Lo Oscuro que viene

— ¡Eli? ¿Eli! —Llamaba mi abuelo, estaba encima de un árbol de roble, la tarde ya casi caía, el sol iba a ocultarse pronto, pero no me importaba; me habían suspendido del colegio por haber cortado el cabello a Melisa, porque ella se había burlado de las trenzas que mi abuelo me había hecho viendo tutoriales en YouTube y me había enviado el almuerzo en con formas de animales como los que acostumbran en Japón. Sin embargo, el osito a mi abuelo no le había salido a la perfección y se había deformado en el camino.

Lo había abrazado esa mañana al entregármelo y así me fui al colegio junto a Nery con una felicidad que desapareció cuando vi la boca torcida de mi compañera. Tenía nueve años, seguía oyendo las voces que intentaba ignorar jugando y tomando el medicamento que mi abuelo decía que debía tomar para no soñar con cosas feas.

— ¡Vete! —Le había gritado sorbiendo moco.

Alzó la mirada y me vio, sonrió.

— ¡Pero mira! —exclamó—. Ya eres toda una mono araña —no sonaba enfadado.

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