‗‗‗ ❍ [ CAPÍTULO 04] ❍ ‗‗‗

❍[CAZADOR]❍

Él la había estado observando, desde que apareció su imagen por casualidad en una de las cámaras de seguridad. Lo que estaba haciendo en ese momento, se llamaba acoso, él lo sabía, y muy poco le importaba. No era nada atípico para el cazador que él era. No sentía ningún tipo de culpa, ella era preciosa. Aquellas piernas torneadas, que resaltaba en aquel jodido vestido. Eran de infarto, y por un instante se las imaginaba alrededor de sus caderas mientras la chica le encajaba los talones en su trasero.

Tomó un sorbo de su trago, sacudió la cabeza. No podía creerlo, tenía una semi-erección, no le quedaba duda que se volvería un problema. ¿Qué lo causaba? Gruñó de malestar, cada vez que observaba ondear aquella m*****a falda transparente. Si ella fuera suya, no dejaría de ninguna manera que saliera a la calle vestida así. No permitiría que otro hombre deseara lo que era total, y completamente de él. No podía dejar de mirarla. Menos, cuando el hombre alto y rubio se le acercó. Los miró interactuar durante largo tiempo, podía darse cuenta perfectamente que eran solo amigos. Además de los intentos fallidos de seducción.

Por más que lo veía con sus propios ojos, el hombre posesivo en él, no. 

«¿De dónde carajo viene esto?», se cuestionó ya que no tenía derecho a sentir tal cosa. 

Una vez más, sacudió su cabeza en negación. Posesivo con una mujer, y de América. Eso no podría ser, ni en un millón de años. Pero la rabia de ver al hombre detrás de la pequeña mujer con intentos de conseguirla, estaba nublando la mente, y eso le causaba de cierta manera incomodidad.

—¿Yasir? —La voz melosa de su acompañante esa noche, hizo que girara la cabeza.

—Uhmm —fue lo único que pudo decir.

—Estás ausente, tal parece que no estás conmigo esta noche —se quejó la chica. 

—Disculpa, no fue mi intención ser descortés.

Él no sabía qué decir, no podía decirle abiertamente que había perdido su interés en ella de repente. Sin embargo; ella sonrió como si estuviese en un anuncio de crema dental, y manifestó:

—No te preocupes, entiendo que estés un poco desorientado. Con el cambio de horario, y del clima. 

—Lo dices sabiendo que no es la primera vez que vengo a América —replicó él— ¿Recuerdas que estudiamos en la misma universidad?

—Claro que lo recuerdo —la joven respondió con una sonrisa pícara—, hacíamos mucho más que los trabajos de clases. ¿Lo recuerdas todavía?

¿Cómo olvidarlo? La muy astuta se había hecho pasar por su amiga incondicional, para acercarse a él. Por un momento creyó que tenía algo con ella más que una amistad, algo real y especial. Pero cuando la vio con otro chico, dos semestres más avanzados que él. Se dio cuenta de la clase de mujer que era. Una cualquiera, aunque no usaba ese calificativo en una mujer que vendía su cuerpo, para obtener el sustento y mantener a su familia. Si no se refería al tipo de mujer que era extremadamente interesada, y que para lograr sus objetivos no le bastaba con tener a un solo hombre en su cama. Para él, su acompañante de esa noche era una simple trepadora.

Ella se acercó más a él, y comenzó a acariciar su amplio pecho, y con voz baja casi como un ronroneo expresó:

—Deberíamos recordar los buenos momentos juntos en la universidad, para romper un poco la tensión entre nosotros. 

Tal vez no era mala idea desaprovechar su oferta. Era un hombre que nunca desperdiciaba una oportunidad. Además de tener una erección desde que había aparecido aquella  pequeña bruja en la pista de baile, y que le había hechizado con solo contonear sus caderas. Por eso entendió que no estaba mal que su supuesta amiga incondicional se hiciera cargo de la incomodidad que tenía.

Miró de nuevo a la pared de la oficina en donde estaban las cámaras, pero sin ningún resultado a esa distancia en donde se encontraba. Ya que el club estaba oscuro y abarrotado de gente. Eso muy poco le importó, ajustó la mirada hacía donde estaba la última vez, y ahí la encontró. ¿De nuevo?, la chica estaba bailando con aquel hombre que estaba claro como un cristal, que quería entre sus piernas. Apretó los dientes al imaginarlos en escena.

«¡Maldición! Esto es una locura», se regañó.

—¿No me ha respondido? —insistió la mujer acariciando el paquete que estaba dentro de sus pantalones, y sacándolo de sus pensamientos de manera abrupta.

—No deberías tentar a la bestia —él se aclaró un poco la voz, para usar un tono de advertencia.

—¡Vamos, Yasir! —habló como una niña malcriada—. Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos en Londres, y nos divertimos a lo grande. ¿Qué nos detiene ahora para pasarla bien esta noche?

—No siempre todo se trata de diversión —él le aclaró.

Ella resopló, y replicó:

—Siento que soy solo un negocio para ti.

«¡Oh, la chica! Es que no estás muy lejos de la verdad», pensó en responder. 

Porque estaba en lo cierto, ella era solo eso. Un proyecto con grandes beneficios económicos. Sin embargo; tenía que aparentar otra cosa. La tomó de forma un poco ruda de la barbilla. La miró a los ojos, y notó cómo brillaban por el deseo.

—Eres más que eso —le aseguró y cubrió sus labios con los de ella.

A pesar de todo, tenía que darle crédito a la mujer que estaba en sus brazos en ese momento. Ella era una experta a la hora del sexo, lo sabía de primera mano. Había disfrutado de su cuerpo más de una vez. En algunas ocasiones las mujeres podían convertirse en armas tan letales; que podrían acabar con un imperio. Para muestra un botón, Troya. Un país que había caído por la lucha del amor de una mujer, Helena.

—Sabes que me gusta estar contigo, jamás te lo he ocultado. Siempre has sido un excelente amante —ella con su voz dulce, creyó que podría cautivarle, pero estaba muy lejos de la realidad. 

Él sabía qué le gustaban otras cosas también, como su dinero y también la opulencia. La extravagancia del lujo, y la gran cantidad de propiedades que poseía. Yasir Arslan era un hombre solitario, marcado por una tragedia familiar. Todas las personas con quien se relacionaba, por más que tuvieran fortuna igual que él, fama y poder, querían un pedazo de él. Así como la mujer que estaba en sus brazos en ese preciso momento. Eso en muchas ocasiones, le hacía actuar de manera desconfiada casi llegando a lo descortés. 

Un carraspeo resonó en el lugar en ese momento.

—¿Yasir? —Una voz grave y fuerte interrumpió aquella conversación.

—Espérame un momento aquí —suavemente soltó a su acompañante.

Caminó hasta el recién llegado. Quien era su asistente, mano derecha, amigo, casi hermano y confidente, Camilo. Fueron hasta un pasillo en donde se encontraba la oficina. Abrió la puerta y se colocó donde siempre, detrás de su escritorio.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Tengo la información que me pediste —dejó el folder con los detalles sobre el escritorio.

—Escucho —puso las manos sobre su pecho.

—Estabas en lo correcto, la empresa está muy mal.

—¿Qué tanto? —Estaba un poco intrigado.

—Lo mucho como para necesitar de manera desesperada un socio capitalista.

—¿No entiendo? ¿Es una empresa familiar, si o no? —Yasir estaba un poco confundido, abriendo el folder que le había entregado el hombre, dándole un rápido vistazo.

—Al parecer, sí lo es. Pero no he encontrado ninguna conexión familiar entre los fundadores de la empresa y la actual junta directiva, 

De la boca de Yasir se escapó un silbido, y luego inquirió:

—Esta empresa está casi al borde de la quiebra, pero que prefieran perder un treinta y cinco por ciento de acciones, es lo que no me cabe en la cabeza. 

—A mi también, es algo que se me hace muy raro —Su asistente miró hacía la puerta, como si esperara que la acompañante de Yasir les estuviera escuchando, y luego le miró.  

—Sé lo que me quieres decir —se levantó de su sillón y palmeó el brazo de su amigo—. No pienso dejar que pase de una negociación.

—Debes de tener cuidado, Yasir. Algo me dice que esta gente oculta algo.

—Tomaré tu consejo —afirmó a Camilo mostrando los dientes—, pero primero me divertiré un poco.

—Estás jugando mucho con tu suerte, amigo.

—Para eso estás tú ahí, hermano —sonrió—. Para salvar mi trasero.

Yasir miró los diferentes puntos de la cámara de seguridad, que estaban al lado de su escritorio. Ya que ahí era el monitor más grande y completo. Él estaba buscando a la bruja que tenía hipnotizado con su gracia y belleza.

—Está de cumpleaños —comentó Camilo de golpe.

—¿Cómo sabes a quién estoy buscando? —preguntó a su asistente incrédulo.

—Una mujer como esa no pasa desapercibida, nunca.

—¿Cómo sabes qué está de cumpleaños? —quiso él saber. 

—Su amiga vino la semana pasada, para confirmar la reservación —Camilo cruzó los brazos, al ver como los ojos de Yasir brillaron con avaricia al escuchar aquella información. 

—Entiendo —sonrió él con picardía. 

—No ha sido tu amigo por años de gratis, Yasir.

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