42. Sí.

Luisa había pedido permiso a Ana para ir a la casa de una amiga, y Ana se sintió mal por ello, la muchacha se había portado más como una hermana mayor que ella misma.

Después de subir a la camioneta de Eduardo Ana cruzó los dedos por encima del regazo, no solo quería, si no que necesitaba, decirle al hombre lo que sospechaba, pero esperó a que él dijera la primera palabra.

—La madre superiora del orfanato en que crecí me llamó —le dijo y Ana se encogió de hombros.

—Qué chismosa —dijo Ana y Eduardo ladeó la cabeza con una sonrisa.

—Es verdad, Ana —ella lo miró —el accidente en que mis padres murieron fue el mismo que tuviste con los tuyos —Ana le apartó la mirada, por más tiempo que pasara, siempre el recuerdo de aquella noche le hacía un vacío en el estómago.

—¿Siempre lo supiste? —le preguntó y aunque no lo estaba mirando notó como bajó la cabeza.

—Desde el día que pediste trabajo en el periódico, te mandé a investigar, bueno, no me malinterpretes, lo hago con cada empleado de In Pre
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