que está en mi bandeja, el delicioso sabor salado de cada uno de sus ingredientes se cuelan en mis primas gustativas derribando todas las ideas de alguna dieta o el deje de disfrutar de los carbohidratos.

    

    «Que más da los puedo quemar en el GYM»

    

    Continuó disfrutando aquella maravilla enviada por los dioses, mientras mi mirada se cruza con la del sargento Thomann, los ojos tan adictivos y aquella sonrisa malvada que se forma en sus labios activa todas mis alertas.

    

    Permanezco degustando la enorme hamburguesa con deseo y anhelo con mi mirada todavía en la del chico; no soy de las que se rinden tan fácilmente, al contrario, amo sentir como en mis tubos sanguíneos corre la adrenalina; mis pupilas continúan en su tamaño normal y tomo la caja de jugo de naranja que descansa en mi bandeja; no soy muy amante a este tipo de jugos pero es lo que hay; no le quitare el de mi hermano por nada del mundo.

    

    Por primera vez decido dejar de mirar a aquel chico y cruzó mis ojos verdes con los azules de Sebastián, lo encuentro degustando con los ojos cerrados su espagueti con salsa inglesa.

    

    Me quedo atenta prestando atención a cada uno de los rasgos que se asemejan a mí madre y cuáles a los de mi padre. Su mandíbula está en movimiento constante y es cuadrada; sus ojos son grandes y con un iris azul hermoso, su cabello es rubio casi llegando a que tenga semejanza con el oro; sus labios son abultados y de un rojo intenso.

    

    Logro descubrir que es la viva imagen de nuestra madre; al contrario, yo soy el vivo retrato de nuestro padre; aquel hijo de puta que nos destruyó con sus actos ambiciosos y egoístas. Siento la mano de mi hermano encima de la mía, y justo ahí es cuando salgo de mi embelesamiento dándome cuenta de cómo tenía los puños cerrados, dejando ver mis nudillos blancos por la presión.

    

    

    — ¿Estás bien hermanita? —el tono de Sebas se torna preocupado, me volteo en su dirección, coloco mis manos en sus mejillas y le muestro una sonrisa tranquilizadora.

    

    —Todo está perfecto mi lucero —dejo un beso en su coronilla y continuó disfrutando de aquel manjar de los dioses.

    

    Minutos después estoy limpiando mis labios con las servilletas blancas y con mí mirada atenta a cada uno de los movimientos de todos los que están en ese lugar cuando escuchó esa voz irritante que bi soporto.

    

    —Pero mira quién está aquí —la pelirroja de ojos verdes se sienta encima de la mesa cruzando sus piernas y dándome un mirada de odio.

    

    —Alferes Cruz… Dejeme en paz; soy su superior así que respete —mi voz suena como la clara advertencia que es…

    

    —Sabes; a pesar de que fuiste mi superior supe quitarte a tu noviecito —se pasa la mano por su cabello bien peinado igual que el de todos y coloca sus manos en la mesa acercando su cuerpo más al mío.

    

    Me levanto derribando la bandeja totalmente vacía y me acerco a la chica a paso lento con mis latidos acelerados y mi cara envuelta en una expresión de cólera.

    

    —No es mi culpa que se haya querido quedar con algo tan fácil y con tan poca cosa; eso solo demuestra lo poco inteligente que es —doy media espalda lista para marcharme cuando me toman de la mano de forma brusca.

    

    Al girarme terminó tomandola del brazo estampando su cabeza contra la mesa con su brazo justo en su espalda.

    

    —Déjame en paz —le susurro en su oído aumentando mi agarre.

    

    — ¿Qué sucede aquí? —la gruesa voz del sargento me sobresalta a tal punto que libero a la chica alejándome de ella por inercia.

    

    Mis emociones en este momento están un poco alteradas; trato de respirar para mejorar mis aceleradas respiraciones. Me detengo en frente del sargento con mi saludo militar y mr preparo para la reprimenda.

    

    —Sargento la alferez Cruz no me ha respetado como su superior he intento tomarme del brazo justo cuando estaba saliendo para terminar de recoger mis cosas —explico en resumen cómo fueron las cosas;  a la vez que aquel señor se gira en dirección a la pelirroja con una de sus cejas alzadas y sus manos en sus espaldas.

    

    —Alferez Cruz;  venga aquí —su fuerte voz llama la atención de todos ocasionando que un silencio sepulcral se cree en aquel comedor; la chica se acerca con gesto neutro meneando sus caderas acercándose al cuerpo del sargento.

    

    —En parte es así; sin embargo, solo le dije la verdad de las cosas.

    

    —No las sancionaré, aunque deben saber que sus pleitos personales deben ser resueltos fuera de la sucursal; ¿Comprenden? —todas asentimos al percibir aquel grito que nos deja con los latidos acelerados y la respiración errática.

    

    El señor da media vuelta y comienza a subir las escaleras que dan al palco sentándose en la primera silla con gesto serlo.

    

    —Vamos Sebastián —llamo a mi hermano mientras comienzo a caminar a la salida a paso apresurado.

    

    Detrás de mí está el pequeño de ojos azules intentando alcanzarme.

    

    —Pronto será un cumple y te tengo una sorpresa —se detiene en seco ocasionando que yo también Io haga, girando su cuerpo en mi dirección con sus ojos mostrando un brillo de alegría que me provoca una punzada en mi pecho de felicidad.

    

    —Gracias hermana —agradece entre tanto le planto un beso en su coronilla y me despido en el momento que el toma el camino a su entrenamiento.

    

    Tiempo más tarde ya estoy en el vestuario adentrando mí cuerpo en la ducha de aquel sitio.La fría agua ocasiona que mi cuerpo comienze a tiritar por el frío hasta que empieza a volverse caliente.

    

    Mi cuerpo se relaja con rapidez y en mí mente se forma una idea que toma fuerza. Tomo el jabón líquido;  untandolo en todo mi cuerpo eliminando la suciedad y el sudor de este día.

    

    Minutos más tarde ya mi cuerpo está enfundado en mi conjunto negro con mi cabello cayendo en cascada como siempre. Guardo mis cosas en su lugar y tomo las otras. Salgo por la puerta que me dirige al parqueo desactivando la alarma; colocando mi dedo en la llanta de mi moto logrando que el sistema se desalarme.

    

    Introduzco la llave en su lugar y siento como el motor ruge haciendo que cierre mis ojos, y mis tubos sanguíneos se llenen de adrenalina; no me coloco el casco. Sin dudar arranco a una velocidad insuperable dejando todo el comando atrás..

  

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