46. Jaque mate.

Ana arañó el suelo con fuerza, los ojos se le llenaron de lágrimas de la rabia tan cegadora que la invadió en aquel momento. Levantó la cabeza y vio a Álvaro recostado contra la puerta mientras el fuego comenzaba a expandirse, y Eduardo estaba acostado en el suelo tratando de respirar. Ana se arrastró hacia él y golpeó con el puño cerrado el vidrio endurecido de la puerta.

—No hagas esto —le dijo al hombre, aún tenía el teléfono en el oído y lo escuchó reír.

—La verdad dudé que las cosas me salieran tan bien —dijo el hombre —pero resultó bastante fácil hacerlos entrar a las habitaciones, como un par de borreguitos.

—¡Dejalos ya! —le gritó Ana y golpeó el vidrio con fuerza.

—Dejaré ir a uno, dime a quien vas a salvar, es una decisión fácil, o no tanto para ti —la voz de Alexandra le llegó a través del auricular.

—Ya casi lo ubicamos, Ana, entretenlo —le dijo y ella cerró los ojos.

—Fuiste tú el que manipuló todo, hiciste que la noticia saliera a nombre de Eduardo.

—Dile cosas que lo ha
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