Paquete desmemorizador

Dos meses atrás…

— ¡No, no! —Exclamó Nery—. No, no te lo permitiré —sus mejillas se iban manchando con el rímel en modo dramático.

Tanto que hacía sentirme como la peor persona del mundo, quitándole la sonrisa a una increíble persona, pero lo hacía por su bien, nunca haría nada que los dañara. Aunque los peros y las razones no eran excusas para hacer tal atrocidad.

—He tomado mi decisión —respondí, tragando fuerte. No sabía por cuanto tiempo iba a poder fingir tener un corazón de piedra al verla así—. Tengo que hacerlo, por su bien.

— ¡Al diablo con mi bien, a la m****a todo, no te dejaré hacerlo! ¡Yo decido, tú no! Te quiero y siempre te querré vayas a donde vayas, elijas lo que elijas, pero no me hagas esto.

No respondía, pues si lo hacía, terminaría gritándole, con mocos y lágrimas como en los animes que ella veía. La abrazaría fuerte, preferiría no tener nada de lo que tenía con tal de permanecer con ellos, pero el destino así lo había decidido, había que pagar por el poder.

Me preguntaba si, el dolor que ella sentía se comparaba al mío, en todo caso, yo recordaría y ella no. Los tendría en mi corazón y ellos a mí no. Demian estaba listo, Will estaba a un lado de Cam, quien no decía nada más que ver a la nada. Era decisión mía, aunque esto era un daño tanto en ellos como en mí. Decidir por ellos no era lo adecuado. Sin embargo, lo ameritaba, ellos no debían saber nada, y para estar a salvo de la oscuridad ellos no debían saber de aquel mundo en el que una vez sufrieron un infierno.

Oscar Vaulthier estaba a un lado de Cam, él ejecutaría el desmemorizamiento en Cam y Demian en Nery.

—Anna Elisa —dijo Cam con la voz resquebrajada, era la primera vez que me llamaba así, y él sabía que odiaba mi primer nombre—, no tienes que hacerlo, sé que no quieres lastimarnos, pero, te prometo que estaremos bien. No…, no queremos olvidarte, por favor, Lisa. Por Johnny —y las lágrimas rodaron por su mejilla, se había quitado la barba y se veía más joven.

Tragué el nudo de mi garganta, me giré hacía otro lado, veía borroso, y, con un hilo de voz, les dije a los Exorcistas que habían acudido solo para eso, como una oferta de 2x1.

—Háganlo.

Y me salí de la casa, aquel lugar donde nací, viví, y dejaba mi corazón entero. Oí los gritos y protestas de Nery y Cam. Dejé que las lágrimas inundaran mi alma. Sentí el poder de los del Clan Cruz aun estando afuera, como un remolino de recuerdos que atravesaban sus mentes y poco a poco éstas eran elegidas para ser robadas y almacenadas en unos pergaminos. Todo aquel poder era de un color dorado, como varias voces angelicales que atravesaban las paredes y abandonaban sus recipientes.

—Será lo mejor —susurré viendo al suelo, con gotas salpicándola; mis lágrimas, en aquel momento, una ave negra venía volando. Había estado observando desde el árbol en el que siempre se posaba, y Shu venía a ronronear en mis piernas, como si dijera: “Me tienes a mí, nos tenemos a los dos. Y todo estará bien”, me incliné y lo alcé para abrazarlo y apretarlo contra mí—. Nos tenemos a los dos.

—Y me tienes a mí, yo no tengo pulgas —dijo Louis posándose en mi hombro—. Si crees que es lo mejor, entonces no llores. De nada les servirá.

Eso solo sirvió para acrecentar el dolor y la culpa.

Bajé del porche y me quedé al lado del coche viendo la casa, con la pintura nueva ya que había sido una bonita distracción terminar llena de pintura, jugar con mis amigos, comer pizza sentados en el suelo viendo películas de terror al final del día. Sin embargo, ese recuerdo solo la tendría yo y dolía, como agujas perforando mi desgastado corazón, como un hilo tirando de algo pesado, los recuerdos se iban como un fuego que se consumía rápido y las cenizas se las llevaban el viento.

Picconi y yo habíamos preparado mis maletas, esta vez llevaría a Sonia conmigo, ya tenía una licencia y quería mi espacio, y el único al que podía ver sin sentir culpa era a Mason. Y por extraño que pareciera, Demian lo aceptaba.

Respiré profundo, cerré los ojos, aceptando lo que venía, pues yo había elegido mi camino. Me subí al auto, con Shukaku en el copiloto, aceptando que ya no volveríamos más al hogar en el que ambos crecimos y conduje hacia el cementerio en un silencio que el Preludio en número 4, largo en E menor de Chopin quedaba perfecto con lo que estaba pasando. Ya estando ahí, me quedé viendo a la nada, hablándole a mi abuelo, como siempre hacía.

—Supongo que esto es lo que tenía que pasar. Tarde o temprano tenía que dejarlos, por el bien de ellos más que nada, supongo que por eso te fuiste antes, pero ¿Sabes? Hubiera preferido mil veces a que me desmemorizaran con tal de estar contigo y con ellos. Ustedes son lo más importante del mundo para mí, y aunque el mundo esté bien, sin ustedes en él no importa lo que le suceda al jodido mundo. Hoy se hace pedazos. Hoy entierro mis sentimientos tres puertas abajo.

El cementerio se había callado. Los altos árboles estaban volviéndose de un color ámbar rojizo, el viento soplaba frío, el cielo se tornaba gris en un remolino naranja, anunciando lluvia y eso hacía sentirme abrumada, el clima influía mucho en mí últimamente. Recordando todo desde que Demian me entregó la carta y aquella caja de música llegó a mi puerta anunciando desgracia, porque eso era lo que significaba aquella nota.

No esperaba a que mi abuelo me respondiera y me dijera que todo estaría bien, aunque deseaba que lo hiciera siempre, pero no poseía tal poder como para comunicarme con los muertos.

—Y nunca nadie podrá, a menos que seas un brujo —dijo Demian detrás de mí.

Me volteé para verlo parado como si estuviera listo para protegerme de un ataque, sus ojos grises habían perdido —no del todo— su frialdad, pero estaban viéndome, no con lástima, sino como si esperara alegrarme. Su cabello casi blanco había crecido un poco más y el viento que soplaba se lo agitaba de una manera sobrenatural, su chaqueta de Exorcista le quedaba como si de un modelo de ropa se tratase, su leve sonrisa me daba la sensación de que todo iba a estar bien, pero al ver su mano, todo eso desaparecía.

Desvié la mirada.

—Nunca logré dar con Ville —fue lo único que dije, recordando al brujo que me había mantenido oculta ante los Rastreadores, porque después de haber casi muerto, había descubierto que mi propio padre le había pedido a mi abuelo que me ocultara y buscara la ayuda de aquel brujo—. Y quiero seguir buscándolo aun después de que haya jurado lealtad a la Orden.

—Por supuesto, y te ayudaré con eso —se acercó más a donde yo estaba, se agachó y jugó con las hojas que estaban cubriendo el suelo.

Su mano izquierda había sufrido un daño inimaginable, su brazo entero estaba completamente roja como si estuviera pintada, dejándolo con una marca de una estrella de cuatro puntas alargadas en el dorso de la mano dañada.

—No será necesario —respondí, sintiéndome culpable nuevamente por su brazo.

Él suspiró exageradamente.

—No duele, no siento nada, por favor, no me hagas sentir como si me quedara unos días de vida —dijo de repente, escudriñando mis ojos. Y en ellos vi los recuerdos que absorbió.

Toqué su rostro, su rostro helado por el viento que corría, suave y fuerte al mismo tiempo. Mi corazón se aceleró de repente y sentí no poder contener las ganas de besarlo y perderme en sus brazos. Permanecer así por siempre, como si no existiera un mañana, un después o un futuro. No obstante, las cosas no funcionaban así, hice un mohín, él sonrió y se acercó a mí, pero justo entonces Mason apareció como un intermediario, como para recordarme que debía moldear mi corazón para alcanzar las estrellas.

—Ya es hora —dijo con aquella voz aterciopelada y socarrona.

Demian cerró los ojos y apretó los puños.

—Todo quedó listo, Cameron y Nerissa quedaron protegidos, bloqueados de todo tipo de demonios y los Cuervos han hecho todo lo que has pedido —me informó viéndome con aquellos oscuros ojos.

—Gracias.

—Será la última vez que visites esta tumba, quizá sea bueno que la recuerdes bien —habló Picconi, apareciendo como un recuerdo vago, como algo bueno de lo que me esperaba allá a donde no tenía por qué formar parte.

—No —repliqué, medio horrorizada y medio enojada, nadie podía prohibirme eso—. Nunca lo haré.

—El problema aquí es que Cameron Lowell venía a diario a visitar la tumba de tu abuelo cuando tú estabas en la Orden —completó Oscar Vaulthier, con el viento ondeándole el cabello y dándole a sus temibles ojos azules y la cicatriz un aspecto de ser un personaje mítico—. Ese recuerdo se queda con él, es decir, no pueden toparse aquí o él sufrirá una especie de déjà vu.

Suspiré, sin decir nada. Esto era como estar viva sin vida y al mismo tiempo estar muerta sin poder morir. Miré de vuelta al túmulo de mi abuelo, las flores, lo limpio que se encontraba porque siempre llegaba, no faltaba un día en que no visitara su tumba junto a mis amigos, y aquí estaban ellos, diciéndome que lo dejara atrás, como si se tratara de un juguete que ya no tenía remedio y había que tirarlo. Y el amor que sentía no era eso, era más profundo que cualquier cosa, nadie podía pedirme eso. Nadie.

Pero tenía que hacerlo, por el bien de todos. «Volveré» le dije a mi abuelo.

El notario había quedado libre, podía gozar de lo que mi abuelo me había dejado, la casa estaban a manos de Cameron, como si mi abuelo se lo hubiera dejado a él ya que no tenía ningún otro familiar, él y Nerissa eran los mejores amigos y compartían esa casa. Sin rastros de que alguna vez yo estuve ahí.

Sentí una lagrima resbalar por mi mejilla, me lo limpié con la manga del suéter “Un Esencia no demuestra tener sentimientos” y seguí mi camino, a mi nuevo hogar, la Orden Negra…

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