EPÍLOGO

Nunca antes había tenido sangre en mis manos y mucho menos un cadáver, grité asustada pidiendo que me quitaran el cuerpo de Magdalena, unos brazos me sostuvieron cuando me quitó a mi madrastra de encima.

—¡Ah¡… ¡sueltame desgraciado!...

—¡Oye, oye!...

Desesperada terminé arañando la cara del sujeto que le disparó a Magdalena, caí sentada cuando me soltó y sus quejidos de me hicieron familiar.

—Vaya que me extrañaste mucho.

—¡Leo!... —me levante de inmediato para abrazarlo, pero había olvidado su estado y ambos caímos al suelo, me precipité demasiado. —¡No puedo creerlo!... estas aquí.

—Claro que estoy aquí, no dejaría que ese par de locas se salieran con la suya. —Besarlo fue la mejor sensación, extrañaba tanto esta felicidad, se acabó y ahora mi tormenta fue eliminada.

—No puedo creer que hayas matado a esa mujer..

—En realidad no lo hice yo.

—¿Cómo que no?...

Leo señala detrás de nosotros, no me había percatado que había alguien más, su cara estaba cubierta pero no por mucho tiempo
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